El Asesino De Dioses

Capitulo 2: pesadilla

Tras una media hora, Drake se retira del campamento, volviendo al pueblo, deteniéndose a comprar algo de comida caliente; en un pequeño local que no se ve tan mal. Se sienta a comer en una de las mesas de ese puesto. Le sirven un pollo y algo de sidral; no es bueno con el alcohol, le marea, no bebe a menos que se sienta muy presionado.

Para el guardián, comer en soledad es un poco triste. Extraña a Alice y Lance. Sin embargo, de la primera espera que cuando la vuelva a ver, pueda disculparse, y no recibir una reprimenda muy fuerte.

Tiempo atrás, Drake viajaba junto con Lance y Alice, por los caminos del territorio de Santus. Descubriendo el volante sobre la quimera en el trayecto, en uno de los puestos de descanso. Ese contrato llamó profundamente la atención a la trinidad de guardianes, por lo que decidieron aceptar el trabajo.

De camino a Palistria, los guardianes se detuvieron en la ciudad de Vomiza, quedándose dos días para descansar del viaje, y tener un rato de diversión, ya sea en los burdeles que son sus lugares más visitados por Drake y Lance, en cada ciudad en donde hacen alguna parada, tras un contrato como una especie de celebración. En esa ocasión el poblado en el que se han detenido, celebraba un evento de carreras de caballo, agregando a la ecuación las apuestas, por parte del propio Lance, al creer que obtendría dinero fácil para sus experimentos con la magia.

Drake, aunque gusta mucho los caballos, para él los juegos de azar, son una pérdida de dinero brutal, así que decidió no involucrarse en esa campaña. Alice, al no sentirse atraída ni por las prostitutas o las apuestas, estuvo buscando refacciones para sus implantes mecánicos, armadura y motocicleta, aparte porque ella. y los caballos no se llevan para nada bien. Quedando de verse los tres casi a media noche en la taberna, para cenar y armar un plan, contra a quimera.

Tras una serie de eventos desafortunados, Lance acumuló una enorme deuda al fallar su "instinto" después de que los caballos en los cuales depositó su dinero, no ganaran ninguna de sus carreras, en cinco competiciones seguidas. Drake se había encerrado con una prostituta que contrató para todo un día, por lo que no estuvo ahí para controlar las locuras de su amigo. Fue casi al anochecer, cuando confirmaron que su compañero lo tenían encerrado y amenazado de muerte, al no pagar lo que se debía.

Obligado por las circunstancias, el guardián carmesí tuvo que vender su caballo "cuervo", para poder ayudarle a saldar lo que quedaba de la deuda. De todos modos, tuvieron que huir de la ciudad, ya que ese mismo día, poco tiempo después de pagada la deuda, Lance quiso visitar a una mujer que había conocido en un bar y con la que tuvo un revolcón, antes de ir a la taberna parar reunirse con Alice.

Al llegar a la casa de la mujer, descubrieron que se trataba de la esposa del dueño de la finca, donde se hacían las carreras, quien recientemente se había enterado de las infidelidades de su mujer por palabras de la sirvienta, quien reconoció a Lance nada más verlo cerca de la entrada. Como era de esperarse, ese el organizador de las carreras no se lo tomó bien y resultó ser una persona muy peligrosa, como poderosa en recursos dentro de la ciudad.

Los dos guardianes se separaron en el camino, logrando perder a sus perseguidores, quedando de verse en Palistria en cuatro días, o en el peor de los casos en Trisary. Drake solo espera que no lo hayan matado, o se haya contagiado con alguna enfermedad venérea en algún burdel de camino, o ambos.

Drake deseaba encontrarse también con Alicia en este pueblo, para cumplir el contrato de la quimera y poder disculparse por dejarla plantada, sin embargo, como no encontró señales de ninguno de sus dos compañeros, ha decidido tomar la delantera. Es la primera vez que anda solo en mucho tiempo, después del incidente tiempo atrás. Invadiéndolo un sentimiento leve de nerviosismo como de un nudo muy fuerte en el pecho.

Cuando menos se lo espera, se percata de que tiene un montón de campesinos atrás de él. Drake simplemente pone una cara de nerviosismo. Siempre le ha enervado estar en presencia de mucha gente, para él es algo claustrofóbico, le hace sentir bastante incómodo. Estas zonas del país de Santus, son de los lugares más pobres y poco actualizados tecnológicamente. Apenas en el trayecto, el guardián pudo ver un tractor al momento que llegó.

—¿Es cierto lo que dicen los rumores? ¿usted es un guardián? —pregunta uno de los granjeros.

Drake no puede evitar sentirse hostigado, trata de mantener la calma tragando saliva. Está a poco de activar el yelmo de la armadura, por lo abrumado de estar rodeado. Descarta la idea ya que podría ser algo impactante para estos pueblerinos; aunque ya debieron esparcirse los rumores de lo ocurrido en la taberna.

