Estamos sentados en la inmensa mesa del comedor, nadie decía alguna palabra, era un silencio absoluto y lo odiaba, cada uno se enfocaba en el plato que ni siquiera disfrutaba, pero ¿qué?, nada iba a cambiar por más que yo lo quisiera.
Sin probar bocado me levante de la mesa, no sin antes agradecer a mis padres, y ellos simplemente indicaron un "está bien".
¿Que podía esperar de ellos?, más de lo que sería un nada.
Entre al cuarto de Andrew y las lágrimas amenazaban con salir, recordé los momentos felices que tuvimos juntos, y lo muy atento que era conmigo, "su pequeña hermana menor", o como solía decirme "bella rubia Klein", recordar los buenos momentos hace que sonreía de felicidad.
No puedo creer que una persona te pueda hacer tanta falta, no de la manera en que no puedas depender de ti, si no de la manera, en que algo dentro tuyo te dice, ¿tu hermano te estará esperando en casa?, o ¿él estará para ti cuando lo necesites?, pero caes en la cuenta, que él ya no estará, y es más del que lo extrañaras y es difícil asimilarlo y decirle el adiós definitivo, porque una parte tuya se niega a dejarlo ir.
Enciendo la luz , y me causa gracia ver todo el alrededor de su habitación, ya que el era casi un adulto y aún así no cambio nada de la decoración en su habitación, las pegatinas de estrellas aún seguían pegadas en el techo, su colección de autos permanecían relucientes en su estantería, sus libros estaban en perfecto orden, su telescopio estaba en el lugar de siempre, las fotografías nuestras colgaban por todas las paredes, sus perfumes se encontraban alineados en el tocador, todo estaba igual a como lo dejo.
Apago las luces y cierro su puerta, toco dos veces suavemente indicándole que tenga unas buenas noches, ya que esas eran las señales que inventamos cuando éramos unos críos y se fue haciendo una costumbre.
Entre a mi habitación y las ventanas estaban abiertas de par en par, el gélido aire se colaba en el interior y me apresuré a cerrarla.
Prendo la pequeña lámpara que estaba en el mesón de descanso y con ella alumbrando todo el lugar, en el espejo de mi tocador puedo ver una carta blanca.
La tomo temblando y empiezo a abrirla, más ya quería que esto acabará de una vez.
"¿Es difícil?, no lo sé, tú eres la que pasa por este dolor. Creo que ablandas a mi corazón, pero algo dentro mío no tiene compasión, las respuestas se encuentran más cerca de lo que crees"
No entendía este mensaje, porque simplemente utilizaba este juego tan sucio, si creía que padecía de un poco de inteligencia, estaba muy equivocado, lo único que causaba en mi era torturarme una y otra vez.
No descanse nada al pensar y pensar toda la noche, la mañana ya había llegado y no tuve más opción que levantarme temprano y empezar con mis rutinas de siempre.
Hoy no era un día especial, porque sentía que algo malo iba a pasar, y estaba sucediendo en estos momentos.
Mientras tomaba un baño de agua caliente, el interruptor se bajó y salió agua fría, es por ello que no me quedo más opción que continuar con la fría ducha, luego paso lo peor, ya que el corrector para tapar las ojeras se me acabó y el envío que hice, iba a tener un retraso por tres días, más tendría que usar lentes negros y comprar un corrector en un supermercado de segunda mano.
Y por última ocurrió la tragedia, lo que me paso hace unos instantes.
El tacón de mis zapatos decidió romperse, lo que llevó a la consecuencia de que cayera abrupta-mente contra el duro pavimento.
Gracias a Dios fue George mi chófer, el único que vio el horrible show.
Me ayudo a levantarme e inmediatamente pidió al servicio que me traigan unas zapatillas como repuesto, al igual que un poco de pomada, ya que me lastime la comisura del labio izquierdo.
Ahora me encontraba en el carro y esto sí que apestaba, todas las miradas se posaron en mi, y George me dio ánimos.
Entre y no preste atención a nadie, como tampoco tuve ánimos para saludar.
Apenas puse un pie en el salón, simplemente me acerqué a mi carpeta y me recosté para descansar.
Los cuchicheos no tardaban en sonar, y por el estrés que estaba teniendo, todo mis problemas se me vinieron a la cabeza, mis padres, Andrew, yo, las cartas, lo que decían de mi.
No lo aguante y estalle.
-¡Basta!- todos se callaron y posaron sus miradas en mi.
Con toda las fuerzas que me quedaban, salí del salón y sentía que me iba a desplomar.
Me sostenía de las paredes, mientras trataba de tranquilizarme, desde hace años que no sufría de un ataque de asma y sentía como me empezaba a faltar la respiración en esos momentos.
Y como si de un súper héroe se tratara apareció Ian, el similar retrato de Andrew, mis ojos empezaban a nublarse y su voz se me estaba haciendo lejana, mil veces pensé y soñé con que llegara este momento, para así acabar con mi sufrimiento, pero esta no era la manera en la que quería morir, esta vez estaba luchando para vivir.