El beso con Eva permaneció en la piel de Alistair como un fantasma tibio, un talismán contra el frío que Lysander le había infundido. Durante dos días, se aferró a esa sensación, a la normalidad ilusoria que ella ofrecía. Eva era su cómplice, su ancla en el mar de locura de Saint Dismas. Juntos, susurraban teorías en los pasillos, y Alistair sentía un destello de su antigua confianza volviendo, ahora dirigida no a la ciencia pura, sino a esa alianza humana.
Esa frágil burbuja de seguridad estalló en la mañana del tercer día.
Estaba revisando sus infructuosas notas sobre Lysander cuando una sombra se cernió sobre su mesa. Era el Dr. Magnus. Su cuerpo imponente bloqueaba la ya débil luz de la habitación, y sus ojos grises, siempre penetrantes, ahora parecían saber cosas que Alistair ni siquiera se atrevía a confesarse a sí mismo.
"Dr. Vance", la voz de Magnus era suave, casi paternal, lo que resultaba más aterrador que cualquier tono de reprimenda. "Un momento de su tiempo, por favor. En mi oficina."
No era una invitación. Era una citación. El corazón de Alistair se hundió. Pensó inmediatamente en los archivos, en el polvo que quizás había perturbado, en la puerta de la habitación de aislamiento que no había cerrado perfectamente. ¿Sería eso? ¿El enfrentamiento final?
De camino a la oficina, cada paso resonaba como un tambor fúnebre. Esperaba ser recibido con ira, acusaciones, quizás su despido sumario. En cambio, Magnus cerró la puerta con un clic suave y se dirigió a una silla de cuero envejecido frente a un escritorio macizo de roble.
"Siéntese, Alistair. ¿Puedo llamarlo Alistair?", comenzó Magnus, su tono aún casual. "Usted ha sido... diligente. Mucho más que sus predecesores. Investigando archivos, haciendo preguntas, intentando comprender las profundidades de nuestro trabajo aquí."
Alistair se quedó paralizado. Él lo sabía. Lo sabía todo.
"Dr. Magnus, puedo explicar..."
"No es necesario", lo interrumpió Magnus, alzando una mano. Una sonrisa estrecha cruzó sus labios. "La curiosidad es una carga del genio. Y yo reconozco un intelecto superior cuando veo uno. Usted no fue enviado aquí por casualidad, Alistair. Usted fue atraído."
Mientras hablaba, los ojos de Alistair recorrieron la oficina. Era un museo de herejías. Crucifijos invertidos colgaban en las paredes de madera oscura, tallados con símbolos que recordaban los dibujos de la anciana. Un gran sello de Salomón estaba pintado en el suelo, pero sus líneas estaban distorsionadas, como si se hubieran derretido y redibujado por una mano blasfema. En una estantería, frascos de vidrio que contenían líquidos turbios y cosas indistintas y palpitantes descansaban junto a tratados de demonología encuadernados en cuero. El aire era pesado con el olor a incienso viejo y algo metálico, como cobre.
"¿Qué es este lugar?", preguntó Alistair, con una voz áspera y susurrante.
"Saint Dismas no es un hospital, Alistair. Es un dique de contención. La última línea de defensa." Magnus se inclinó hacia adelante, sus ojos fijos en los de Alistair con una intensidad abrumadora. "Lo que usted vio en los archivos no son delirios. Son manuales de operación. Las 'entidades parasitarias' son reales. Demonios. Gusanos conscientes que se banquetean con la desesperación humana. Y los mantenemos aquí, atrapados en su celda de carne y hueso, mediante rituales, geometría sagrada pervertida y fuerza de voluntad."
Alistair sintió que el suelo cedía bajo sus pies. Escuchar esa confesión de boca del propio Magnus era diferente a leerlo en registros polvorientos. Era una validación aterradora.
"¿Y el Caso 7? ¿Lysander?"
Magnus soltó una risa baja y sin humor. "Lysander. Nuestro mayor triunfo y nuestro mayor peligro. No es un hombre, Alistair. Es un Ángel Caído. Un ser de poder incalculable, capturado en un momento de extrema corrupción. Su esencia divina fue... mancillada. Él es nuestra principal pieza de contención. Su mera presencia, incluso catatónica, mantiene a las hordas inferiores bajo control. Los demonios que poseen a los otros pacientes anhelan consumirlo, o peor, liberarlo para que termine la obra que comenzó."
La revelación golpeó a Alistair como un puñetazo físico. Un Ángel Caído. La visión de las alas negras y retorcidas durante la hipnosis volvió a su mente con toda su fuerza. No era una alucinación. Era un vislumbre de la verdadera forma de Lysander. La belleza angelical no era una ilusión; era la carcasa de algo divino que había sido arruinado. La víctima catatónica era, en realidad, un arma de poder apocalíptico.
"¿Y usted?", preguntó Alistair, su desconfianza luchando contra la lógica brutal de la historia de Magnus. "¿Qué es usted en todo esto?"
"Yo soy el guardián", declaró Magnus, levantando la cabeza con un aire de solemne resignación. "El custodio de esta prisión. Heredé esta carga de mi predecesor, así como él la heredó del suyo. Luchamos para mantener el equilibrio, Alistair. Un equilibrio precario. Usamos fuego para combatir el fuego, conocimiento prohibido para mantener a raya la oscuridad. Sí, los métodos son... repulsivos. La corrupción que usted siente en estas paredes es real. Nos consume, a todos nosotros. Pero es un precio necesario para evitar un mal mayor."
Extendió las manos sobre el escritorio, con las palmas hacia arriba, como un suplicante. "Lo necesito, Alistair. Su mente, su escepticismo inicial, su fuerza. Usted no está corrompido como los demás. Puede ver con claridad. Únase a mí. Ayúdeme a mantener este dique."
Y entonces, vino el golpe de gracia, la manipulación final.
"Pero necesita cortar los lazos con influencias peligrosas", dijo Magnus, su voz baja y conspiradora. "La enfermera Eva... ella no es quien usted cree que es."
Alistair sintió un frío recorrer su espina dorsal. "¿Qué quiere decir?"
"Ella es nueva aquí, ¿no es así? Apareció de la nada, mostrando una compasión que es un lujo mortal en este lugar. ¿No le parece... conveniente? Que usted y ella fueran testigos de un evento sobrenatural juntos, el vínculo que se formó... ella aferrándose a usted en el pasillo oscuro." Los ojos de Magnus brillaron. "Ella es una tentación, Alistair. Un cebo. Las fuerzas que buscan liberar a Lysander son astutas. Enviaron a una de sus propias criaturas, una súcubo de modales suaves, para seducirlo y alejarlo del camino verdadero. Para corromperlo a través de los deseos más básicos de su humanidad. No confíe en ella."
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Editado: 10.10.2025