'el Asilo De Los Espejos Oscuros'

El Ritual de las Almas Gemelas

La huida de Alistair por los pasillos de Saint Dismas fue la de un animal acorralado. Su respiración jadeaba, un sonido áspero y desesperado que se perdía en el vasto silencio del asilo. Las paredes de azulejos blancos, bajo la luz de luna de leche, ahora parecían los dientes de un gran depredador, y él corría directo hacia su garganta. No había adónde ir. Su habitación era una trampa, la celda de Lysander un posible objetivo obvio. Cada sombra se retorcía con el recuerdo de la transformación de Eva, de su piel pálida volviéndose carmesí, de los cuernos negros irrumpiendo en su frente.

Tropezó en un ala desierta, apoyándose contra una pared fría, intentando recuperar el aliento. Fue entonces cuando el asilo cambió.

Las luces parpadearon una vez, de manera enfermiza, y luego se estabilizaron en un brillo aún más pálido y siniestro. Un zumbido bajo, casi subsónico, comenzó a llenar el aire, una vibración que hacía doler los huesos. Era como si la propia estructura del edificio estuviera gimiendo bajo un estrés imposible. De todas las alas, distantes, pero creciendo en volumen, vinieron gritos. No eran gritos de locura común, sino de puro terror primordial, seguidos por risas estridentes y crujidos metálicos. Las contenciones, tanto físicas como sobrenaturales, estaban fallando.

Antes de que pudiera moverse, unas figuras emergieron de las sombras en el extremo del pasillo. No eran enfermeras. Eran ordes, sus rostros contraídos en máscaras de odio y hambre, sus movimientos un arrastre torpe y rápido. Venían hacia él.

Alistair corrió en la dirección opuesta, su corazón latiendo como un tambor en pánico. Doblo una esquina y chocó con una figura sólida y alta.

Era el Dr. Magnus.

El director parecía haber envejecido décadas en horas. Su rostro estaba pálido y sudoroso, sus ojos, antaño penetrantes, estaban hundidos y rodeados de sombras oscuras. Su ropa estaba desalineada, y sostenía una antigua daga con una hoja de plata, cuya empuñadura estaba enjoyada con gemas opacas.

"¡Vance!", gruñó Magnus, agarrándolo del brazo con una fuerza sorprendente. "¡No hay tiempo! ¡Ella viene por ti!"

"¡Suélteme!", gritó Alistair, intentando liberarse. "¡Mentiroso! ¡Usted y ella... son la misma cosa!"

"¡No, terco necio!", lo sacudió Magnus, su voz una mezcla de furia y desesperación. "¡Yo soy lo único que se interpone entre tú y la aniquilación! ¡Todo lo que hice, toda la oscuridad que permití que me consumiera, fue para llegar a este momento! ¡Para protegerte! ¡Para protegerlo a él!"

Los ojos de Magnus brillaron con una lucidez aterradora. "¡Ella te mintió, Vance! ¡Lysander no es el peligro final! ¡Es la única esperanza! ¡Y tú... tú eres la llave!"

En ese momento, el zumbido bajo se transformó en un cántico gutural, proveniente del ala prohibida. Una luz roja pulsante comenzó a bañar el final del pasillo.

"¡Ella está comenzando el ritual!", gritó Magnus, tirando de Alistair con una fuerza renovada. "¡No hay tiempo para explicaciones! ¡Confía en mí, aunque sea por última vez!"

La opción de Alistair era ser atrapado por las ordes que se acercaban o ser arrastrado por Magnus. Se dejó llevar.

Magnus no lo llevó a un lugar seguro, sino directo a la fuente del peligro: la cámara circular donde había presenciado la transformación de Lilith. La puerta ahora estaba abierta de par en par. El símbolo en el suelo brillaba con una luz roja profunda, y las antorchas ardían con llamas negras. En el centro, Lilith, en su forma carmesí y cornuda, estaba de pie. Frente a ella, una figura encapuchada y encorvada removía un brasero donde cosas indescriptibles ardían, liberando un humo ámbar y espeso.

"¡Alto, bruja!", gritó Magnus, empujando a Alistair detrás de sí y blandiendo la daga.

Lilith rio, el sonido hizo eco en la cámara como el tintineo de vidrios rotos. "Demasiado tarde, viejo. La invitación fue aceptada. El novio está aquí."

Ella miró a Alistair por encima del hombro de Magnus, sus ojos de brasa fijos en él con posesividad.

"¿Pensaste que fue por casualidad, Alistair? ¿Un psiquiatra brillante elegido para un caso imposible?" Su sonrisa era una grieta cruel. "Eres un 'alma espejo'. Una rareza. Un recipiente psíquico tan puro, tan maleable, que puede reflejar y albergar una esencia divina sin despedazarse por completo. Eres el receptáculo perfecto para Lysander."

Alistair sintió que el suelo cedía bajo sus pies. "¿...el qué?"

"Él no puede simplemente escapar de su celda de carne, querido. Las ataduras son demasiado fuertes. Pero a través de ti... él podría. Tu alma y la de él podrían fusionarse. Él habitaría en ti, no como un parásito, sino como un simbionte. Un Ángel, finalmente libre, en un recipiente que puede navegar por el mundo. Para eso fuiste traído aquí. Es el plan de Magnus durante décadas."

Alistair miró al director, aturdido. El "villano" inicial, el hombre de los artefactos pervertidos, temblaba, pero su expresión era de feroz determinación.

"Es verdad", susurró Magnus, su voz ronca. "Todo lo que hice, toda la corrupción que abracé, fue para engañarla, para mantenerla lejos de la verdad hasta que estuvieras listo, hasta que Lysander estuviera lo suficientemente fuerte para el vínculo. Yo soy el guardián, Vance, pero no de la prisión... de la esperanza."

El giro fue tan monumental que Alistair apenas podía procesarlo. El comportamiento siniestro de Magnus, sus métodos repulsivos... era una máscara. Un disfraz desesperado para engañar a Lilith y a sus amos. El hombre había sido corrompido por los horrores que tuvo que cometer y presenciar para mantener el plan con vida.

"Y ahora", Lilith continuó, su voz llena de un triunfo venenoso, "ahora que lo sabes, es demasiado tarde. No permitiré esa fusión. No permitiré que el Ángel del Juicio Final camine en la Tierra nuevamente."

Ella extendió una garra hacia Alistair. "En lugar de un recipiente para un ángel, te convertirás en un nido para uno de mis hijos. Tu alma espejo será mancillada, corrompida y retorcida. Te volverás inútil para Lysander. Y entonces, te quebraré, lentamente, durante siglos."




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