El Asesino De Dioses

Capítulo 13: El fénix arde en fuego negro.

Durante el desarrollo de la emboscada a la caballería, en la parte de la retaguardia ocurre la segunda estratagema de los rebeldes. Desde las mesetas de ambos extremos, surgen en vuelo rapaz proyectiles de tanque, acompañados de bolas de fuego, gruesas estacas de hielo y rayos eléctricos, impactándose en contra de las torres de asedio.

La fortaleza cercana a la tierra alta derecha, recibe la mayoría de cañonazos y se acumulan las explosiones como si una serpiente de fuego se enredadera en el edificio, consumiéndolo en flamas ardientes y finalmente cae desplomado en estelas de humo sobre las descontroladas tropas al romper la formación, con tal de salvaguardar sus vidas. Muchos son aplastados por el peso del coloso, y otros son mandados a volar por la onda expansiva del impacto.

La torre de asedio cercana a la meseta izquierda, recibe el mismo destino. Las ocho fortalezas restantes han aguantado el daño de la primera refriega; muchas son envueltas en humo tan negro como el alquitrán. Pero el blindaje logró soportarlo, sin embargo, parte de las maquinarias no tuvieron la misma suerte, y se han abierto agujeros humeantes de los que deslumbran lenguas de flamas anaranjadas; debían ser tratadas rápidamente por el personal interno, si es que sobrevivieron a la primera refriega.

De las mesetas bajan oleadas de hombres bestias, envueltos con armaduras ligeras envestidos con pieles de porte barbárico, y armados hasta los dientes, con garrotes, hachas, y armas de fuego. Las hordas rebeldes se zambullen al océano de las aterrorizadas tropas Templarías, desatándose la carnicería del primer asalto en la nueva guerra.

En la fortaleza del inquisidor no recibió ningún impacto, al ser rodeada por varias torres en ambos flancos, siendo el lateral el izquierdo el menos protegido al únicamente tener tres torres como barrera. Una de las edificaciones fue derribada y las restantes han recibido mucho daño; por lo que, en un segundo asalto serán eliminadas.

-Abran la formación del flanco izquierdo... -ordena el inquisidor desde la radio.

El cuerpo del inquisidor está protegido por una corpulenta coraza dorada de alta tecnología, conocida como armadura vulcanica, que convierte a un hombre en un tanque con la movilidad de una motocicleta, realizada con las técnicas de los elfos de la facción del Libre pensamiento forjadas en estanques de magma. Agregándose una altura que llega a los dos metros. En el interior del pecho yace un pequeño cristal, usado como reactor y abastece de energía el traje.

El inquisidor lleva un casco en el que se plasma un rostro humano como mascara, en la que reside una corona a modo de aureola. La envergadura de la coraza es adornada por símbolos de pureza como alas angelicales, cruces de color rojo, y el fénix de alas ardientes en las hombreras. En la espalda carga un rifle de asalto con bayoneta.

-¿Esta seguro, mi señor? -pregunta el soldado desde el comunicador.

-¿Señor inquisidor que pretender hacer? -cuestiona Alicia, con sus alarmas aceleradas, al no encontrar sentido en ese acto.

-Afirmativo -confirma Bast en la radio, y hace caso omiso a la pregunta de Alicia.

Lance permanece silencio, al darse cuenta de que muchos de los soldados que los acompañaban siguen tranquilos, con sus miradas llenas de esperanzas puestas en el viejo inquisidor. Tras un breve instante, las torres se mueven hacia adelante de tal manera que dejan vía libre entre la meseta, y la fortaleza principal. Algunas torres de la derecha se han movido, sin disminuir considerablemente los escudos para la torre del inquisidor, lo que da la imagen de que se está tratando de escapar del rango de los blindados de las altiplanicies.

En un rostro de dura seriedad, el inquisidor camina en porte recto hasta detenerse en los barandales, con una mirada de acero puesta en la meseta a la lejanía donde se deslumbran resplandores de muertes; proyectiles mágicos y munición de tanque se acercan al unísono con el único objetivo de derribar a la torre desprotegida.

Carente de dudas, el inquisidor levanta la mano a la altura de su hombro, y apunta a la inminente lluvia de ataques. Ante las miradas atónitas de los pálidos soldados, la refriega de disparos son frenados en el aire por una fuerza invisible, muy cerca de rosar la torre de asedio, justo enfrente del inquisidor, quien no ha roto su posición.

El cuerpo del hechicero tiembla ante el brutal esfuerzo, sus piernas trastabillan al retroceder lentamente y un hilo de sangre se derrama de una de las fosas nasales. La energía mágica desbordante se concentrada en la mano alzada, y tras un grito capaz de desgarrar gargantas, el bombardeo de muerte de los rebeldes retorna hacia la meseta, y ocurre un ensordecedor estallido en forma de hongo que se eleva por los por los cielos. La onda expansiva remolinea a por el campo de batalla, y hace ondear los cabellos de los presentes, al igual que sus narices son impregnadas por el aroma a azufre.

En la torre de asedio, los miembros de la guardia gritan jubilosos al alabar semejante proeza, y recalcan que el título de archimago de Lazarus, aquel honor portado únicamente por el hechicero concejero del rey, lo tiene bien merecido el inquisidor.

Los guardianes no caben en el asombro. Lance, quien es conocedor de la magia al ser un esper, jamás ha escuchado de una magia que pueda regresar los ataques de tal manera, por lo que llega a teorizar que es un hechizo creado por el inquisidor.

Bast se descubre la máscara del yelmo, y saca del cinturón una cantimplora llena de vino, almacenado específicamente para ganar valor y calmar sus nervios en momentos como estos. Al dar un profundo trago de la bebida alcohólica, alza cabeza, y entonces escupe al suelo, tras carraspear un poco, procede a hablar:

-¿Se puede saber que están haciendo? -pregunta Bast al dirigirse hacia su gente en porte imperial-. Aún nos queda tomar la otra meseta. Esos herejes no caerán en el mismo truco nuevamente, tendremos que tomarlo cuanto antes... ahora respondan... ¡¿De quién es Lazarus?!




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