El Asesino De Dioses

Capítulo 21: El descenso de los ángeles.

El cazador se aventuró en el sendero de hierba en la basta arboleda, guiado únicamente por el agudo sentido del olfato. El recorrido no albergó peligro o reto alguno al ser gritada la retirada de los rebeldes. No pasó mucho tiempo para arribar al punto de encuentro con sus demás compañeros: un campo de verde forraje cerca de un estanque de agua, en medio de algunos sauces anormalmente grandes, de raíces aferradas a la tierra, del tamaño de un humano adulto.

Según lo acordado al plan, debían disparar una bengala al cielo como una baliza, cual señal reconocida por los Templarios, quienes vendrían a rescatarlos; dicha tarea fue encomendada a Valkiria, al disparar una flecha eléctrica a las alturas para identificar su ubicación. Igual cabe la posibilidad de ser detectados por tropas enemigas, por lo que se preparan por si tienen que pelear nuevamente.

Los dos guardianes de la orden de lobo, pretenden instalar un implante mecánico para la pierna de Alice, de rostro arrugado ante el incómodo momento. Al ser conectada la pierna de metal a las terminales nerviosas de la joven, gana la capacidad de moverlo, sin embargo, al no tener piel sintética no podrá sentir nada; solo el helado de metal áspero que causa un sentimiento de aversión en ella.

La extremidad de repuesto era resguardaba en su dimensión de bolsillo, donde igualmente fue almacenada el hacha del dios, ya que a diferencia del báculo de Risha; ninguno de los guardianes supo qué hacer con la colosal arma, por lo que decidieron dejar ese tema para otra ocasión.

Por otra parte, la dragona de cabellos escarlata descansa al estar recostada en el hiervo con los brazos detrás de la nuca, y tiene una pierna arriba de la rodilla. Sus ojos amarillos están cerrados en una expresión de calma, mientras se distrae mordisqueando un pedazo de rama entre sus colmillos. La mano donde fue alcanzada por la rosa negra, está envuelta por unas vendas blancas, aunque ya tenga los dedos unidos de nuevo a la extremidad sigue entumida.

María se concentra en examinar algunos frascos, en los que guardó muestras del cuerpo creado por Risha, entre los que destacan dientes, órganos artificiales y galones de sangre. Esos lotes van a servir de material para sus experimentos. Ya ha tratado las heridas de los guardianes, por lo que deja la instalación del implante a los lobos.

Valkiria actúa de centinela en una posición similar al de una estatua de porte griego, inmóvil, y orgullosa a la espera de cobrar vida al realizar un limpio corte mortal sobre aquellos, que traten de importunar a sus compañeros. Nada escapa de su vigía, y es la segunda en sentir la presencia de Tonatiuh, ya que Sheila se sobresalta al mero segundo de escuchar pisadas acercándose, y se agrega el fuerte hedor a sangre mezclado con cenizas.

—Toda una reunión familiar... vaya locura que ha resultado todo este cagadero, ¿me perdí de una buena juerga? —pregunta el guerrero de cabello ceniciento, en una expresión macarra, mientras se apoya en un árbol, con tal de no caerse debido al cansancio.

De esa pregunta precede un grito de emoción por parte de la hechicera, al lanzarse hacia los brazos de su amado en un invasivo abrazo, y es rápidamente correspondida, en una muestra de afecto sincero.

—No mucho... solamente tuvimos problemas contra una bruja y di muerte a un dios.

En aires de grandeza, y en una sonrisa macarra, que muestra la dentadura blanca, el guerrero se apunta así mismo con el pulgar al presumir su proeza. A los pocos segundos, la faz arrogante se torna pálida al percatarse de que los lobos lo ven de forma severa, y que el rostro de María se vuelve amargo, lo cual es rápidamente comprendido por Tonatiuh.

—Drake... eres un pendejo, ten tantita consideración. Aparte de matar monstruos, cagarla es tu segunda mejor habilidad —espeta Alicia en desaprobación tal cual una primogénita a su hermano pequeño. Con mucho esfuerzo, se vuelve a poner de pie de manera torpe; todavía no se acostumbra al nuevo implante.

—¡Mierda, lo siento! olvidé por un segundo tu relación con esa cosa... digo ¡ese guardián de la naturaleza! No quise ofenderte; quiero decir... no nos dejó otra alternativa, en otras circunstancias pudo acabar diferente... claro que pudimos ser accesibles... —Con las ganas de que la tierra se lo traga, la lengua de Drake se enreda al no encontrar palabra correcta para sacarlo de esta mala situación sin empeorarlo todavía peor, y solo es devorado por la vergüenza y arrepentimiento.

—Está bien, Drake... en eso tienes razón, no hubo ningún otro remedio... —La hechicera aun decaída esboza una expresión comprensiva. No puede culpar a Drake, nunca podría, ya que todos cargan con ese pecado, en especial ella al ser parte elfo y fue la que dirigió la cruzada—. No fuiste tú solo el que mató a Frenyr o el que lo volvió en esa monstruosidad; todos colaboramos en su caída, estaba preparado para morir, la locura se cernía sobre él, estaba dispuesto a causar un genocidio y ¡por el dragón blanco! Quien sabe lo que pudo ocurrir si retornaba su poder. Tuvimos que detenerlo aun a sabiendas de lo que significaba... fue un mal menor.

El mal menor, Drake odia en sobremanera ese factor que lo ha golpeado durante muchos de sus viajes. El guerrero carmesí suspira con pesadez, y asiente con la cabeza gacha, jurándose que va a pensar antes de hablar o por lo menos va a tratar.

Desde una distancia cercana, Sheila observa todo sentada en el suelo, de piernas cruzadas y con el mentón apoyado sobre una mano, en una mueca de fastidio.

—Estoy muy agradecido de que hayan cuidado de María, en mi lugar —agrega Tonatiuh en un tono cansado, notándose como su cuerpo comienza a tambalearse, tal cual estuviese a punto de perder el equilibrio—. Me han demostrado ser gente de...

La oración del cazador nunca se completa, ante la debilidad de sus piernas sobrecogido por el punzante dolor, y lo jala a caer de rodillas al suelo, del que precede un alarido de espanto por parte de María, quien rápidamente se pone a su altura y saca de su cinturón el equipo de primeros auxilios.




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