El Asesino De Dioses

Capítulo 17: La plaga creadora parte 2

El interior de la colmena es sacudido por el estrepito de la artillería, y los movimientos del coloso al enviar a sus heraldos a llevar destrucción a las tropas templarías. Y en el corazón del conflicto, el lugar donde se decidirá el futuro de la guerra, el grotesco fauno divino se muestra amenazante delante de los invasores, quienes valerosos no retroceden ante la abominación, poseedora de un aura de desbordante instinto asesino cernido sobre sus pesarosas almas.

Los guardianes podían ver en ese par de enfurecidos orbes de flamas color esmeralda, un rencor homicida dirigido a los precursores de la incursión.

La bruja llamada Risha, observa con satisfacción el fruto de sus nuevos poderes oscuros, adquirido tras arduos sacrificios. Ningún templario se atrevió a venir a enfrentarla, no eran otra cosa que insectos que ha de fulminar con el endemoniado báculo, el cual lleva en su mano.

Los guardianes continúan atónitos tras la forma en la que apareció el acolito, pero no pasó mucho tiempo para recobrar la conciencia, y plantar cara a esos engendros, al tener acuestas el deber de no permitir el avance de esa deidad, capaz de amenazar la supervivencia de los reinos humanos por proteger la existencia natural y recupera la tierra a los inhumanos.

De repente la bruja saca de su bolso un pequeño cristal verde, colocándolo en la garra de su formidable criatura, y este al cerrarse en un puño, de entre los dedos surge un fulgor esmeralda, materializándose una monstruosa hacha de batalla de doble hoja, adornada en grabados rúnicos resplandecientes.

Aquel suceso desata el grito en las alarmas de los guardianes, atentos a cualquier movimiento agresor del grotesco ente divino de casi tres metros de altura.

—Los inhumanos han hablado, guardianes. Somos la prueba viviente de que el sistema debe perecer —habla la druidesa en alta superioridad—, ¿no entienden? No necesitamos su régimen agotado y viejo, aquellos que osan llamarse amos, no son otra cosa que débiles pusilánimes. Mandan espadas de contrato al temer a nuestro poder; ustedes creen luchar una causa justa e ignoran ser otro tipo de esclavos.

—¡¿Quién se supone que eres?! ¡¿A caso eres la reina de corazones?!

Demanda Drake con demente fiereza, y de su espalda surgen cuatro tentáculos de puntas afiladas cernidas delante de la bruja. Risha únicamente libera una sonora carcajada como respuesta, tal acto produce un helado escalofrío en los invasores, conmocionados por la firme seguridad de la bruja.

—Ay... mis dulces y estúpidos niños. Mi nombre es Risha Spriggan, formo parte de los acólitos de la reina de corazones. —Risha coloca la punta del dedo en el labio inferior, y mira a los guardianes como si fuesen un montón de niños, al traer una revelación que lleva sus almas hasta los pies—: mi señora es infinitamente superior a mí, inclusive supera a mi otro señor el rey brujo. Este poder que ven, me fue concedido por su majestuosa gracia.

«Un poder capaz de esclavizar dioses», escruta María con una gota de sudor resbalante sobre su frente.

Por nada de en el mundo la hechicera retira su mirada de Risha, al estar atenta a cada movimiento y aprieta su báculo con todas sus fuerzas. María sabe que solo ella podría hacer frente a la bruja.

—¿Qué tenemos aquí? —pregunta Risha de manera burlona, y el ojo artificial se estira en tres piezas, moviéndose el lente en un giro de 180 grados, posando la vista en cada uno de los guardianes—. Un humano de los umbra, proveniente de las tierras caminantes del norte, me pregunto si fuiste uno de esos niños soldados del eclipse... sería irónico... eres un arma que simplemente cambió de dueño... o te desecharon.

No hubo contestación alguna, la mirada de Lance se oscureció en un silencio espectral tan afilado como su propia espada. Ese ojo artificial parece tener la capacidad de detectar la raza, y el tipo de poderes que tienen los individuos que entran en su rango.

—Lance no la escuches... —exclama Drake, al conocer parte del pasado de su amigo, y los demonios que lo atormentan.

—Vaya... tenemos igual a un maldito clase campeón... dime, chico. ¿Ya dominaste al horror de estigma que se fundió contigo o esa cosa te domina a ti? —La druidesa se fija en Drake, al arrojar cual saeta esa cuestión cargada de una grotesca malicia.

Drake cierra los puños furibundos, en sus ojos verdes arde la rabia a punto de desatarse, y por la mera voluntad se controla a sabiendas que solo los está provocando.

—Mucho cuidado con lo que dices... todos tenemos nuestros límites —advierte Alice—, si cruzas esa línea, te prometo que enviaremos tus restos en varias malditas bolsas negras a la reina de corazones.

No pasó mucho tiempo, para que la bruja se fije de igual manera en la líder de los guardianes, y de repente una carcajada escandalizada vuelve estallar en Risha, por una razón que solo ella comprende.

—¡Olviden lo que dije! ¡Esto es el epitome de la ironía! —farfulla la bruja limpiándose una lagrima del ojo biológico—. ¡Eres un ciborg alterada genéticamente! Para rematar los templarios contrataron a una norteña del libre pensamiento, sí que la derrota del conde los ha hecho tomar medidas desesperadas.

La guardiana de la armadura verde da un paso al frente, con un dedo a punto de presionar el gatillo, pero esas intenciones caen al vacío cuando la mirada pétrea e inanimada del fauno se posa sobre ella, produciéndose un gélido escalofrió, el cual recorre la columna.

Por último, la bruja se fija en la hechicera, y la sonrisa irónica es extinguida al ser remplazada al principio por una mueca de sorpresa, que poco a poco se transforma en una gélida faz de desbordante asco. Las miradas purpura de las dos mujeres elfo se cruzan, como las dos caras de una misma moneda.

—Que tenemos aquí... esto sí que es una sorpresa... y una de pésimo gusto —alza la cabeza con superioridad, viendo por debajo a María—, una hechicera medio elfo y medio humano... tal parece que escogiste un bando a pesar de los tratos que eso conlleva. No puedo imaginar a alguien... ni siquiera a un mestizo, con la suficiente sangre helada como para ayudar a esclavizar a su propia raza y a un intento de asesinato divino. La idea es simplemente repugnante.




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