La mañana se encontraba muy soleada, mientras que los hijos de la gente importante del condado, se preparaba para un inicio de clases nuevas, no todos estaban entusiasmados, porque contaban con que Andrew Klein ya no estaría ahí.
Después de todo, lo que se lleva el mayor mal sabor de boca es que hayan tenido que pasar por malas noches.
Ese día tenía que ser como cualquier otro, cada uno brillando por su lado, porque después de todo tenían que recordar que el fracaso no los llevaría al éxito, pero sabían que ya nada se encontraba bien.
La Rubia Klein, se había levantado muy temprano como de costumbre, ya que sus mejores sueños se volvieron en sus pesadillas, más su perfección era la que sobresalía.
Aplicaba finamente su lápiz labial rosa bebe, y ese era el estilo suave que eligió, decidió cambiar los colores mates, para pasar a los pasteles.
Mientras por otro lado el castaño Frank se encontraba tomando una ducha de agua fría, ya que había sudado debido a los ejercicios rutinarios que había realizado hace unas horas antes.
Aliso su uniforme y peino su cabello, se hecho perfume, para después salir en su lindo mercedes benz.
No había chica que no suspirase al verlo llegar.
Cuando bajó del auto, fue la atención de todas las miradas femeninas.
Desató un poco el nudo de su corbata, para después quitarse el saco azulado que tanto le fastidiaba.
Y sin faltar los guiños para sus fans, ingresó al instituto con pasos firmes.
En unos minutos más tarde, para ser exactos (30 min), llego Sabrina West, tan perfecta como siempre.
La brisa movía sus cabellos y la sonrisa que siempre la caracterizaba ya no estaba en su rostro.
Sus facciones eran serenas y aún así se veía bella.
Los pasos que daba eran feroces y refinados.
No había chico que no volteara a verla, por tal belleza.
Y no faltaban los cuchicheos de las chicas que se encontraban ahí.
Sin darle importancia a lo que decían sobre ella, sujeto su cabello en una coleta, y se preparó para ingresar.
En los pasillos que se encontraban desolados, Stefany daba un paseo con sus audífonos, para así evitar escuchar falsos rumores que le provocaban jaqueca.
La música que la acompañaba eran las canciones de Sia.
Para muchos ella era la belleza imperfecta y natural entre las chicas.
Más era conocida por su participación en todos los deportes del instituto, ya que gracias a ella era merecedor de trofeos y premios.
No podía evitar sentir ansiedad y cansancio.
Sin darse cuenta llego a su casillero y de el, saco los libros y cosas que iba a necesitar, los guardo en su mochila, para después seguir con su camino.
En su destino no pudo evitar toparse con Frank, se suponía que en algún momento eran conocidos, pero ambos preferirían pasar por desapercibidos.
Las miradas se cortaron y sus cuerpos reaccionaron, para así avanzar por sus caminos.
No había día más tranquilo para Alex, el chico que se acercaba con una velocidad impresionante en su moto.
Las chicas se alborotaban por su llegada y muchas corrían para verlo.
Su mañana había sido muy agitada, ya que no durmió nada por la super fiesta que había tenido el día anterior.
Aparcó en su lugar de siempre y se colocó sus lentes negros.
Avanzó sin lastimar a sus admiradoras que no lo dejaban pasar, y les prometió a cada una de ellas que las vería en la cafetería.
Por la única razón que no había faltado el primer día de clases, era por las dos simples opciones que tenía que cumplir.
1- era encontrar al de la broma que hacía las cartas.
2- cuidar y cerciorarse de la Reina abeja April.
Y en esos momentos hablando de ella, justo se encontraba a unos metros hablando con un hombre de traje negro.
En la azotea se podía presenciar una estupenda pelea, provocada por Mussolini.
Ashton y Ramses, no paraban de golpearse hasta molerse todos los huesos.
Nadie podía detener tal alboroto, hasta que acábese el tiempo que habían programado hace unas cuantas horas atrás.
Moore estaba iniciando con el pie izquierdo, ya que al parecer la charla con su padre y la golpiza que le dio, no le había servido de lección al muchacho.
Solo restaba 1 min, para que acabase la pelea, pero si se detuvieron en esos instantes fue por la interrupción del instructor con el sonido de su ensordecedor silbato, todos empezaban a correr y el rápidamente alisto todas sus cosas que se encontraban en el suelo para salir disparado como un cohete.
Su escape fue un éxito, pero sabía que las cosas no iban a quedar así, y Mussolini iba a buscar su revancha.
Caminaba por los ajetreados pasillos del instituto para dirigirse al baño.
Sabía que si las personas se quedaban mirándolo con asombro y miedo, era porque no tenía buen aspecto.
Entro al baño para curarse las heridas, empezó desde las más profundas hasta las leves que no fueron muchas, lo bueno era que se había traído una pomada con el.
Se cambió su camisa sucia y llena de gotas de sangre, a una más limpia, para después guardar todo en su mochila.
Y al finalizar con todo decidió ir con dirección a su salón.