El Asesino De Dioses

Capítulo 22: El descenso de los ángeles. Parte 2

Alicia permanece inmóvil, en un porte sombrío con el abrazo diestro aun alzado con la pistola en mano de cañón humeante. La puesta del sol atrás de su cuerpo, produce en ella una sombría imagen, y el visor azul emana un brillo puro tal cual el único ojo de una criatura mítica que irradia poder.

—¡¡Es suficiente, deténganse de una buena vez!! —grita Alicia en potente ímpetu, al dirigirse a sus conflictivos compañeros—, escúchenme bien par de idiotas, porque lo diré una sola vez: Drake no puedes escarmentar a Sheila, como si fueses el líder del equipo, ese rol me corresponde únicamente a mí. Lo que haces es empeorar la pésima relación que tienen ustedes dos y acabas de dañar la dinámica del equipo.

—Pe-pero Alice...

Drake intenta replicar en protesta, al albergar un nudo en la garganta que evita el completar las palabras ante el nerviosismo.

—¡A callar! —interrumpe la guardiana de forma severa.

Lance toma al guerreo del hombro, en un rápido cruce de miradas lo hace entender que calle y escuche.

—No, Drake... —niega con la cabeza el ser oscuro, en un gesto compasivo y por ende el guerrero carmesí se torna cabizbajo, cual perro regañado.

—En cuanto a ti, señorita... —Alice no tarda en concentrar su atención en Sheila—, no solo desobedeciste mis órdenes... te pusiste en riesgo a ti misma de forma innecesaria, también a tus camaradas y comprometiste la misión. No estamos aquí por la gloria, vinimos a representar a Trisary; nos están pagando por salvar vidas... nada de caprichitos pendejos para elevar tu ego.

El sermón de Alicia es toda una balacera de palabras contundentes, que impactan sobre la estoica dragona de rostro amargo, quien permanece en un absorto silencio, y aun cuando parece escuchar todo en completa atención, en los ojos amarillos se puede notar un profundo enojo al borde de explotar.

—¿A quedado claro? —En esa pregunta demandante, la mirada azul de la guardiana se enfoca en el rostro del dragón en forma de mujer—. Es mi responsabilidad cumplir la misión, asegurándome que todos regresen con vida, lo cual estoy dispuesta a cumplir a cualquier costo, siempre y cuando obedezcan mis órdenes.

—Tus demandas son claras, Alicia —En lugar de ser comprensiva, habla a regañadientes en imperioso desdén.

El repudio emana de los ojos carmesí del guardián rojo, al fulminar al a dragona con la mirada; los puños temblorosos se cierran, soportando el impulso de irse encima de ella.

—Sheila tranquilízate, Drake no es nuestro enemigo... esos comentarios que hiciste fueron muy hirientes... me atrevo a decir que llegan a ser discriminatorio, por su condición de ser un portador —dice María al sostener del brazo a Sheila, en un esfuerzo vano por disminuir las tensiones dentro del equipo.

—Lo que no estoy dispuesto a tolerar, son las insolencias de esta excusa de guardián mediocre, cuyo poder es regalado. —Haciendo caso omiso de la segunda al mando, rápidamente la dragona regresa su atención de nuevo en el ejecutor carmesí—. Te debilité a ese dios, y luego te vanaglorias de haberlo matado... meramente distes el golpe de gracia. ¡En lugar de agradecerme, te atreves a insultarme!

—¡¡Te reto a decirlo de nuevo, perra de mierda!! —Drake estalla en ira, liberándose del agarre de Lance, moviéndose al frente. Los guantéateles se transforman en enormes garras afiladas.

De nuevo, ese dolor de cabeza atosiga a Drake, como si fuese un torniquete apretado fuertemente entre sus cienes. Ese último insulto, fue capaz de romper de nuevo al guerrero, desatando una rabia casi demencial. Ha pasado por tanto en su travesía para dominar la armadura, y volver ese poder suyo; que alguien se atreva a negar o desestimar ese hecho, le es repugnante, como si todo por lo que luchó hubiera sido por nada.

Sheila enciende sus puños en fuego a punto de responder con violencia, hasta que una prisión cristalina la envuelve y frena su avance por un breve instante. La dragona se percata que fue materializada por María, de rostro cansado y nariz sangrante por el desgate mágico.

Valkiria se interpone en el camino del guerrero carmesí, parándose de manos con las espadas gemelas en mano; si uno quiere pelear tendrán que derribarla a ella primero.

—¡¿No escuchaste lo que dijo María?! —Lance vuelve a colocarse al frente de Drake. Estira las manos, señalando que retroceda—. ¡Cálmense los dos! Si quieren sacarle los sesos a alguien, que sea el enemigo. Si nos peleamos entre nosotros, nos van a terminar matando a todos.

La barrera violeta se fractura en un sonido quebradizo, del que precede un estallido al caer en miles pedazos como vidrios brillantes, y dejan el paso libre de la dragona sorprendida al no ser ella la causante de la desmaterialización de esa magia. Las dudas son respondidas cuando María cae hincada al suelo, entre jadeos cansados.

El conflicto es olvidado al ser la preocupación de por la hechicera aun mayor que el odio, por lo que todos los guardianes se reúnen para ayudarla a ponerse de pie, entre palabras de aliento y cuestiones sobre su estado.

—No es nada... estoy algo cansada, eso todo —espeta María al limpiar la sangre en su nariz, y no tarda en recuperar el aliento.

Pasado el susto, la lideresa retoma el tópico del conflicto entre Drake y Sheila, dispuesta a poner un alto de una vez por todas.

—¡Ustedes dos! Será mejor que hagan las pases, o voy a tener que llenarles el culo de plomo —demanda la guardiana en medio de los dos guerreros.

—Simplemente no te metas en mi camino, Réquiem o créeme que no me contendré... —. Sheila acepta los términos tanto de Lance como los de Alice, antes de proceder a alejarse de los miembros de la orden de lobo.

—¡Lo mismo digo! —exclama Drake furibundo, viéndola marchar.

El guerrero carmesí respira hondo, en un intento por relajarse y se refleja en la armadura, al volver a la normalidad. La cabeza palpita provocando un punzante dolor, debido al estrés.




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