El profesor Arturo Velázquez había resuelto la equación que le ayudaría a viajar en el tiempo. Quería ir a 1714 para liquidar a Felipe V y de esta manera, devolver la paz a Cataluña y a los reinos de España. Aquel viernes por la noche sería un buen día para hacerlo.
Se vistió con el mejor traje que tenía en el armario y con su amigo Juan Martínez subió a su nave espacial.
Una vez estuvieron en el interior del vehículo, el profesor Velázquez cerró la puerta y puso en marcha el motor principal de la cosmonave. Esta, despegó dando vueltas sobre sí misma y empezó a sobrevolar el inmenso cielo de una nación llena de españoles que contemplaban el espectáculo.
Por fin salieron al espacio exterior. Des de allí, la Tierra no parecía la misma: era un poco más pequeña y redonda del tamaño de una pelota de fútbol. Estaba cubierta de nubes negras que estaban cargadas de lluvia, para regar un poco, los campos del planeta que les había acogido durante tantos años.
Después de unas horas -debían ser las cuatro de la madrugada-, entraron en el agujero de gusano que había cerca de Saturno. Los cálculos habían sido satisfactórios porque una vez lo hubieron cruzado, llegaron a la misma galaxia de dónde habían partido, pero tres siglos y cuatro años antes.
Aterrizaron cerca de Madrid a las afueras de un pueblecito llamado La Zarzuela, dónde vivían los reyes Felipe d'Anjou y María Luisa de Saboya con sus hijos Carlos, Fernando y Luís. Se hospedaron en una taberna de Alcalá de Henares dónde pasaron los tres días antes del homicidio y planearon cómo lo harían.
El tabernero, les preguntó de dónde eran porque no los había visto antes y para él eran unos simples forasteros aunque hablaban a la perfección, el castellano. Ellos contestaron en seguida:
— ¿Perdón? ¿Podría vuestra merced, facer el favor de repetir la pregunta?
— Sí. Agora... ¿De qué lugar provienen vuestras mercedes?
— De Salamanca.
—¿Me pueden fablar de esta ciudad? Yo quería ir de chiquillo pero nací en una casa pobre y creo que moriré así.
— Como bien sabe, Salamanca es ciudad universitaria. Una población fermosa en Castilla y León. Nací en las afueras, en un palacio propiedad de los Velázquez. Hijo del Conde Jorge Velázquez y de la Marquesa Laura Marin. Tenían un chico, un año mayor que yo: se llama Ángel y vive aún, allí.
— Y su compañero... ¿De quién es hijo?
— Del Barón Antonio Martínez y de la Condesa Rosa Garcia. Nací en Toledo pero nos fuimos de allí cuando yo tenía tres años, para Salamanca. Conocí al Conde Ángel Velázquez y al Marqués Arturo Velázquez cuando yo hice los diez y ocho años.
— Pues les invito a unos vinos y les hago un descuento... Serán once reales las tres noches.
Pagaron el precio que costaba hospedarse en aquella finca y al terminar la cena, subieron a sus habitaciones. Quedaron pues, que a la mañana siguiente irían a entrevistarse con Felipe d'Anjou al mausoleo y así averiguar a qué hora salía de paseo por los jardines del alcázar.
Se sorprendieron al saber que éste estaba de viaje a Londres y que no volvería pasados los quince días que duraría la expedición.
Tendrían que quedarse y esperar su regreso, con ansia.
Visitaron duarnte aquellas dos semanas Zaragoza, Barcelona, Valencia y Ciudad Real. Volvieron a Madrid al cabo de unos catorce días, justo a tiempo para ver la llegada del monarca de orígen francés pero gobernante del diminuto Imperio Español.
A la mañana siguiente fueron a visitarlo. Estaba ayudando a dar de comer sus caballos pero al ver sus visitantes, dejó lo que estaba haciendo para atenderles. Arturo le preguntó:
— ¿A qué hora sale a dar su paseo por los jardines de palacio?
— A las seis de la tarde.
Fue simple, la respuesta que les dió pero al fin y al cabo, les había contestado. Se fueron para el mesón donde estaban instalados y después de comer subieron a descansar.
Pidieron al posadero que les despertase a las cinco y media para ir a la fortificación real, otra vez, y asesinar a Felipe V. Aunque los soldados que vigilaban la entrada les permitieron entrar, no fue tan fácil apuñalarlo sin que nadie los viera... Iba acompañado de su hijo mayor, don Carlos III d'Anjou y de su esposa María Luisa de Saboya. Por suerte, durante unos minutos, Carlos y María Luisa le dejaron sólo y aprovechó este instante para poder atentar su vida y, de una vez por todas, matarlo.
Así terminó la vida del todo poderoso regente de España y su esposa juntamente con sus hijos, tuvo que declarar la primera República española. No supieron cómo había desaparecido el asesino ni quién había sido el culpable del crimen. Lo que sí supieron es que Cataluña y España ya no se pelearon jamás.
Los hermanos Velázquez se trasladaron a Barcelona, al llegar del viaje en el tiempo que había hecho el profesor Arturo con Juan Martínez y éste partió a Nueva York dónde culminó sus estudios como médico y se hizo catedrático en la Universidad de Harvard.