El aullido

Una pequeña llena de sabiduría

Elvira

Observo la contestadora después de haber escuchado por quinta vez el primer, y único mensaje de Tara que hemos recibido luego de su desaparición. Está viva. Dios, está viva. La alegría de saber algo de ella, por muy poco que sea me invade con tanta fuerza que no puedo evitar soltar lágrimas de gozo y alivio. Sam está mirando a la ventana, con brazos cruzados sobre su pecho, mirando a la nada de la oscura noche. Su espalda está tensa, y sé por qué.

No es suficiente. Tara nos envió un mensaje, diciéndonos que está bien, que nos echa de menos...pero no es suficiente. ¿Donde está? ¿Por qué se fue? ¿Con quién está? Y la pregunta principal, ¿Va a volver?

No nos dijo nada acerca de su paradero, ni donde está, solo que fue para protegernos a todos. ¿Protegernos de qué? ¿Que está ocurriendo? ¿Por qué estaríamos en peligro? Ya sabíamos que Tara había pasado por cosas muy extrañas esa semana, pero ¿Llegaron tan lejos para que ella tuviera que irse? ¿Fue eso lo que realmente la hizo irse, o fue algo más?

Suspiro, acercándome a Sam, abrazándolo por detrás, justo cuando empieza a temblar de rabia, desesperación e impotencia que comparto con él por no poder ayudar a nuestra mejor amiga.

-Maldita sea, Tara.-murmulla, con la voz temblorosa, mientras que las lágrimas de rabia se cuelan entre sus ojos.-¿En qué diablos estás metida?

 

Tara

Me despierto cuando la luz del sol se cuela por la pequeña ventana de mi camerino, cayendo sobre mis ojos. Por primera vez siento la cama cómoda y relajante, como debería sentirse una cama todo el tiempo. Por primera vez en en cuatro días mis ojos quieren permanecer cerrados, en vez de estar desesperados por despertar y salir del tormento que les espera en el mundo de los sueños. El dolor de cabeza ha desaparecido, y solo queda el mismo mareo agradable que sientes al despertarte de un sueño reparador. Giro sobre la cama y me recuesto sobre un objeto cálido a mi lado. Es grande, cálido, con un tacto terso, y suave golpeteo que suena dentro de él. "Bum bum, Bum bum,"

Unos brazos me rodean con suavidad, atrayendome más hacia él. A mi padre siempre le gustaba dormir conmigo de pequeña. Cuando me leía cuentos para dormir, se metía conmigo en la cama, y luego de leerme, apagaba la luz, y me abrazaba, haciendo que durmiera en sus brazos. 

Coloco la cabeza en su pecho, sintiendo el calor tranquilizador que transmite su cuerpo, aunque no recordaba que fuera tan músculoso. Quiero decir, lo era, pero no tanto. Su aroma es diferente...

Abro los ojos, y veo que no estoy con mi padre. Estoy con Kenneth, quien está profundamente dormido a mi lado, rodeándome con sus brazos, totalmente tranquilo. Lo observo boquiabierta, mientras que él se mueve dormido y se reacomoda, abrazándome más. Me ruborizo, porque a pesar de que no conozco mucho a Kenneth...no quiero soltarme. Coloco mi cabeza apoyada en su pecho de nuevo, y aspiro su aroma. Tiene una fragancia silvestre muy peculiar, pero delicioso. Quizá sea el aroma del sitio donde se encuentre la manada. O quizá ese sea su aroma y ya está.

Maldiciendo por lo bajo, decido levantarme. Me voy moviendo lentamente por la cama, hasta lograr sentarme. Es increíble lo que puede hacer una noche de sueño completa. Me siento mucho mejor que ayer, que me sentía demacrada, agotada y enferma. Me levanto lentamente, y dejo a Kenneth en la cama, durmiento plácidamente. Respiro hondo, mirándolo dormir.

Entonces, suena el claxón proveniente del Yate, haciendo que mire hacia el techo de mi camerino, y Kenneth se despierte, levántandose alartado.

-¿Qué pasa?-le pregunto, sorprendida ante su reacción. Él me mira, y parece relajarse al verme, incluso no puede evitar que se le escape de sonrisita. Me ruborizo.

-Sígueme.-me dice, saliendo del camerino. Lo sigo por los escalones que nos llevan a la cubierta, donde salimos bajo un baño de luz estupendo, que ya no me lastima, sino que me llena de vida. Frente al Yate hay una selva, enorme, de un color verde fuerte, y con una pinta muy aterradora y misteriosa a la vez.

-Esto.-me dice Kenneth sonriente, contemplando la selva.-Es la selva de la Serra do mar.-me dice, antes de voltearme a ver, y guiñarme un ojo. Me ruborizo de nuevo.-Bienvenida a Brasil.

Suspiro maravillada. Estoy muy lejos de casa.

 

Elvira

-¿Necesita algo más, señora Ventura?-le pregunto a la madre de Tara, quien está sentada en el sofá, mientras que yo termino de secarme las manos, luego de haberla ayudado a arreglar la cocina. Ella parece ausente, como si no estuviera realmente en la habitación.-¿Señora Ventura?
 

La señora da un pequeño saltito antes de verme con una mirada cariñosa y llena de tristeza.

-No, querida. Así está perfectamente.-me dice, con la misma voz dulce con la que siempre me ha recibido todos estos años.-Deberías ir a dormir. Mañana tienes escuela. 

Asiento,  la abrazo con fuerza, y me retiro a la habitación de Tara. Después de discutir con Sam sobre qué hacer con el mensaje de Tara, le pedí a mi madre quedarme con la familia Ventura un tiempo para ayudarlos en lo que pudiera. Claro que no afectaría mis actividades cotidianas, pero si estaría con ellos la mayor parte del tiempo. Entro a la habitación y la contemplo. Está limpia y ordenada, como Tara siempre le gusta dejarla. Por el contrario, mi habitación es la encarnación del desorden. Ropa y hojas esparcidas por todas partes. Lo único limpio y ordenado que tengo en mi habitación es mi librera, repleta de libros que limpio y ordeno de distinta manera todo el tiempo.




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