El Asesinato de Williams. Posdata: fui yo.

Capítulo I.

Los directivos y el alguacil estaban en nuestra aula interrumpiendo la clase de literatura. En otra ocasión, estaría feliz de perderme esa
clase—odiaba literatura y aún más a la profesora—pero esta no era una de esas veces.

No tenía ni fuerzas para fingir una sonrisa.

El silencio era denso. Nadie se mueve. El miedo flota en el aire y yo no paro de pensar en el porque.

¿Por qué? Te preguntaras, porque habían asesinado a sangre fría a nuestro compañero, William Nees. El capitán del equipo de fútbol americano. El incansable.

Aún me cuesta pensar en eso, ni siquiera ví su cuerpo pero pienso en el cada noche y sin pegar un ojo.

En realidad, aún no habían encontrado el cuerpo. Pero sí un gran charco de sangre en el medio de la carretera que casi nadie nunca usa. Hicieron análisis. Era suya. Y tras dos semanas, lo dieron por muerto.

Ya iban cuatro semanas sin el y aún así, no me acostumbraba.

—Lo que acaba de pasar es una tragedia horrible —dice el alguacil en un suspiro, agotado—. No nos detendremos hasta encontrar al culpable. Así, Triya, puede volver a ser un pueblo tranquilo.

¿Tranquilo? Triya nunca fue un pueblo tranquilo. Era un pueblo oscuro, perverso y lleno de secretos. Quienes vivían aquí escondían algo y cargaban con maldad pura. Por eso, yo ya quería irme. Desde hace mucho tiempo.

Termina por fin la clase—y por suerte, ya que no iba a aguantar ni un minuto más sin derrumbarme—y salgo al campus con mis amigas. Están sentadas en el césped bajo el sol suave que hay hoy. Me acerco y me dejó caer a su lado.

—No puedo creerlo... todos hablan de esto..
pobre Lizzie—dice Clear, triste, y me sorprende su tono. Ella nunca soporto a Will, especialmente desde que cortaron porque el tenía una amante.

Elizabeth o Lizzie, como le quieras decir, era la gemela de Williams.

—El no te caía bien—le digo, con más frialdad de la que querría pero si decía una palabra más, me rompia.

—A ningúna de nosotras le caía bien—interviene Cleo, molesta. Aunque sus ojos están cristalizados—. Ni el, ni Lizzie.

La miro extrañada. ¿Por qué parecía que estaba al borde del llanto? Bueno, en realidad si lo sabía. Estaba involucrada. Demaciado.

—Ya deja de llorar—le dice Crystal, enojada—. Acordamos no mostrar debilidad. Nadie puede saber que lloramos o que estamos enojadas. Ni siquiera pueden saber si sentimos.

Revisa su mochila enojada, saca una coleta y acto seguido, se hace un moño alto. Su pelo rubio relucia tan bien en ese moño desaliñado que siempre se hacía.

Pongo los ojos en blanco. Respiro hondo. No quiero gritarle. No puedo dejar que la rabia se apodere de mí, no ahora.

—Clear era su novia—digo, con la voz tensa, frustrada, sin atreverme a mirarla a los ojos—. Ella puede llorar.

Supongo que cuando estamos rotos, descartamos todo con las personas que más queremos.

—Connie tiene razón, Crys—opina Cleo, poniendose de mi lado. Le dedico una pequeña sonrisa por su apoyo—. Algunas podemos demostrar como nos sentimos. Y más aún Clear.

No sé de dónde viene la idea. Tal vez rabia. Tal vez culpa. O quizás... de algo peor.

—Tenemos que saber quién fue el culpable—digo sin pensarlo dos veces.

—La policía lo sabrá pronto, Connie—responde Crys ocultando sus lágrimas tras una cara de seriedad—. Nosotras tenemos que seguir luciendo bonitas.

—La policía nunca hará nada—murmuro sintiendo como la bronca sube por mi garganta—. Solo fingen que les importa todo esto.

—Nosotras tenemos que seguir luciendo bonitas—repite, como loro, ignorando totalmente lo que acabo de decir.

—¿Bonitas? —salta Clear furiosa—. No podemos lucir bonitas y seguir como si nada después de lo que hicimos, Crystal.

—Cierra la boca, Clear—dice en un tono cortante Cleo. Suspira, sujeta su mochila y sé levanta. Evita la mirada de Crys en todo momento—. Respecto a lo del asesino de Will... yo te apoyo, Connie. Estoy dispuesta a saber quién es.

—¿Will, asesino y saber quién fue? —se acerca Clarisse con una sonrisa entusiasta—. Yo me apuntó.

—Perfecto—respondo en un suspiro mientras me pongo de pie—.Las que quieran resolver este crimen ya qué, la policía no va a mover un dedo.. nos vemos en mi casa a las tres

—¿A donde vas? —me grita Clarisse desde lejos.

—¡No creo que les importe! —le respondo, con una sonrisa que no llega a los ojos.

Decido salir del Instituto. El aire afuera esta más frío de lo que pensaba pero eso no importa y camino hasta llegar al supermercado.

Mientras paso por unos de los pasillos, me encuentro con Elizabeth.

Esta parda frente a la góndola, mirando una bolsa de harina como si fuera lo más interesante del mundo aunque no esta muy concentrada. Tiene ese mismo aire de ausencia que su hermano solo que con algo más... más frío...

Alta. Delgada. Pelo rubio largo y brillante que siempre va bien peinado. Ojos claros enmarcados pestañas largas. Piel clara y suave. Sonrisa falsa y brillante. Simplemente, Elizabeth Nees.

—Hola, Lizzie—le digo con una pequeña sonrisa apenas falsa, solo un poco torcida—. ¿Cómo están tus padres?

Ella parpadea, cómo volviendo a la realidad. Suspira y me mira fijamente con sus ojos verdes que no transmiten nada.

—No muy bien, Connie. Por si no lo sabías, mi hermano no aparece hace más de cuatro semanas—me responde en un tono molesto, pero su voz se quiebra al final. Se pasa una mano por el pelo, intentando reponerse—. Disculpá, es que tengo la cabeza en cualquier lado y...

—Sí, lo entiendo—la interrumpo suavemente—. Solo quería que supieras si necesitabas algo, me lo podrías pedir.

Me sonríe pero la tristeza se le nota hasta en los hombros.

—Sí, claro. Gracias, Connie.

No digo nada más. Me doy vuelta y salgo del pasillo, querido volver a casa lo antes posible.

Cuando llegó, no me sorprende encontrar el lugar vacío. Solo el silencio me recibe. Ese silencio que ya es parte de la casa, y de mí.




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