A la mañana siguiente me levanté de la cama cuando la alarma sonó a las 8:00 am.
Como dije anoche. No pegué ojo en ningún momento.
Me encamine arrastrando los pies hasta la puerta del baño, quería asegurarme de no parecer un zombi andando, eso definitivamente haría que mi día fuera insoportable con mi madre por un lado como si fuera un bebe.
- mierda - murmuré cuando me vi en el espejo del baño. Unas leves pero visibles ojeras aparecieron bajo mis ojos.
Rápidamente me enjuague el rostro con agua fría como si eso me fuera a ayudar.
Me cepille los dientes y peine un poco mi cabello oscuro con los dedos antes de bajar a tomar un poco de café.
- eso es todo - dije resignandome ante mi reflejo - estas acabado.
Salí de la habitación y la puerta de Erika estaba abierta, probablemente ya se había levantado.
No me molesté en cambiarme la pijama que me había puesto anoche y entré a la cocina donde ya estaban todos reunidos.
Mi Madre soltó un chillido al verme y rápidamente corrió hacia mi.
- ¿no pudiste dormir? - preguntó preocupada.
- supongo que es por el cambio. - dije sin darle importancia.
- eso va a cambiar
- ¿muy segura? - cuestioné sentandome junto a Erika quien devoraba los restos de la tarta de manzana que había sobrado de anoche.
- sólo se preocupa por ti, idiota - soltó con la boca llena
- lenguaje - amenazó mi madre
- pareces animal comiendo de esa forma - resoplé
- y tu un drogadicto que recién salió de rehabilitación - contraatacó
- basta - sentenció mi madre - los dos. Ya basta.
Le di una mirada fría a Erika y después me dispuse a desayunar un poco del pastel de chocolate que April había traído anoche, el abuelo ya me había dado una taza de café bien caliente y cargada para poder sobrellevar el día de hoy.
- hoy tendremos un día ocupado - anunció la abuela
- ¿a donde iremos? - preguntó Erika
- compraremos unas cosas en el centro para preparar algo delicioso que podamos llevar a la comida en la casa del reverendo Warren - aclaró mi madre.
- paso - dije con un bocado de pastel en la boca.
- y vamos a ir todos - recalcó mi padre
- no pueden obligarme
- claro que si - dijo mi madre - todos estaremos ahí. Y no pienso dejarte solo.
- ¿para que puedas vigilarme como si fuera un enfermo mental?
- ya basta - gritó mi madre dandole un golpe a la mesa
Silencio.
Tomé mi plato con el resto del pastel que me quedaba y me levante de la silla.
- ¿a donde vas? - cuestionó mi padre.
- a mi habitación. ¿O es que tampoco puedo tomar esa decisión? - pregunté con sarcasmo.
- es por tu bien, hijo - agregó mi padre - todo lo que hacemos es para que tu estés bien
- eso no depende de ustedes.
Salí disparado de la cocina directo a mi habitación.
Cerré la puerta tan fuerte que creí que esta se rompería.
Una vez dentro lancé el plato contra la pared en un intento de tranquilizarme.
Minutos después Erika apareció con una escoba y un recogedor.
La observé como limpiaba cada pedazo de vidrio y cada trozo de pastel del suelo.
Me senté en la orilla de la cama con la respiración aún afectada.
- no eres el único que se sacrifica - su voz me hizo volver a mirarla. Estaba de pie en la puerta con la escoba en una mano y el recogedor en la otra. Sus ojos se veían enrojecidos y claras lágrimas rodaban sus mejillas - tenía amigos. Tenía una vida. Y tu me la quitaste.
- tienes 15 años - solté - aun te faltan cosas por vivir.
- solo queremos ayudarte - dijo dolida - ¿porque te empeñas en actuar como un idiota?
- nunca les pidí ayuda.
- ese es el asunto - más lágrimas rodaron por su rostro - somos tu familia. Y aunque no pidas nuestra ayuda. Siempre te la vamos a brindar.
La miré y Suspiré.
- me dueles Eric - su voz se quebró - eres mi hermano mayor y todo lo que te pase, me pasa a mi. Y a mamá y a papá. No te encierres en tu mundo de nuevo - sollozó - te acabo de recuperar...
Abrí la boca para decir algo pero inmediatamente la volví a cerrar. No sabia que ella sufría tanto y saber que yo era el causante de eso hacía que un nudo se formara en mi garganta.
Asintió resignada y salió de la habitación dejándome ahí con el maldito nudo que me impedía decir palabra alguna.
Después de un rato me metí a bañar para vestirme con unos vaqueros y una playera negra, me puse las botas negras que cualquier tipo tiene y me pasé las manos por el cabello para peinarlo.
Salí de la habitación no sin antes tomarme una pildora.
Cuando bajé a la cocina vi que se estaban preparando todos para salir.
- ¿hay espacio para uno más? - pregunté bajando las escaleras
La mirada de sorpresa de mi madre no tuvo precio. Después me dedicó una sonrisa amable.
Cuando salimos de la casa tomé a Erika del brazo para separarla de todos
Me miró con el ceño fruncido lista para pelear
- lo siento - dije con sinceridad.
Su rostro se relajó y me dedicó una sonrisa de boca cerrada.
- no sabía que sufrias por mí culpa
Lo que hizo después me tomó por sorpresa, hacía mucho tiempo que Erika y yo no nos abrazabamos. Era algo que normalmente solo hacíamos cuando alguien cumplía años.
- solo quiero que estés bien - murmuró contra mi pecho
- lo estaré
Cuando nos separamos me dió una mirada seria - si le dices a alguien de esto - dijo señalandonos - te coceré la boca mientras duermes.
Reí. Esa es la Erika que recordaba.
- venga - dije siguiendo a los demás hacia la camioneta del abuelo.
Era una vieja pick up roja, que para ser vieja, se encontraba en excelentes condiciones. Todo un clásico.
- ¿crees que sea posible que to la manejé? - le pregunté al abuelo
- ni en tus sueños muchacho - respondió haciendo una mueca
El camino al centro fue normal, Erika y yo nos fuimos en la caja de la Pick up, personas que nos veían saludaban a los abuelos desde lejos.
Editado: 21.04.2022