Algunos miembros de la aglomera multitud, lo miran con ojos de temor, escudándose con el hombre que sirve de vocero, mientras que otros campesinos miran al guardián con asco y recelo, de forma disimulada. Drake no puede culparlos de todo, debido a la mala fama que tienen los malditos para los Templarios, sin embargo, el guerrero carmesí es intocable para la inquisición dada la protección de Trisary al ser un guardián, siempre y cuando no cometa un crimen atroz o rompa el código. Lo sucedido en la taberna fue en defensa propia, además de que esta ciudad fue conquistada por El libre pensamiento, quienes lo perdonaran, siempre y cuando cumpla el contrato.

—Podría decirse que sí. Si es por la quimera, enseguida parto; solo quería algo de comer. Uno no puede irse a ensuciarse las manos, con el estómago vacío. —Drake esboza una sonrisa nerviosa, la verdad nunca ha sabido porque le desagrada estar rodeado de tanta gente; hace un esfuerzo brutal en mantener la compostura—. «Si llego a cagarla, y mancho el nombre del clan; pondrán mi cabeza en una pica», piensa con los nervios encima.

—Estamos muy aliviados que un profesional venga a nuestro pueblo, a matar al monstruo a pesar de que te ves tan joven. —El anciano se ve aliviado, desprende un brillo esperanzador en sus ojos, una mala señal para el guardián—. Quisiéramos ofrecerte un trabajo aparte. Uno discreto —dice esto último en un susurro temeroso, mirando a los lados, como si tratara de ocultar algo.

«¿Habrá otro monstruo por aquí? no, los soldados ya me lo hubieran dicho, creo que ya se lo que quieren», Drake frunce el ceño, mirando despectivamente a los campesinos, al ver venir la naturaleza de aquella enigmática petición.

—Vera, nosotros...

—¡Por favor, mate al comandante Forge! —Interrumpe desesperada una de las campesinas, al borde de caer en llanto—. ¡Ese hombre es un verdadero monstruo!

El quiebre de la mujer, es el catalizador de un coro de peticiones angustiantes e inentendibles de los granjeros. Drake no puede ni escuchar sus propios pensamientos, hasta que el primer hombre que habló los calla.

—Todos aquí tenemos problemas, pero no podemos atosigar al joven guardián con toda esa carga, diré un breve resumen de lo que hace el comandante Forge. —El hombre respira hondo y aclara la garganta—. Ha subido el tributo que pagamos de manera desmedida, de no cumplir el impuesto, se llevara todo lo que poses y los que se resisten, son arrojados con la bestia.

—Ahora cualquier delito, es sentenciado a ser devorado por ese monstruo. —Se acerca otro de los aldeanos, continuando las anécdotas de la administración de Forge—. Ha amancillado nuestras creencias. Nuestro querido pastor que poseía una sabiduría, y bondad tan grande, fue arrojado a la morada de ese monstruo. Tal vez él fue quien abrió la puerta, sin embargo, no quería que pasara esto; por favor, te daremos todas las cabezas de ganado que nos quedan, incluso dejaremos que pase una noche con nuestras hijas o hijos como usted lo prefiera. ¡Por favor, ayúdenos! —Rompe en llanto al dar esa solicitud.

«¿Tanto odian a ese hombre como para darme todo lo que poseen?», piensa Drake, sumamente sorprendido. Al escuchar sobre las cabezas de ganado se despierta algo de tentación. El código al que juró seguir retumba en su cabeza, arrancando esas ideas. Antes de que pueda hablar, una anciana se acerca tomando su brazo.

—Por favor. Vengue a mi nieto.

—Me están mal interpretando... —Drake se aparta con cuidado de la anciana, levantándose de la silla y retrocediendo unos pasos. El rostro incrédulo, cambia a una espeluznante sonrisa desvergonzada—. Los guardianes tenemos un código de conducta estricto, y la verdad no soy ningún héroe; soy un cazador de monstruos profesional, y no mato a esa clase de monstruos. Además, ustedes saben que el pastor liberó al monstruo, aun así, lo siguen poniendo como una blanca palomita; los guardianes no nos metemos en conflictos de los credos, ahora si me disculpan, tengo que trabajar. —Las palabras de Drake son contundentes y sin tacto, lo que enciende la cólera y odio en los aldeanos.

—¡Maldito cerdo! ¿¡y se hace llamar caballero?! —exclama la anciana que le había tomado del brazo.

—Nunca me hice llamar caballero. —Un gesto frío se dibuja en su cara, antes de marcharse a la mazmorra—. Voy a quitarles de encima lo que su pastor liberó, adiós y que el viajero los bendiga a todos.

