El aullido: El legado

Sosiego

Tara

Estoy sentada delante de una joven que es un par de años mayor que yo, con un bebé en brazos, que duerme plácidamente. Kiara está a mi lado observando el camino desde su ventana, atenta por si llegamos a pasarnos o si ya estamos cerca, mientras tiene la mano con su zarpa quemada oculta entre su pierna y la puerta. Muy temprano en la mañana, Kiara logró convencer a unos turistas de dejarnos viajar con ellos hasta llegar a nuestro destino, el cual desconozco por completo.

-¿Y de dónde son?-nos pregunta el conductor, que es el padre la joven con el bebé en brazos, mientras nos observa por medio del espejo retrovisor. 

-Perú.-dice Kiara antes de que yo pueda hablar. Me lanza una mirada antes de mirar al padre con una sonrisa tímida.-Somos alpinistas.

El padre hace un ademán de haber comprendido todo y deja de hacer preguntas. Supongo que el ser alpinistas explica nuestras múltiples heridas y nuestro cuerpo esculpido y fuerte que no es algo corriente en chicas de nuestra edad.

La joven que tiene a la bebé en brazos me mira y me sonríe de forma tímida. Es castaña y tiene el cabello recogido en una coleta mal hecha, y vestida con un blusa y un pantalón mucho más grandes que su propio cuerpo. Le sonrío de vuelta. 

Ella me recuerda un poco a un episodio que tuvo Elvira en el que era insegura y no se gustaba a si misma por cómo era su cuerpo. Vestía ropas enormes y casi no se arreglaba, como si sintiera que ella no valía la pena. Sam fue quien finalmente la sacó de esa mentalidad. Un dia, El estaba llorando en uno de los patios de la escuela. Alexander Bries la habia rechazado y ya no queria saber nada más de ella. Justo en ese momento, mientras Sam y yo estabamos alli para ella, nos dijo que quiza ella no estaba hecha para el amor.

Fue entonces cuando Sam le dijo:

-Bien. Entonces si tu no estas hecha para el amor, nadie en este mundo lo está.

Elvira no lo comprendió en ese instante, pero yo si. Sam se refería a que, ella, que es una persona que ama de una forma tan hermosa e intensa, no estaba hecha para ser amada, entonces ¿quien si?

El pequeño salto que da el auto por un túmulo bastante alto me despierta de mi ensoñación, y como fue tan inesperado, la joven no pudo sostener bien al bebé a tiempo haciendo que se diera un leve golpe contra su propio brazo, y comenzara a llorar desconsolado. 

-Agnes, por favor cálmalo.-le ordena el padre, con un pequeño resoplido de fastidio. 

-Lo intento.-Solloza la pobre mientras arrulla a su bebé desconsolada. El padre suelta un suspiro exasperado mientras que busca algo entre los asientos, hasta que saca una botella de Whisky. Kiara detiene su brazo justo cuando se disponia a destaparlo, ganándose una mirada fulminante del hombre.

-Me ayuda a no perder el control con el niño.-le escupe, tratando de usarlo como excusa y poder soltarse de Kiara, pero ella sostiene con firmeza la botella, mirándolo fijamente, dejando salir un poco a la superficie su licantropía, usándolo para intimidar al hombre a su favor.

-Bien, pero mientras no pierde el control contra él, se estrella y nos mata a todos.-le termina diciendo, antes de arrancarle la botella de las manos.-Se lo daré cuando ni mi amiga ni yo estemos dentro de este auto ni estemos en peligro.

El hombre se limita a bufar y a fulminar a Kiara con la mirada, mientras que el llanto del bebé se hace más intenso y su mamá comienza llorar a su vez mientras trata desesperada en calmarlo. Me acerco a ella despacio.

-¿Qué haces?-me pregunta nerviosa. La miro a los ojos, con una calma que no entiendo de donde viene.

-Tranquila.-le susurro, mientras espero que ella deje que vea al bebé de frente. 

Cuando lo voltea con suavidad hacia mi, veo que es una niña preciosa, y sana. Coloco la palma de mi mano en su mejilla y acaricio con calma y muchisima suavidad su entrecejo.

De repente, empiezo a sentir como la misma tranquilidad con la que vi a la madre empieza a extenderse por todo mi cuerpo mientras observo a la bebé fijamente, mientras noto como poco a poco la pequeña deja de llorar y me observa con sus ojos verdes y brillantes, completamente serena, antes de cerrar sus ojos poco a poco y seguir durmiendo. 

La joven me observa asombrada, pero se limita a agradecerme mientras que me acomodo de nuevo en mi asiento. Kiara me mira fijamente, con un ligero asomo de sorpresa en su mirada, y el padre de la joven conduce con mucha más calma de la que tenia anteriormente. 

Cuando los Ventura me acogieron, Lucy todavia no habia nacido. Ellos creían que no podian tener hijos pero Lucy fue claramente la prueba de que estaban equivocados. Los primeros meses que estuve con ellos tenia pesadillas que no me dejaban dormir en paz sobre la muerte de mi madre hasta que Lucy nació. Lu lloraba todo el tiempo, como todos los bebés, pero era algo extraño, porque a pesar de que los Ventura podían calmarla, ninguno podia hacerlo tan rápido como yo. El ser capaz de calmarla me daba una sensación de paz que lograba darme más horas de sueño de las que normalmente tenia, por lo que empecé a dormir a lado de su cuna para poder calmarla en cuanto lo necesitara. 

-Puede detenerse aqui.-le dice Kiara al hombre luego de un par de minutos más. El hombre obedece estacionándose a lado de la carretera. 

Kiara y yo nos bajamos, y mientras que Kiara habla con el hombre, la joven se me acerca con su bebé, que sigue durmiendo plácidamente.

-¿Cómo lo hiciste?-me pregunta, mientras la miro confusa.

-¿El qué?
-Calmarla, ¿Cómo lo hiciste?-me pregunta de nuevo, con bastante insistencia.

-Yo...-realmente quería responderle, pero el problema es que ni yo misma sé lo que hago exactamente. Solo dejo que esa calma tan repentina se expanda dentro de mi y esta parece haberse transmitido también hacia la pequeña.

-Listo.-dice Kiara antes de que pueda responderle.-Podemos irnos.




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