El Asesino De Dioses

Capítulo 20: Ultima ignición. Parte 2

El grito del elemental hace eco en la colmena, y su caída es transmitida en cada rincón del pandemónium, hasta llegar sus fronteras en donde el fuego oscuro ya estaba a las faldas de las torres móviles.

Los hijos del dios dejan de luchar al mirar a la cabeza del titán de fauces abiertas, que de a poco cesa todo movimiento, y de los de esa criatura se liberan múltiples explosiones de esporas brillantes remolinantes por el viento, perdidas en la nada.

Lo que fue una masacre, de a poco se convirtió en una orquesta de llantos por parte de las criaturas del bosque en un luto por su padre. La moral de los inhumanos cae por los suelos, junto a su fe, negados a creer en la posibilidad de que los templarios pudieron matar a uno de sus guardianes.

En la desesperanza del fuego oscuro, se renueva la voluntad de los guerreros de la santa iglesia al cambiar su posición de resistencia, por una de completa ofensiva, lo que obliga a los desmoralizados rebeldes a retroceder al aceptar la derrotar, mientras que muchos otros enloquecidos por la pérdida se lanzan en un ataque suicida como venganza por el elemental.

El cráneo del titán se llenó en un solo silencio, únicamente perpetrado por las respiraciones jadeantes de Drake, arrodillado sobre el pecho de la muerta deidad. El guerrero saca el hacha del helado cadáver cuyo pecho libera lo que parecen ser brillantes esporas cual luciérnagas, que se elevan y dispersan por todo el terreno en una tenue lluvia de ascuas, que al tocar la tierra se extinguen como la vida del dios que ahora es una carcasa vacía.

La pesada hacha se vuelve cenizas en manos del guerreo, quien baja del cadáver, y camina torpemente entre jadeos, con una mano en el costado en dirección a sus compañeros reunidos nuevamente, aun atónitos por la proeza imposible efectuada por todos ellos, aunque Drake fue el que ejecutó el golpe final, cada uno de ellos colaboró para llevar a la extinción a esa ser divino: todos se han convertido en grandes pecadores, tal como lo fue Arnold Trisary en su momento, asesinos de dioses.

Lance carga por medio de su hombro a Alicia, tras perder una de sus piernas; al no ser biológico no hay peligro de morir desangrada. Mientras tanto María, y Sheila se apoyan mutuamente, al recibir ambas una gran cantidad de desgaste en el transcurso del conflicto que por fin han ganado.

—No esperaba hacer nada parecido en este contrato... o cualquier otro contrato futuro...

Espeta Drake entre risas cansadas al debatirse entre un susto de muerte, y la euforia, mientras se estira, y la máscara de su casco se abre para mostrar el rostro marcado con algunos hematomas, y un ojo morado.

—Vete acostumbrando, que nos espera muchas locuras si es que sobrevivimos... —agrega Alicia con una mano en el pecho, y confirma que las palpitaciones aceleradas en su corazón, por fin se han relajado.

—¡Joder, hermano! ¡Eso fue una maldita locura! ¡¡Me tenías muy preocupado!! —exclama Lance—, menos mal que la enana actuó rápido. Espero que no te mamones de esta proeza después.

—¡No me jodas ahora, Lance! —exclama el guerrero al estirar su espalda, y después se fija en su compañera de cabellos violetas, de mirada puesta en el cadáver del golem.

Los ojos purpura de la joven se tornan anegados, en una faz que deja entrever sentimientos encontrados de melancolía y tristeza. Ella quiere creer que hizo lo correcto, que no tuvo otra alternativa, era la vida de cientos o la de ese dios enloquecido, aunque llevó a muchos inhumanos a la condenada esclavitud.

María hace tiempo que se alejó de los elfos, pero siguen siendo una parte de su madre, y la culpa sigue en ella, aun cuando trata de mantenerse cuerda a sabiendas de que sus manos permanecerán manchadas de sangre, debe apegarse a las reglas y no cometer los mismos errores del pasado.

La única esperanza albergada en su pecho, es que de esas esporas nazca otro elemental, fuera de estos conflictos y este nuevo dios pueda crear nueva vida para sanar este planeta, azolado por las guerras. En su mente puede escuchar susurrante la palabra "traidora" como una aguja caliente que penetra sus tímpanos y corazón. La dama violeta se arrodilla al lado del cadáver, colocando la mano sobre la enorme garra.

—Espero que a donde hayas ido, puedas encontrar la paz...

Una lagrima se desliza de sus purpuras ojos, y las palabras de la hechicera crepitan como una flama débil. A pesar de que el perdón jamás llegaría, planea seguir el sendero del guardián; y salvaguardar esos ideales que le enseñaron los Trisarianos, a los que considera su verdadera gente, aun cuando lleva acuestas el estigma de ser una mestiza.

El resto del equipo la observan en silencio, con miradas llenas de pesar por su compañera. El tiempo de lamentarse todavía no llega, al ser los oídos de todos asaltados por el sonido de enredaderas moviéndose a la par de la caída de varias rocas, durante el desmoronamiento de una estructura de piedra.

Todos los guardianes se percatan que, a lo lejos, donde la druidesa se ha atrincherado sus defensas caen. La cubierta de roca se abre cual mariposa emergente de una crisálida, y se alza la druidesa con un nuevo brazo compuesto de raíces, como si fuese parte de un árbol seco.

En el rostro de la bruja se plasma la rabia absoluta, en marcadas venadas y la dentadura expuesta que chirrían los molares. Del ojo purpura cae una lagrima de dolor, y furia, en la que se canaliza un odio terrible, dirigido a los cinco guerreros frente a ella.

—¡¿Se dan cuenta de lo que acaban de hacer, malditos monstruos?! —pregunta la bruja en completa histeria, en voz que se haya al filo de un desconsolado llanto—, ¡¿Tienen una mínima idea de lo que hicieron?! ¡del pecado que han cometido!¡La esperanza por la libertad estaba en ese dios! ¡¡Y ustedes lo han destruido!! ¡¡Malditos perros de los templarios!!

En esa última vociferación las manos de la druidesa se cubren en orbes refulgentes, salpicados de centellas electicas. El único ojo biológico que le queda, se abre completamente en señal de asombro, por no poder llamar su báculo que se encuentra en las manos del umbra y no tarda en deducir lo que ha pasado.




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