El Auditor

Capitulo 2: Déficit de Atención

El domingo llegó sin fanfarrias. Para el resto del mundo era un día de descanso; para mí, Norman Thayne, era el día del balance.

El sol de la mañana se filtraba por las persianas de mi apartamento minimalista, iluminando las superficies impolutas, desprovistas de cualquier objeto que no cumpliera una función específica. Pasé la mano por la encimera de granito; estaba fría, estéril, perfecta. En la cocina, el vapor se elevaba de una olla donde se cocinaba una porción exacta de pechuga de pollo y brócoli. A su lado, sobre una balanza digital, el display marcaba con precisión ciento cincuenta gramos de arroz integral.

Para muchos, comer es un placer o un acto social. Para mí, mi gasto calórico diario es una métrica más a optimizar. Los alimentos procesados son ineficientes, una variable sucia en la ecuación de mi propia resistencia física y mental.

Con mi desayuno —o más bien, mi primera ingesta de combustible del día— servido en un cuenco de cerámica blanca, me senté frente a mi laptop. Minimicé la ventana principal para dar paso a su contraparte crítica: el Capital Management Dashboard.

La pantalla principal brillaba con una claridad austera, arrojando luz azul sobre mi rostro mientras los números contaban la historia de mi supervivencia.

Capital Inicial: ¥15,000,000
Capital Actual: ¥14,965,000
Gastos de la Semana: ¥35,000
Tasa de Consumo Proyectada (Semanal): ¥10,000 (ajustada a gastos de vida básicos).
Días Operativos Restantes: 1425

Mis dedos volaron sobre el teclado para registrar y categorizar los gastos de la noche anterior. No escribí "Salida al Siren's Call"; eso sería vago, emocional. Lo desglosé con la precisión quirúrgica de un contable corporativo basándome en los movimientos de efectivo.

Ítem 1: Inversión en Adquisición de Talento Potencial (Ruri - Tiempo de las chicas). Cantidad: ¥10,000. Estado: Pendiente de Retorno.

Ítem 2: Tarifa de Intermediación y Acceso (Encargado: Kenji). Cantidad: ¥10,000. Estado: Completado.

Ítem 3: Inversión de Facilitación Secundaria (Propina Camarera). Cantidad: ¥2,000. Estado: Completado.

Ítem 4: Gastos Operativos Mínimos (Consumo propio). Cantidad: ¥3,000. Estado: Completado.

Tras confirmar la entrada, el número de "Días Operativos Restantes" parpadeó y se recalculó: 1422.

Tres días menos. Una inversión de treinta y cinco mil yenes me había costado setenta y dos horas de vida del proyecto. Era un riesgo aceptable, pero solo si producía datos, fueran positivos o negativos. El silencio de Ruri, hasta ahora, era simplemente un dato más que procesar. No sentí ansiedad ni expectación, solo noté la presencia de una variable abierta en mi hoja de balance.

Los siguientes tres días transcurrieron con la misma disciplina metódica. Lunes, martes y miércoles se convirtieron en una rutina de investigación y análisis de mercado. Mi tiempo no se malgastaba esperando una llamada que, estadísticamente, tenía una probabilidad decreciente de llegar con cada hora que pasaba. En su lugar, me dediqué a diseccionar foros de música locales, blogs de crítica y las agendas de locales pequeños de Osaka. Estaba trazando el ecosistema, identificando los próximos movimientos de la competencia.

Fue el lunes por la tarde cuando el nombre "Stynks" apareció en mi radar de forma consistente. Una banda de Pop/Rock con apenas doscientos seguidores, programada para un pequeño concierto gratuito al aire libre el jueves. Las menciones en redes eran polarizadas. Los comentarios positivos elogiaban su "energía cruda" y la "voz potente" de la cantante principal. Las críticas, sin embargo, eran más específicas y reveladoras: "demasiado agresivos para ser pop", "la mezcla de sonido en sus demos es horrible", "parecen confundidos sobre su propia identidad".

Abrí un nuevo expediente en el Talent Evaluation Dashboard e importé los datos. Las críticas no me desanimaron; al contrario, despertaron mi interés profesional. Un "sonido horrible" podía ser un problema de producción, algo técnico y solucionable. Una "identidad confusa" era un problema de branding, arcilla lista para ser esculpida. El activo subyacente —la energía y la voz— era lo único que no se podía comprar. Eso era lo que importaba.

El jueves por la noche llegué al pequeño parque veinte minutos antes de la hora programada. El aire fresco de la noche rozaba mi cara, cargado de la humedad típica de la ciudad. El "escenario" era poco más que una tarima de madera elevada en medio del césped mal cortado. El ambiente era desolador.

Mi primer análisis fue el más simple y brutal de todos: el recuento de cabezas.

El evento se había promocionado para un aforo de cincuenta personas. Conté veinte, incluyéndome a mí. Una tasa de conversión del cuarenta por ciento en el mejor de los escenarios, asumiendo que todos los presentes fueran seguidores reales. Una mala gestión de marca en su máxima expresión.

Me acerqué a la tarima con las manos en los bolsillos, adoptando la apariencia de un transeúnte curioso. El zumbido eléctrico de los amplificadores encendidos llegó a mis oídos antes que la música. Y entonces lo vi.

El equipo.

La discrepancia fue tan inmediata que sonó como una alarma silenciosa en mi cabeza. Aquellos no eran instrumentos de principiantes. La guitarra eléctrica era una Fender Stratocaster original; el barniz brillaba bajo las luces del parque denotando calidad. El bajo, un Music Man de gama alta. La batería, aunque no de una marca de lujo, era un set sólido y bien mantenido, con platillos Zildjian de aleación profesional. Incluso los micrófonos en sus pedestales eran Shure SM58, el estándar de la industria.



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En el texto hay: misterio, thriller, manager

Editado: 25.12.2025

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