Los insultos de los aldeanos se hacen presente, maldiciéndole y deseándole la muerte. Drake simplemente se limita a retirarse. No mide palabra alguna a esas provocaciones genéricas, que poco le afectan. Camina hacia las afueras de la ciudad, al seguir el camino de la terracería hasta llegar a una especie de puerta de piedra rota a sus pies. La puerta tiene símbolos extraños, los cuales, según lo aprendido en la Fortaleza oscura, pueden ser sellos mágicos. La entrada mide dos metros de largo y de ancho. Forge acompañado con cuatro soldados le esperan en la puerta.

—Estaremos aquí esperando a que salgas y evitar que cualquier curioso se acerque. ¿eso te molesta? —Drake se da la vuelta, solo para negar fríamente con la cabeza. Los hombres de Forge empiezan a moverse en varias direcciones, cubriendo puntos clave donde la gente pueda acercarse, el comandante se queda viendo al guardián por unos segundos y pone una mueca de extrañeza.

—Bien, si me disculpas, tengo a una quimera que castrar, espero que tengas el dinero cuando regrésese. Lo necesito urgentemente. —Drake recalca esto último, albergando impaciencia.

—No te preocupes —interviene Forge, en voz animada—, serás bien recompensado, solo tienes que traer la cabeza de la bestia como muestra de tu victoria.

Drake no mira hacia atrás y se dispone a entrar a esa mazmorra. Baja unas escaleras de piedra. Se siente un largo trayecto al ir descendiendo, cada paso dado al bajar la caverna se sumía en una oscuridad húmeda.

Finalmente llega a una especie de pasillo, gracias a las luces de los ojos verdes del casco puede ver perfectamente en la oscuridad. Lo primero con lo que se encuentra son esqueletos, varios tienen lo que alguna vez fueran armaduras tanto del libre pensamiento como de templarios, también hay de gente normal. Cuerpos pulverizados y desgarrados por lo que se puede suponer que fueron obras de enormes garras, de una bestia muy poderosa. El techo está a cincuenta metros de distancia del suelo.

Al caminar por el pasillo se encuentra con dos caminos diferentes. De repente empieza a escuchar pesadas pisadas que vienen de la derecha, rápidamente corre hacia la izquierda llegando a un altar con varias tumbas a su alrededor, se prepara con una espada recién creada, lo empuña con ambas manos y se esconde tras el altar, en alerta. Las pisadas hacen temblar el piso.

Escucha como gruñe junto al sonido de gotas caer al piso; es sin duda la baba de la criatura, dándole a entender está hambrienta. Drake se asoma lo suficiente para verla; la quimera tiene una piel escamada de color purpura como un reptil; tiene la cabeza de un león con una melena roja, ojos negros; sus patas traseras son de águila y la cola es de un escorpión.

El guardián siente el leve sentimiento de alivio por no tocarle una quimera de varias cabezas. Al distraerse se descuida; la bestia le ve y se le abalanza. Drake Logra hacer una maniobra evasiva, al rodar en el piso. La bestia rompe la estatua en la colisión.

El guerrero rojo se pone en posición de ataque; sujeta firmemente la empuñadura de la espada. La quimera se vuelve, al acecho de la presa; camina lentamente, al posar la hambrienta mirada en Drake.

Hay contacto visual entre los dos, los segundos de espera se vuelven eternos a la espera de quien va a ser el que dará el primer movimiento. La quimera lanza una punzada con la cola, siendo esquivada ágilmente por el guardián, al apartarse a un costado y deja caer un martillazo de la espada sobre el látigo de la extremidad, cortándolo en dos, inutilizando la cola, cuya punta cae al suelo en un riachuelo de sangre.

La quimera ruge de dolor al tiempo que mueve la cola frenéticamente, regando gotas negras sobre el suelo. Furiosa, la bestia ignora el dolor y vuelve a arremeter estirando las zarpas hacia el guerrero. Drake se aparta moviéndose a la izquierda, al posicionarse en ese flanco de la criatura y vuelve a encestar un tajo, esta vez en el torso.

El sonido de la carne siendo desgarrada sube la moral del guardián, viendo un final próximo en su batalla. Acero rebana la dura carne escamosa, faltándole impulso, alejándole del golpe mortal. La quimera gime de dolor, lanzándole un zarpazo, el cual falla. Drake retrocede de un brinco, alargando la distancia.

La criatura se levanta viéndose la ira en sus ojos, se prepara nuevamente y corre hacia él. Esta vez, cuando el guardián está a punto de moverse para el lado derecho, la quimera suelta un rugido que lo aturde y con sus garras lo golpea mandándolo a volar. Drake choca contra la pared agrietándola en la colisión. En medio de gruesas nubes de polvo, se vuelve a levantar tambaleándose. La bestia acorta la distancia al arrojarle una dentellada.
 




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