El aullido: El legado

Algo en sus ojos...

Tara

Kiara y yo nos levantamos bastante temprano en la mañana siguiente para no perder más tiempo del necesario. Nos repartimos las provisiones antes de salir, y aprovecho para acomodar un poco más mi ropa delante del espejo mientras que Kiara termina de ajustar el arma con forma de pico, el cuál nombro como: "lupus Somnium". Reviso una última vez la blusa vino tinto sin mangas pegada a mi cuerpo, la chaqueta de tela negra que se cierra por mis antebrazos, y el pantalón negro junto con los botines de montaña del mismo color que se cierran por mis tobillos. El conjunto me pareció bastante bueno para la ocasión, pero ahora que veo el conjunto de Kiara, que se limita a una blusa verde oscuro con mangas cortas y un pantalón negro, me parece que exageré. Al menos en los botines ambas estuvimos de acuerdo. 

-¿Lista?-me pregunta Kiara a punto de abrir la puerta. Asiento energética. Me dispongo a moverme, pero me detengo en seco cuando un sonido sordo resuena justo fuera de nuestra habitación. Kiara parece notarlo también, pues está apartada de la puerta, con las zarpas curvadas hacia afuera, gruñéndole a lo que sea que haya detrás de la puerta. Me percato de que mi instinto de supervivencia provocó que me pusiera en guardia tal y como lo hacía ella, pero sin movernos en ningún momento.

¿Qué deberíamos hacer? Hay una ventana, pero no es posible abrirla, y aunque la rompiéramos, estoy segura de que cualquier persona o criatura que nos esté acechando debe de tener rodeado el hotel. Kiara dijo que esta ciudad sabe qué tipo de criatura somos, por lo que no creo que se haya tomado esto a la ligera. 

-Kiara...

-Calla.-me ordena en murmullo con los colmillos apretados, mientras continúa gruñendo, mirando fijamente hacia la puerta. Me mira con los ojos convertidor por la licantropía.-No son humanos...

La puerta se abre en una explosión, lanzándonos a mí y a Kiara por lo aires, mi visión se oscurece.

 

Elvira

-No es difícil entrar a tu habitación por medio de tu ventana si no la cierras.-dice Alex, permaneciendo en la oscuridad, pero aunque no pueda ver su rostro, sé que es él. No sé cómo, pero lo reconozco. Me cruzo de brazos y suelto un bufido, mientras me acerco a mi la lámpara de mi mesa de noche. 

-El que esté abierta no me afecta, no pienso dejarla cerrada si en la noche no podré dormir por lo caliente que está la habitación.-le respondo.-Lo que me afecta en realidad es cómo saliste del sótano. Los barrotes son de plata, se supone que te quema tan solo rozarlas. Si saliste ahora, quiere decir que puede que hayas salido más veces sin enterarnos.

Enciendo la luz, y volteo a verlo. Abro los ojos como platos completamente horrorizada. Su ropa se encuentra rasgada, y en todo su cuerpo y la mitad de su cara tiene múltiples quemaduras, algunas más graves que otras, las más preocupantes halladas en ambas manos. Me mira fijamente a los ojos, tratando de verse indiferente, pero solo noto en su mirada agotamiento, dolor y...¿arrepentimiento?

-Créeme.-me dice, con una mueca en los labios, acercándose a mí.-Lo habrías notado.

Intenta dar un paso más hacia mí, pero sus piernas no parecen soportarlo, por lo que se se precipita al suelo. Corro hacia él y lo atrapo en el vuelo, terminando su descenso con más cuidado, y dejando que su cabeza se recueste en mi regazo por un momento. Parece muy cansado, y sus heridas a pesar de que parecen ir cicatrizando, no parecen ser muy sencillas de curar, al menos, no por sí solas. Dejo su cabeza recostado en una de mis almohadas, me levanto, y saco de la gaveta de mi peinadora un pequeño botiquín que mi padre me había dado para actuar en caso de alguna emergencia en la que ellos no estuvieran para ayudarme. Ahora mismo ellos están a una habitación de distancia, por lo tanto podría llamarlos y pedir ayuda, pero no quiero involucrar a más personas. Con Sam y Narcissa corriendo el mismo peligro que yo tengo suficiente. Puedo encargarme de las heridas de Alex por mí misma.

-¿Qué estás...?-pregunta Alex antes de soltar un quejido en cuánto le coloco un trozo de tela llena de alcohol por una de sus heridas más graves en sus manos. Tapo su boca con una mis manos antes de que resuene por toda la casa.

Suelto aire por mis dientes para callarlo con suavidad mientras limpio cada una de sus heridas.

-Tranquilo.-susurro, pasando una mis manos por los cabellos que se meten entre sus ojos sin poder contenerme.-Esto ayudará con la cicatrización. Solo te pido que no hagas ruido.

Alex se limita a respirar profundo y a hacer muecas de dolor mientras limpio cada una de sus quemaduras. Aunque el cuerpo de licántropos sea diferentes al de los humanos en muchos aspectos, hay ciertas cosas que no cambian, como el efecto del alcohol en las heridas. Descubro su torso para curar el resto de sus quemaduras que ya son mucho más leves, y me permito admirarlo por un instante. Su torso es fuerte, y se nota que trabaja mucho en su cuerpo, pues se ve bien. Pero muy bien.

-Elvira.-me llama Alex, luego de que finalmente comienzo a aplicar una crema para las quemaduras en su piel, mientras trato de evitar que se note mucho mi sonrojo.-¿Por qué me estás curando? No lo entiendo...

-Te debo una disculpa.-le respondo, dejándolo mudo de golpe.-En aquel momento te grité y te pensé un imbécil sin saber yo misma por qué me había molestado contigo en primer lugar. Bueno, si lo sabía, pero no tiene sentido que me afecte. Al fin y al cabo, no te conozco, y tú puedes reaccionar a las cosas como te plazca. Es solo...-miro hacia mis manos, que están cubiertas de crema para las quemadura, apoyadas sobre el abdomen de Alex, el cuál es cálido, y sorprendentemente suave, con cierta firmeza bajo la piel.-Soy una persona que odia que la gente haga suposiciones de ella sin conocerla. Lo detesto muchísimo. No me conocen y ya suponen o esperan cosas sobre mí, por un rumor o porque simplemente luzco como una persona que hace, o se comporta de alguna manera. y cuando yo no soy como lo que esperan terminan decepcionados o simplemente se apartan, sin importarles si yo ya había dejado que entraran en mi corazón y mi vida. Supongo que también es culpa mía, me encariño con personas que apenas están apareciendo y siempre termino herida. Solo he tenido suerte con Sam y Tara.-Sonrío con cariño al sentir como varios recuerdos llegan a mi mente de nosotros tres, juntos contra el mundo. Miro a Alex a los ojos, quien me observa en silencio.-No es fácil abrirse a una persona nueva cuando todos a los que te has abierto te han cerrado la puerta. Y mis poemas...mis textos...es como darte una entrada no solo a mi vida, sino también a una parte muy íntima de mi alma. Tengo escritos que mis padres, Tara y Sam leen. Otros...




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