Elvira
-Vale, El ya está.-dice Sam de repente, cruzado de brazos. Lo observo fulminándolo con la mirada.- ¿Qué es lo que te tiene tan enfadada?
-No estoy enfadada.-le respondo, aunque sé que es estúpido negarlo, mientras me mordisqueo las uñas de mi mano con violencia. Luego de salir echa una furia del sótano, salí de mi casa y fui directa con Sam para continuar con nuestras investigaciones...y para alejarme un rato de Alex.
-Si lo estás.-me asegura, sentándose junto a mi, por lo que me volteo hacia él.
-¿Y cómo estás tan seguro?-le pregunto, como una especie de reto.
-Porque te conozco de toda la vida, y siempre que estás muy, muy molesta, te muerdes las uñas, por mucho que tu madre te diga...-me sujeta las manos y las deja sobre mi regazo.-...que no lo hagas.
Suelto un suspiro, antes de cruzarme de brazos y recostarme en el sillón.
-Alex es un idiota.
Sam abre los ojos como platos y da un aplauso en el aire.
-¡Eureka! Descubriste América, Elvira.-comenta con sarcasmo, ganándose un codazo en las costillas de mi parte.- Auch...en serio, mira cuánto tiempo tardaste en notarlo.
-No es por lo que crees que lo digo.-le debato, mirando al suelo.-Es...
Mi voz se apaga por completo y me quedo en blanco. ¿Qué es lo que realmente lo hace un idiota? ¿El hecho de que haya supuesto cosas sobre mi, como todo el mundo suele hacer? No puedo culparlo por ser cómo todos, tampoco puedo esperar mucho de alguien a quien no conozco. Quizá no estoy molesta con él, si no conmigo, por haberme quedado con la idea de que él podría ser diferente a los otros, o por no haberlo tratado como cualquier otro.
Siempre me pasa ese tipo de cosas. Doy por hecho cosas que desconozco y creo saber cómo personas que apenas conozco, así como me pasa con Alex. Hice la misma cosa que lo acusé de haber hecho conmigo: Juzgarme.
-¿El?-me llama Sam, sacándome de mis pensamientos. Lo miro con cierta vergüenza, pues habia olvidado por completo que estaba junto a mí, y si no lo recordaba a él, mucho menos recoraba que esperaba una respuesta.-¿Qué fue lo que pasó en aquella jugada de casino?
-Él....él me humilló en esa partida.-le respondo, dejando que el rubor en mis mejillas provocado por mi vergüenza se intensifique un poco. Sam me mira con la boca abierta.
-¡¿Te ganó en una partida de Casino?!-exclama sin poder creérselo.-Madre mía, ahora entiendo por qué estás tan enfadada... ¿Hizo trampa?
-No.-le respondo.
-Uffff, entonces es mucho peor. Te hizo pedazos.-comenta, y entonces le lanzo una almohada a la cabeza, me levanto, y salgo de su casa mientras oigo sus carcajadas desde afuera. No sé por qué no le dije lo que realmente me molestaba, pero creo que tiene que ver con el hecho de que ni siquiera yo estoy segura de qué es exactamente lo que llegó a enfadarme.
Llego a mi casa más rápido de lo que acostumbro, aunque ya es de noche, y de seguro mis padres están durmiendo ya, así que entro en silencio, y me dirijo directamente a mi habitación. Al entrar, la noto fría, y más oscura de lo normal,y mi instinto generó una sensación de alarma en todo mi cuerpo, apenas abrí la puerta.
-¿Cómo entraste aquí?-pregunto a la oscuridad, y de ella, sale una figura delgada, alta y en ciertas partes corpulenta.
Alex.
Tara
Kiara está fabricando una especie de pico de madera con un cuchillo y una piedra, mientras está sentada en junto a la ventana de nuestra habitación, y yo la observo con curiosidad. Ambas aprovechamos este par de horas para darnos una ducha, limpiar nuestras heridas, y reponer fuerzas para seguir en la mañana. Me permití quedarme debajo del agua más tiempo de lo normal solo para relajar los músculos de los hombros y la espalda. Nos veo a Kiara a mí ahora y se ve claramente la diferencia de nuestro aspecto de ahora al de hace unas horas. Nos vemos con más energía, más relajadas, y a la vez más atentas. Respiro profundamente aquel ambiente de tranquilidad, pues no sé hasta cuándo volveremos a tenerla.
-¿Es para los hombres de allá abajo?-le pregunto, haciendo que me lance una mirada rápida antes de seguir con su labor.-Porque sé que daban algo de miedo, pero no creo que sea necesario matarlos.
-No es para ellos.-responde ella, comenzando a afilar una de las puntas de la especie de pico con la piedra.-Es para Karina.
Me tenso de pies a cabeza.
-¿Vas a matarla?-le pregunto. No es que Karina no se lo merezca, pero...no creo que la solución sea ponerse a su nivel.
-No.-me responde, dejándome perpleja.-No puedes matar a un licántropo con algo que no sea plata, esto solo la noquearía . Y aunque tengo la necesidad de verla suplicar por su vida.-aprieta la mandíbula, mientras sigue afilando el pico con más intensidad.-Ella debe de pagar por lo que ha hecho basándonos en lo que se decida entre todas las manadas. No puedo hacer justicia por mi propia mano.
-Eso sería ponerse al nivel de Karina.-comento. Ella me mira con sus ojos castaños y el borde amarillo de su licantropía rodeando el borde de su iris.
-No.-me responde.-No sería ponerse al nivel de Karina, sería volverse Karina.-siento una opresión con tan solo pensar tal cosa.-Lo cual es mucho peor.
Kenneth
-Karina.-la llamo, arrodillándome mientras ella se aproxima hacia mí.
-Ponte de pie, Kenneth.-me ordena, y obedezco inmediatamente.-¿Qué es lo que ocurre?
La miro directamente a los ojos, que me observan con curiosidad. Karina aún no confía del todo en mí, pero he logrado recuperar cierto respeto entre la manada luego de días de haber ayudado con la investigación de la posible ubicación de Tara y Kiara, por lo que ya me he puesto al tanto de ciertas cosas, pero aún no he recuperado mi lugar como la mano derecha del alfa, o la líder la manada.
-Vine a pedirte clemencia.-le digo, con total seguridad, y Karina me ve con sorpresa, y con un poco de decepción en los ojos. No hay manera de irme de la manada en busca de Tara y Kiara para intentar hacer que entren en razón sin que me consideren un traidor, y como tampoco tengo mi antiguo puesto como mano derecha, no puedo sugerir planes o estrategias. Esto es lo último que me queda para impedir que las maten si las encuentran. Karina me da la espalda, y se apoya en una mesa que tiene justo enfrente.-Mi señora, Tara apenas ha descubierto que es una licántropo, y en seguida le hemos puesto la presión de vencer a nuestro enemigo más fuerte y a ser la más fuerte que todos nosotros en sus hombros. El peso de ser una alfa tan pronto debió de agobiarla tanto que su primer impulso debió haber sido escapar para poder respirar.