El día estaba lluvioso, algunos charcos de lodo se habían formado en la entrada. Hoy es el funeral de Evander, y el tercer día desde que Alexa me había dicho lo de Adam; un desasosiego me asechaba, estaba segura que Adam no se quedaría de brazos cruzados hasta no saber en qué andábamos.
Me encontraba en la sala de estar frente a la chimenea que ya estaba apagándose, por suerte no tuvimos que abrir la clínica hoy, después de todo los últimos dos cadáveres que teníamos, Alexa se encargó ayer. Evander había permanecido en silencio toda la mañana, sabía que para él era realmente importante asistir a su funeral.
—¿Están seguras que me van acompañar? —el moreno movía la pierna una y otra vez.
—Sí, todo estará —sonreí, ver a Evander vestido en traje e inquieto hacía que mis corrientes nerviosas se alteraran.
—He estado pensando, agradezco que me dejes quedarme aquí, pero no lo veo correcto—empezó a decir—. No quiero ser una molestia para ustedes.
¿Irse a dónde? ¿Por qué? Aquí estaba bien.
—Oh, sí, está bien—respondí con una sonrisa, y bajé la mirada al suelo para que no notará mi incomodidad.
—Estoy realmente agradecido, realmente siento que les debo la vida—dicho esto tomó mi mano, me sucumbí en su voz y obligué a mi mente a permanecer calma.
—No hay necesidad de irse, apuesto que Isla estará más que feliz si te quedas—no pude decir nada, pero Evander ensanchó una sonrisa enorme, como cuando le dices a un niño que puede escoger su helado favorito, se acercó otro poco a mí.
—Quiero pedirles algo—hice contacto visual y presté atención—. Necesito que me ayudes en esta búsqueda.
—...
—Solo las tengo a ustedes, no puedo confiar en nadie más—por una extraña razón mis mejillas se sintieron como pan caliente.
—Supongamos que aceptamos—hago una mueca que a él parece agradarle—. ¿En qué puedo yo ayudarte?
Él sonríe de lado y me mira fijamente.
—A muchas cosas—arrugó la nariz tiernamente y se levantó.
Después de arreglarnos, nos quedamos de ver con Alexa en la mansión de Evander, quién decidió llegar antes para no levantar sospechas, todo el pueblo asistiría al funeral, así que no había problema en que llegáramos. El desayuno ya estaba listo, pero, el apetito se había esfumado a manera que se acercaba la hora.
—¿Estás seguro que quieres ir? — pregunté frotando su hombro.
—Claro, necesito ir a casa, buscar cosas, ver las cámaras de seguridad y otras cosas más.
Asentí y terminamos de salir de la casa, está vez Evander manejó camino a su hogar, el silencio reinaba y sabía que no estaba del todo bien.
La acera estaba llena de carros estacionados, tuvimos que dejarlo en la esquina bajo un gran árbol. El jardín era enorme, había escuchado hablar sobre la mansión de los Hudson, pero jamás la había visto de cerca. Todo era sorprendente e impecable. Mucha gente vestida de negro se alojaba en la entrada de la mansión, escuché a Evander respirar profundo y se aferró a mi agarre. Una pequeña de cabello castaño con un vestido blanco salió corriendo correteando una bola de pelos escurridiza, un gato gris que parecía querer huir de sus pequeñas manos. Choco con nosotros y alzó la mirada un poco apenada.
—Lizsy—sonrió Evander y la pequeña pareció tener miedo—. No te preocupes, panque, soy tu amigo—elevó su puño a dejarlo a su altura y la pequeña termino por chocarlas con timidez.
—¿Cómo te llamas? —preguntó curiosa.
—Luego te cuento—guiñó un ojo—. Soy un amigo de tu hermano, me dijo que cuidara de ti.
Lizsy pareció comprender todo muy bien.
—... ¿Es un secreto?
—Sí, un secreto entre tú y yo.
—¿Y ella? —terminó por decir la niña.
—También es parte del secreto.
La niña me sonrió y siguió corriendo. Supuse que era su hermana, además que en otras ocasiones lo había visto con ella y su madre.
Terminamos por adentrarnos en la sala de estar. El ataúd estaba en medio de la gran sala, los muebles eran lujosos, las paredes estaban llenas de fotos familiares y uno que otro cuadro. Y una chica lloraba desconsoladamente en el ataúd, una rubia que llevaba el rímel corrido. A lado de ella estaba una señora alta bien distinguida que tenía los ojos inflamados de tanto llorar. Tuve que tragar saliva para no soltarme como ellos, lo más difícil de una muerte, siempre es el duelo.
Algunas personas charlaban como si no fuera un velorio, algunos bromeaban y otros lloraban en silencio. Evander se soltó de mi agarre.
—Mamá y Olivia—se le quebró la voz al pronunciar aquellas palabras.
No supe que decir, no me gustaba ver a las personas llorar. La señora Hudson camino en dirección contraria y se adentró a una habitación que parecía ser la cocina. Un chico alto bien distinguido, atlético se acercó a Olivia. La tomó de la cintura y la alejo del ataúd, estaba lo bastante cerca para escuchar lo que decían, Evander caminaba hacia ellos, pero al ver que la chica le planto un beso se detuvo de golpe.
—Me duele que se haya ido así, Tayler—le dijo en sollozos—. Quería que supiera lo nuestro, tengo miedo que sepan lo que hicimos.
Giré a ver a Evander, sus puños estaban cerrados con fuerza y la vena del cuello se remarcaba con fuerza. Sus ojos estaban enrojecidos. ¿Pero qué es lo que había hecho?
—Lo sé, nena, iré por un té para que te calmes, hablaremos de esto más tarde.
El que parecía llamarse Tayler camino hacia la cocina y se perdió ahí. Evander se acercó a la chica.
—Buenas tardes— saludó y yo di otro paso, haciéndome la occisa.
Olivia lo miró perpleja, y contempló sus ojos, era obvio que reconocería sus ojos.
—Tus ojos—susurró admirándolo.
—¿Sabes dónde está el baño? —preguntó.
—Arriba, al fondo, la última puerta— respondió sin quitarle la vista de encima, Evander se dio la vuelta y la rubia lo detuvo—. ¿Conocías a Evander?