Estaba repantigado en la banca cercana a la entrada con una flor en las manos, sus ojos grises se tornaban más oscuros por la penumbra y la luz tenue, una sonrisa se dibujó en sus labios en cuanto nuestros ojos se cruzaron, en ese instante se puso de pie.
Había olvidado nuestros últimos sucesos, pero, aun podía recordar el efecto que Evander Hudson tenía en mí, una tenue sombra de lucidez me cruzó al verlo ahí de pie.
Era mi escudo, era la razón por la que estaba eufórica la mayor parte del tiempo.
No dijo nada y solo corrió abrazarme, sin importarle mi olor fétido o el hecho de que mi aspecto no era el mejor de todos.
—¿Estás bien? —acunó mi rostro con sus manos.
—Sí, no pasa nada—respondí alejándolo.
No podía seguir de esa forma hasta ducharme. Él no dijo nada más, sus ojos grises seguían inmersos en mí como si intentara descifrar mis pensamientos en esos momentos.
—Ven adentro, dúchate—sonrió tomando mi mano—, después tendremos tiempo para charlar.
Así fue.
Entré al refugio de los Hudson, era otra mansión, tenía una cerca enorme con enredaderas verdosas, no me sorprendería que la reja fuera eléctrica, parecía más rustica y segura; los tonos verdosos predominaban en el lugar, después de recorrerla superficialmente llegamos al área de dormitorios, eran incluso más grandes que los otros.
Alrededor de cinco minutos me adentré a la ducha pensando en los movimientos del asesino, en los pocos que recordaba, ¿qué había pasado y por qué quería que olvidará?
La sangre ajena a mí resbaló por todo mi cuerpo, la ducha era lo suficiente grande para no querer salir de ahí, sin más, también existían razones poderosas para salir, tenía demasiadas cosas de las cual charlar.
Tomé un vestido para dormir, celeste, que reposaba en la cama, todo tenía ese toque de los Hudson, todo tenía que ser perfecto, elegante y misterioso. Mi puerta fue golpeada ligeramente.
—Adelante—alcé la voz, por instinto pasé mis manos por el vestido. Evander entró a mi habitación, aun le costaba caminar por la herida de bala, tenía cierto aspecto paliducho.
—Hyo Min me dijo que estabas preocupada—esperé lo que iba a decir, porque no recordaba los sucesos más frescos en mi vida, al menos no después de que Hyo Min cayera por la bala en su hombro—, tendremos una cita, una de verdad—pude notar un brillo particular en sus ojos grisáceos.
Algo había cambiado, estaba segura. Evander ya no parecía más ofuscado, era como si por fin se mostrara tal cual es, como si después de mucho tiempo pudiera mostrarse sin mascaras.
—¿Una cita de verdad? —la emoción en mi voz salió disparada, sin filtros. Sonrió mostrándome todos sus dientes, sus ojos grisáceos viendo los míos mandaron corrientes eléctricas por todo mi cuerpo—me cambiare.
—No hace falta, estás perfecta—respondió, ¿qué me pasaba? Evander tenía un efecto embriagante, ni siquiera tenía ropa en la mansión como para elegir el atuendo.
Me tomó de la mano guiándome hasta el final del pasillo, así llegamos a la parte trasera de la mansión, un enorme jardín se extendía frente a nosotros, múltiples flores reposaban bajo la luz de una luna llena.
¿Cómo podía disfrutar de él cuando Alexa no estaba?
Bajo el primer árbol una sábana posaba sobre el verdoso pasto, diversos platillos posaban ahí, la única luz que se filtraba era la de la luna, pero eso bastaba para nosotros.
—Espero que esto sea una cita real para ti—su mano me ayudo a sentarme sobre la sabana—, podemos ir a donde quieras después de que esto termine, iremos a lugares hermosos.
—Sé que no es momento para decirlo, pero, olvidé casi todos los sucesos después de la cabaña—confesé, su mano levantó mi mentón y me hizo mirarlo fijamente.
—Justo ahora—sus ojos grisáceos se veían oscuros por la falta de luz—estoy aquí, ya nadie te lastimara, a partir de hoy seré tu escudo, gracias por volver a mí.
La noche consumó nuestra primera cita, el frío, la comida, él, todo era perfecto. Evander decía cosas de las que yo moría de risa, en ocasiones hacía muecas de dolor a causa de la herida que estaba prácticamente reciente. Me aventó agua salpicando mi ropa de dormir y mi rostro, comenzamos una lucha por quien era mejor lanzando frutas a la piscina.
—Te extrañé—confesé antes de morder una fruta seca.
—Yo también lo hice, estos días sin ti me consumieron—respondió, su mano acarició mi mejilla; esa misma mano dibujo la línea de mi rostro hasta el cuello y se detuvo en la unión de la clavícula.
Recordé nuestro primer beso, algo dentro de mí ardió en busca de él.
—¿A qué te estás resistiendo Isla Kerr? —Evander consideró nuestro juego por un momento, se acercó a mí tanto que podía sentir su respiración golpeando mis labios, su exquisito olor mezclado con la penumbra de la noche me debilitaron, me dejé llevar, cerré los ojos y sus labios rozaron los míos, pero no me besó—. ¿Realmente estás segura de tus acciones?
Sabía a lo que se refería, él sabía que cuando el asesino apareciera se iría, no más amor, no más citas, no más Evander, pero, no podía privarme y menguar mis sentimientos solo porque un loco demente se creía un verdugo celestial.
Este era mi momento.
Corté toda cercanía con él, lo tomé del cuello y lo besé, el beso me envolvió; mis manos se enredaron en su cabello castaño, sus manos buscaron mi piel, bajaron a mis caderas acercándome a él, nuestros labios eran fuego al estar juntos.
Evander era un experto, hacía que mis sentidos se nublaran y solo podía querer más de él.
Me separé de él jadeando aire, una sonrisa de oreja a oreja apareció en su rostro, depositó un beso en mi clavícula y susurró: —Te volveré un desastre hermoso—besó el lóbulo de mi oreja—incluso si muero, regresaré a ti, siempre volveré—esas palabras me erizaron.
—No ha... —me calló estampando sus labios con los míos, esta vez los movimientos de su boca fueron bruscos, apretaba mi cuerpo haciendo que me pegara más a él, algunos quejidos guturales salían entre besos.