Tara
Pateo el estómago de Kenneth con toda la fuerza que puedo generar, salida de una ira que me supera y no sé de donde pudo haber salido. Kenneth sale disparado hacia atrás hasta que logra frenarse, y se lanza de nuevo hacia mí, con toda la fuerza del mundo, y una expresión de ira total en su rostro. Me lanzo hacia él simultáneamente, saco mis zarpas, y le araño el pecho, arrancándole un alarido de dolor, que me hace recuperar el control, deteniéndome antes de que le clave las zarpas en el rostro. Respiramos pesadamente.
-Bien.-me dice Kenneth jadeante, mientras yace bajo mi peso contra el suelo, mientras observa mis zarpas frente a su cara.-Parece que tienes más control que antes.
Me ruborizo. Un días antes, en uno de los entrenamientos, de no ser porque Karina intervino, pude haber matado a un licántropo que se ofreció para entrenarme. Cuando Karina se interpuso en mi camino, esa ira que siento cada vez que peleo con mis habilidades de licántropa, me hace abalánzarme contra Karina, pero Kenneth me abraza por detrás y después de sufrir algunos cuantos cortes de mi parte, logra calmarme. Desde entonces, Kenneth es el único que me entrena, y procuramos no tener a nadie más alrededor. Al principio me negué a que no hubiera nadie más, pues quería que alguien me detuviese si me sobrepasaba.
-No quiero hacerte daño, Kenneth.-le dije, mirándole suplicante.-No confío en mí.
Kenneth solo se limitó a sujetarme las manos entre las suyas, mirándolas fijamente, antes de mirarme a los ojos.
-Yo confío en ti.-me respondió.-Tengo fé en que si te sobrepasas, sabrás detenerte. Confía en la fé, que tengo puesta en ti.
Y así quedó todo. Ha pasado un día desde que llegué a la manada, y mi entrenamiento dura 15 horas al dia sin descanso. Karina no fue flexible ante la duración a pesar de la insistencia de Kenneth en bajarla un poco. Pero no culpo a Karina en no ceder. Necesita una solución ahora, si espera más no sabe cuánto podrán aguantar.
-Ey.-me llama Kenneth, colocándome suavemente en el suelo, quitándome de encima suyo.-Estás mejorando. De hecho, has hecho muchos progresos. Lo único que falta es que aprendas a controlarte del todo, y tu transformación.
-¿Mi...transformación?-le pregunto, confusa. Kenneth asiente, mirándome fijamente.
-Ahora mismo, puede sacar a la luz una parte de tu lobo interior.-me explica, sacando sus propias zarpas, dejándome observarlas, antes de retraerlas de nuevo.-Todos los licántropos tenemos un lobo interior, que con el tiempo, logramos sacarlo. El problema es aprender a manejarlo. Aprender a que tú controlas al lobo, el lobo no te controla a tí.
-¿Qué pasa si el lobo te termina controlando?-le pregunto.-¿Qué pasa si no consigues manejarlo?
Kenneth tarda un momento en responder, mirando fijamente a la nada.
-El no controlar tu lobo interior, puede hacer que no puedas volver a transformarte.-me explica.-Si al final, el lobo te domina, podrías olvidar quien eres, podrías volverte un lobo por completo. Un animal muy peligroso, e indomable.-trago con fuerza.-Solo he visto que le pase a un licántropo.-hace una mueca.-No es nada lindo. Sobre todo porque no queda otra más que matarlo.
Siento otro escalofrío. Kenneth me sujeta el brazo.
-Tara.-me llama, haciendo que lo mire a los ojos.-Eso no va a pasarte. ¿Me oyes? Sabrás controlarte.
-Pero apenas puedo hacerlo ahora.-le replico.-¿Cómo puedes asegurarme que podré controlarme?
-Porque sino pudieras, ahora mismo estaría muerto.-me responde.-Te lo dije una vez, Tara. Confía en la fé que tengo puesta en ti.
Asiento, toqueteándome el cabello distraídamente. Espero que tenga razón, porque sino, todo esto habrá sido en vano.
-Gracias, Kenneth.-le sonrío tímidamente.-Gracias por confíar en mí.
Kenneth me observa fijamente, con una intensidad que me deja sin aliento. Siento como un ambiente extraño nos rodea a ambos, que me oprime el pecho, pero de una manera extrañamente placentera. Observo cada parte de su rostro. Sus ojos castaño como los míos, labios carnosos y del mismo color que su piel, su nariz, sus mejillas, su cabello...
-Tara, hay algo que debo decirte.-me dice de repente, mirándome al rostro fijamente. Parece nervioso, pero decidido a contarme lo que debe. Asiento, dejándolo seguir.-Cuando dormí contigo.-Noto que me ruborizo, y luego me asombro al ver que él tambíen lo hace, viéndose tan atractivo con el rubor en sus mejillas.-creo que...accidentalmente te...marqué.
Lo miro confundida.
-¿Me marcaste?-asiente.-¿A qué te refieres?
Respira hondo.
-Básicamente te marqué como parte de mi territorio.-me explica.-Les dejo al resto de los hombres de la manada que...
-¿Soy tuya?-termino por él, sintiéndo un rubor intenso en mi rostro. Debo estar echa un tomate justo ahora. Kenneth mira a otro sitio igual de avergonzado.-¿Me marcaste para que solo fuera de tu propiedad?
-Exactamente.
Kenneth
Nunca me había ruborizado antes. Ni siquiera cuando Kiara me vio desnudo una vez cuando éramos niños. Me sorprendí, pero no me ruborizé. Recuerdo que había dicho que su hermano se vestía con ella enfrente, así que yo no tenía nada que ella no hubiera visto.