El Asesino De Dioses

Capítulo 15: El asalto en contra del dios elemental

 

Bast, quien seguía dirigiendo la torre, observa como muchos de sus nobles compañeros caían ante estas bestias, siendo desmembrados y mutilados vilmente sin titubeo alguno.

—¡Bast! ¿Me copias? —pregunta Dante por medio del comunicador del casco, desde su posición en la meseta.

—¡Dante, salgan de ahí! —La voz de Bats suena acelerada, y entrecortada a causa del resonar de la artillería de la torre—. Tenemos que reagruparnos y solicitar refuerzos a los otros países de la alianza, los hemos subestimamos. Ellos son una amenaza comparable a un credo o a los antiguos clanes. Mantendré el frente con las torres para que puedan escapar; es una batalla perdida.

—¡Siempre hay una manera, Bast! Ningún templario va escapar de esta batalla, a costa de sacrificar a miles de inocentes mientras preparamos una nueva ofensiva. Ese monstruo tiene que caer aquí y ahora, aun sin nos cuesta la vida. Tenemos un plan. —Dante contesta iracundo, de manera contundente con tal de hacer entrar en razón a su compañero—. Mantén a esos herejes bastardos atrincherados todo el tiempo que puedas, nosotros nos ocuparemos de evitar que los ciclopes se acerquen. Los guardianes irán a derrotar a ese monstruo desde adentro.

—¿Me estás diciendo que ellos pueden derribar a semejante titán? ¡Apenas y son unos mocosos! —brama el inquisidor desconfiado de las capacidades de los guardianes, al tener en cuenta lo sucedido con el príncipe Connor.

—¡Te doy mi palabra, viejo amigo! —Dante es seguro en su convicción, casi como si hubiese visto el futuro—. Me conoces desde hace años, sabes que no arriesgaría a nuestros hombres, de no tener fe en lo que hago... dios, el viajero y el fénix están de nuestro lado, puedo sentirlo. No podemos fallar.

—De ser así, confiaré en ti... tus instintos nunca te han fallado ... —Bast puede que no confíe en los guardianes, pero jamás dudaría de la palabra de Dante. Si puede demostrar que sus palabras son verídicas, va a otorgar a los seis guerreros la oportunidad de mostrar su valía—. Les daré dos horas, de no cumplir el tiempo acordado voy a ordenar la retirada. Me estoy jugando el cuello por este equipo de guardianes.

—Es todo el tiempo que necesitamos, Bast —sentencia Dante, gustoso de la respuesta positiva de su compañero—. No te vas a arrepentir.

Bast corta el transmisor del comunicador, y se apoya en el barandal de la cima de su torre, avizorando los alrededores. Las cinco torres están en una sola fila, en sus faldas en la primera línea grupos de golems disparan al unísono, en contra de todos los monstruos que salen de la arboleda creada por el dios. Soldados armados con lanza llamas, expulsan torrentes de fuego sobre las hordas.

Tanques de guerra se desplazan a los lados de las edificaciones móviles, acompañadas por la infantería. Un réquiem resuena en una sinfonía apocalíptica en la que destrucción y creación chocan las espadas. El inquisidor es el maestro de ceremonias principal, y con los pulmones llenos de aire, vuelve alzar la mano y da la orden que recarguen la artillería de la torre.

Como si de alguna manera lo hubiese visto, el antiguo dios alza uno de sus brazos delanteros y en una macabra orden transmitida en un lenguaje oscuro, mayores números de hordas corren desde las entrañas de los bosques. Las tropas restantes de los rebeldes se unen a los familiares de la naturaleza, en una última confrontación.

...

En otro lugar cercano en un descampado, los seis guardianes se alistan para el asalto. Cuatro de los jóvenes se apartan para dar espacio a la hechicera y al asesino oscuro, al estar en medio de un conjuro de invocación.

Lance ejecuta un doble corte frene a él, formándose una cruz de la que destilan unas líneas de las que emanan humo negro en el espacio, y paulatinamente esas grietas se expanden lo que conlleva a abrir un portal.

María se levanta la manga del brazo izquierdo, lo que expone la blanquecina piel desnuda en la que se marca un tatuaje a la altura del hombro, similar a dos alas angelicales de color azul, las cuales en la parte baja de las terciarias; descienden dos puntas similares a relampagueantes espadas endemoniadas culminantes en el codo.

De ambos portales se invocan los respectivos familiares de la hechicera y el asesino oscuro. De la cruz humeante es liberada una enorme serpiente comparable en tamaño a un golem, que se levanta orgullosa y a la vez devota por aquel que llama maestro.

El tatuaje alado resplandece reluciente, transmitiéndose a las gemas del báculo, al ser recitado un cantico por la hechicera, y culmina al materializarse un círculo mágico frente a ella, del que se desprende telarañas eléctricas y de los bordes emanan una aurora que crecen hasta los cielos.

En el círculo mágico emerge como un corcel que se levanta de manos, pero sin emitir relinchido alguno. De aquel portal se hace presente un ser que se asemeja a una enorme, y elegante centaurea blanca con negro cual caballo tordillo, que deja como un potrillo recién nacido a Alpiel. Mide siete metros de altura. El cuerpo de la gigante está recubierto por una armadura hecha por sus carnes; las piernas son una mezcla entre las de un caballo, y una mujer humana del cuerpo bien torneado. Si la vieran solamente de frente, pensarían que es un ser humanoide con cascos en lugar de pies. El torso es musculoso de brazos que parecen dos troncos, y el enorme par de montes que la hacen mujer. La cabeza es adornada por un yelmo alado que cubre la mitad de su rostro con una máscara, el cual deja las aberturas de aquellos ojos como flamantes soles dorados, a punto de convertirse en supernovas. Atrás de la nuca se derrama una larga cabellera negra, al igual que una crin. Tiene unos labios negros carnosos, y en lo que se ve de su faz son sus facciones finas como los de una muñeca.

La centaurea se acerca a la hechicera, viéndola con cabeza baja, y al cruzar las miradas, la enorme criatura se arrodilla en una educada reverencia, lo que muestra un carácter benevolente y un porte de caballero femenino.




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