El Asesinato De Evander

LIBERACIÓN.

—Es por tu pasado que podemos encontrar al asesino—dijo sin más.

—¿Qué?

No, no podía sugerir eso, no podían obligarme a verlo de nuevo.

—Si él creció prácticamente aquí, tiene que conocer a los chicos—explicó más calmado, di un paso en falso porque pedirme eso era imposible de hacer.

—¿Qué intentas decir?

—Que él es nuestra respuesta a todo.

—No lo haré, debe de haber otra forma—expliqué inmediatamente.

La mirada que me dio Adam me explicó sin palabras que no había forma, que incluso encontrar más tiempo era un lujo que no podía permitirse. Estaba segura que mis pupilas reflejaban el terror que estaba sintiendo, no me podían hacer esto, no de nuevo.

—Escúchame—extendió su mano hacia mi hombro—sé que esto es muy difícil para ti, pero, ya hice la reservación para verlo hoy en un rato.

Yo no quería ir a donde sea que Dante estuviera, quería quedarme en casa acurrucada hasta que esto terminara de una buena vez, pero, tenía que enfrentarlo y dejar que un pasado me atormentara.

—¿Él sabe que voy a ir? —tragué saliva porque me era imposible pensar en ello.

—Sí.

Joder.

—Adam prométeme que no me dejaras sola ni un segundo—la voz se me quebró, aunque no tenia intenciones de llorar—si voy me cuidaras, pase lo que pase.

—Es una promesa, Isla, nada te pasara mientras yo este contigo.

Incluso con esa promesa, mi corazón alentaba mi miedo, no el miedo que sientes al ver una araña gigante, o muchos insectos juntos, sino el miedo de enfrentarte a la verdad, a lo que has ocultado por muchos años.

Dante era ese miedo. Nadie, ni Alexa sabía que había pasado con él, ambos compartíamos un secreto. El de un asesino y una chica vulnerable que se dejo guiar por la oscuridad, que no cometió ningún crimen pero aprendió a no temer de la muerte o el dolor.

Ya con la camioneta en curso y la mente maquilando mi encuentro con Dante, no sabía como explicar el caos que había en mí, sentía un hueco profundo en el estomago y unas incontrolables ganas de llorar.

—Hyo Min estará esperándonos—soltó, mi corazón dio un vuelco de tranquilidad cuando lo escuché.

Sabía que estábamos peleados, pero, que él estuviera ahí le quitaba un peso enorme a mi corazón. Transcurrieron los minutos rápido sin mucho sentido, las manos me sudaban y necesitaba hablar estupideces para controlarme. Alrededor de media hora más tarde llegamos al punto de referencia donde nos encontraríamos con el asiático.

Hyo Min vestía como siempre y llevaba unas botas trenzadas que no se quitaba ni para dormir al parecer. Adam aparcó a la orilla de la carretera para que el asiático subiera, me dio una mala mirada antes de subir.

—¿Estás seguro de esto? —cuestionó el moreno hacia el agente que tenía puesta la vista en el volante y tarareaba una canción que solo alteraba lo que quedaba de mi paciencia.

—Sí, estoy muy seguro de que él sabe el paradero de nuestro asesino.

—Gracias por venir—dije apenada.

—No lo hago por ti—respondió, el tono en sus palabras fue brusco, muy diferente al Hyo Min alegre que conocía—sino por Evander, por mí y por todas las personas que murieron injustamente.

Nadie dijo nada en todo el camino, solo la voz que salían de las bocinas anunciando el clima y otras cosas sin sentido, la actitud defensiva de Hyo Min y mi mente caótica habían tornado el aire incómodo. Aunque nadie se atrevió a romper el silencio para eliminar la tensión, era como si concentrarnos en ese aire poco común nos ayudara a lidiar con un mal mayor. La melodía rítmica y lenta terminó en la radio en cuanto llegamos, no estábamos en una prisión en las afueras de Norwalk, si no en una clínica psiquiátrica.

Había algo extraño en el lugar o quizás yo lo sentí así por saber quién se encontraba dentro. No era muy grande como en las películas, de hecho, era de un piso y las letras del nombre de la clínica estaban pintadas de un azul cobalto. Aunque una cosa era segura, a pesar de ser de una planta el lugar era muy elegante, con los Mermanue detrás no podías esperar menos, no escatimarían en la rehabilitación de su único hijo. El patio de frente era enorme y había cámaras de seguridad por todo el lugar, justo frente a nosotros una reja eléctrica nos impedía el paso.

Me preguntaba si en algún momento, él habría querido escapar.

Adam caminó frente a mí, mientras el asiático me pisaba los talones, el agente se detuvo en la entrada donde un oficial altísimo nos miró con cara de pocos amigos, cuando Adam mostró su identificación asintió y abrió con lentitud la reja.

—En la entrada dejen todas sus pertenencias, nada con lo que puedan herir o ser heridos—ordenó de mala gana.

No me di cuenta que estaba apretando con fuerza el brazo de Adam, hasta que se quejó queriendo zafarse de mi agarre.

—Tranquila—sostuvo mi mano con fuerza, como lo haría un padre.

La sensación agobiante en mi pecho era extraña, el corazón me latía rápido y el hueco en mi estomago no había desaparecido. Como el oficial de seguridad ordenó dejamos absolutamente todo en la entrada, celulares, reloj y mis pendientes. Incluso la liga de mi cabello. El olor de la clínica no era diferente al de un hospital, a la derecha había una central de enfermería con un par de enfermeros que parecían llenar hojas de registro.

—Solo puede pasar una persona—informó la enfermera que nos atendía.

—Estoy aquí por una investigación…

—No me importa a que venga—lo interrumpió de mala gana—esas son las reglas y al menos que traiga una orden no podrá pasar.

—Entraré yo—murmuré con la vista en mis manos.

La enfermera asintió guiándome por un pasillo, sentí las miradas detrás de mí, pero, no giré porque me acobardaría y seria imposible continuar. Entramos a una habitación blanca donde solo tenían una mesa y dos sillas del mismo color que las paredes. El aire en la habitación era tan frío como el exterior, no había ventanas, pero sí una cámara.




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