'el Asilo De Los Espejos Oscuros'

La Celda del Juez

La puerta de la celda de Lysander no estaba trancada. Cedió al empujón desesperado de Alistair con un crujido suave, casi un suspiro de resignación. Él entró tambaleándose, esperando encontrar el mismo cubículo blanco y estéril, el mismo hombre inmóvil bajo la luz fantasmal.

En cambio, encontró el ojo del huracán.

La celda se había transformado. Las paredes blancas ya no existían — o mejor dicho, se habían disuelto en un velo de luz plateada y tranquila, a través del cual las siluetas distorsionadas del caos en el pasillo parecían meras sombras de una pesadilla distante. El sonido de los gritos, de los crujidos y de las explosiones estaba amortiguado, como si se escuchara bajo el agua. En el centro de este oasis de quietud sobrenatural, Lysander ya no estaba sentado en la cama. Estaba de pie, y su belleza angelical ya no era perturbadora sólo por su serenidad, sino por su magnitud.

Irradiaba luz. No la luz cálida y dorada de su toque anterior, sino una luz fría, plateada y absoluta, como la de una estrella a punto de convertirse en supernova. Sus alas ya no eran las alas negras y retorcidas de su visión hipnótica. Eran vastas, majestuosas, hechas de luz solidificada y sombra primordial, un tapiz cósmico de galaxias nacientes y estrellas moribundas. Y sus ojos... sus ojos azules ya no eran los de un hombre, o incluso de un ángel caído. Eran portales a un vacío infinito y consciente, un azul tan profundo y antiguo que contenía todo el espectro del juicio.

"Alistair."

La voz ya no era una melodía hipnótica en su mente. Era una declaración. Un hecho. Sonó en el espacio entre ellos y dentro del alma misma de Alistair, imposible de ignorar o negar.

"Lysander...", jadeó Alistair, su propio cuerpo sintiéndose insignificante, un polvo cósmico ante aquella presencia. "El asilo... se está desmoronando. Magnus... está muerto. Murió para traerme a ti. Para que pudieras escapar."

Lysander inclinó ligeramente la cabeza, un gesto que no era de gratitud, sino de reconocimiento de un hecho consumado.

"Magnus comprendía una fracción de la verdad. Creía que yo era un arma para ser liberada. Un medio para un fin. Se equivocaba."

La luz alrededor de Lysander pulsó suavemente, y Alistair vio, en flashes rápidos y dolorosamente claros, la verdad final desarrollarse en su mente.

Vio a Lysander no como una víctima, sino como un voluntario. Un ser de un orden tan elevado que su mera presencia era un instrumento de evaluación cósmica. Había "caído" no por corrupción, sino por deber. Saint Dismas no era una prisión para demonios; era un tumor, un absceso de pura corrupción espiritual que amenazaba con infectar el mundo. Y Lysander era el antídoto final.

"Mi catatonía", la voz de Lysander hizo eco, "no era una debilidad. Era una contención autoimpuesta. Mi despertar completo, mi verdadera forma desplegada, no es un acto de escape. Es un acto de purificación."

Nuevas imágenes invadieron a Alistair: el asilo, no como un edificio, sino como una red de almas. Vio a los demonios, sí, las entidades parasitarias de las que hablaban los archivos. Pero también vio a los pacientes – las almas humanas irremediablemente quebradas y retorcidas por el dolor y los experimentos de Magnus. Vio a los funcionarios, aquellos que se habían rendido a la oscuridad por conveniencia o por placer perverso. Y vio las pocas chispas de inocencia aún no totalmente apagadas, escondidas bajo capas de locura.

"Mi esencia es el Juicio Final, Alistair. No el juicio de un dios irado, sino el de la realidad reafirmando su propia integridad. Cuando me despierte completamente, todo dentro de estos límites que ha sido corrompido más allá de toda reparación será disipado. No habrá escape, no habrá excepciones. Demonio y alma humana corrompida serán barridos de la existencia con la misma indiferencia con la que el fuego consume la hoja seca y la rama podrida."

Alistair sintió un frío mortal que ni siquiera el toque original de Lysander podría igualar. Magnus pensaba que estaba liberando a un aliado. Lilith temía a un rival. Ambos se equivocaban. Todos estaban en el camino de una fuerza de la naturaleza cósmica.

"¿Y... yo?", preguntó Alistair, su voz un hilo de tensión.

Lysander extendió la mano. Era el mismo gesto del sueño paradisíaco, pero ahora cargado de un peso infinito.

"Tú eres la excepción. Eres el 'alma espejo' no porque puedas albergarme, sino porque tu esencia permanece pura, no corrompida por las tinieblas de este lugar. Reflejas no mi poder, sino la posibilidad. La fusión que Magnus imaginaba... es posible. Puedes fundirte conmigo. No para controlarme, sino para convertirte en parte de esta sentencia. Sobrevivirías. Te convertirías en algo más que humano. Una extensión de mi voluntad, un participante en la purificación."

La oferta era tentadora y aterradora. Volverse divino. Sobrevivir al apocalipsis que se desarrollaba. Estar con Lysander para siempre.

"¿Y si me niego?", susurró Alistair, sabiendo ya la respuesta.

"Entonces serás juzgado con los demás", la voz de Lysander era impíamente clara. "Tu forma mortal, tu alma... serán disipadas en el momento de mi ascensión completa. Serás barrido con los condenados, no por maldad, sino por consecuencia. Como una gota de lluvia en el océano de mi radiación divina."

La verdad final cayó sobre Alistair con el peso de un mundo. Lysander no era el héroe. No era el villano. Era el precipicio. El fin de la línea.

"Tú... dijiste que me amabas", recordó Alistair, un último ancla de humanidad en un mar de implicaciones cósmicas.

Lysander finalmente mostró una emoción que no fuera juicio absoluto. Fue una chispa de tristeza infinita en sus ojos estelares.

"Te amo, Alistair. De una forma que tú, en tu forma actual, no puedes comprender completamente. Pero mi amor no es perdón. No es clemencia. Es un amor absoluto por el Orden, por la Pureza, por la Verdad última de la creación. Amarte significa desearte perfecto, inmaculado, ya sea fusionándote con mi esencia, o permitiendo que tu forma imperfecta sea reintegrada al todo de forma impersonal. Es un amor que no conoce misericordia, sólo consumación."




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