El aullido

Me fastidia

Elvira

Sam me vendó el brazo con sumo cuidado, una vez nos quitamos el shock de haber descubierto el mensaje psicótico que este escondía. Sam me mira mordiéndose las uñas, como hace cada vez que está nervioso, mientras que yo me acaricio la venda blanca, colocada a la perfección por las manos hábiles de Sam. 

-Tenemos que seguir.-le digo, haciéndome que mire a la cara estupefacto.

-¡¿Te has vuelto loca?!-exclama, perdiendo los nervios finalmente.-No, No, ni de coña vamos a seguir con esto. No.

-Si.-le respondo, igual de tranquila, mientras veo como se tira de los cabellos y camina de un lado a otro.-Tenemos que seguir. Hay que encontrar a Tara.

-¡Tara se fue para protegernos, El!-exclama.-¡Se fue, para evitar que cosas como esto-señala mi brazo.-Pasaran! ¡No, Elvira!-sigue, antes de que pueda hablar, respira profundamente, calmándose un poco.-No voy a seguir con esto, y tú tampoco deberías.

Y sale de mi habitación, mientras lo llamo desde mi cama, pero no me escucha, o no quiere regresar.

 

Tara

Me siento sobre el cespéd, bajo el cielo nocturno, y el cielo estrellado, justo a lado de un arrollo que está unos metros antes de una catarata que Isaác me enseñó apenas logré calmar mis impulsos de cacería. Apenas pude retraer mis impulsos, Isaác llega y me quita de la vista preocupada de Kenneth, llevándome al arrollo. 

-¿Donde estamos?-le pregunté, mirándolo todo con curiosidad, pero sin poder evitar responder gruñendo. Isaác me miró.-Lo siento.

-Tranquila.-me dijo, sonriendo timidamente, algo que no es propio de él.-Este es un arrollo que encontré hace muchos años atrás. Yo tenía...-miró hacia el suelo.-tenía problemas de ira, como tú. Quizá peor.

<<No podía controlar mis impulsos, apenas una mala mirada, o una sonrisa burlona me hacía perder los estribos, terminando en una pelea, o algo peor. Marisa, la antigua jefa de la manada, me decía que tenía que controlar esa ira, sino se haría mucho peor, y no podría controlar a mi lobo interior cuando me transformara. Lo intentaba, de verdad que lo hacía. Pero no logré controlarlo, hasta que fue demasiado tarde. Lastimé a Isac antes de poder evitarlo.>>

Lo vi llena de pena, y horror, mientras de el mira el suelo con tristeza, reflejando el dolor que siente cada vez que recuerda haber sido el promotor del dolor de su hermano. 

-Luego de hacerlo, Marisa se vio forzada a expulsarme de la manada, pero Isac la detuvo.-me sonrió con tristeza.-Después me condujo aquí, y luego de abrazarme y decirme que no pasaba nada, que me perdonaba...me dejó aquí. Estuve meditando aquí por una semana o dos. Luego de ese tiempo, pude dominar mi ira, y dominar mi lobo interior.-Me toma de los brazos con suavidad, mirándome con cariño.-Mi situación fue peor que la tuya, así que creo que tu tiempo de meditación será más corto.

Así que me dejó aquí, y ahora estoy sentada junto al arrollo, pensando en todo lo que ahora mismo, me fastidia. Me fastidia no poder saber de mi famila y mis amigos. Me fastidia no saber si Lucy finalmente logró que le compraran esa enciclopedia de Ciencias que tanto quería, me fastidia no saber si Elvira finalmente terminó el libro que estaba escribiendo cuando me fui, me fastidia no saber si Sam logró entrar al equipo de baloncesto de su grado. No fastidia no saber nada de ellos. 

Me fastidia que todo me fastidie. Desde el dia en que casi mato a un ciervo, la ira me ha estado consumiendo, hasta que en un entrenamiento, casi mato a Kenneth, rasgando su camisa con mis zarpas, y con ella, su pecho. Apenas me separé, comenzaron los espantosos dolores de cabeza que aparecen cada vez que reprimo mi ira. Luego apareció Isac. Vaya semana. 

Me fastidia que ya casi no haya tiempo. Karina está impaciente por que esté lista, y no la culpo por hacerlo, es verdad que ya no queda tiempo. Me fastidia no poder dar progresos más rápido. 

Me fastidia no poder estar con Kenneth. Para meditar, necesito estar sola y en un lugar tranquilo. El arrollo es un lugar bastante tranquilo, y está apartado de la manada, por lo que está lleno de paz, pero Kenneth también es mi paz. No sé desde cuando es así, pero lo es. Me calma su compañía, pero ahora no puedo tenerlo cerca.

Suspiro y me recuesto junto al arrollo, haciendo lo posible por dormir en paz. 

 

Kenneth 

Doy vueltas en mi hamaca, buscando un acomodo que finalmente me deje dormir en paz, pero me es imposible. La ausencia de Tara se me hace obvia con el frío que siento en mi pecho, donde normalmente se acurruca. También echo de menos las charlas que tenemos en las noches, ella dándome la espalda, y yo abrazado a ella. Me pregunta sobre cualquier cosa. Sus progresos, cómo ampliar su visión, cómo controlar su velocidad, y cómo disminuir su rabia. Le respondo con miles de sugerencias, que pone en práctica a la mañana siguiente. Nuestras charlas son tan agradables, que la dejo que pregunte cosas de mi pasado, como mi familia, cómo conocí a Kiara, qué es ella para mí, si tuve hermanos, y sobre mis amigos. 




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