El aullido: El legado

Su aroma

Elvira

-No sabe lo que hace.-Me susurra Sam por centésima vez en la última media hora.

-Cállate, Sam.

-Ha estado observando el mapa mundi desde que llegó a la habitación, parece totalmente perdido.-suelta, cruzándose de brazos.

-Nos ayudará.-le digo, mirándolo con insistencia.

-Si, lo veo.

Suspiro exasperada. 

Lo primero que Alex dijo después de que Sam le exigiera que decidiera entre ayudarnos o no, fue que lo llevara a mi habitación. En cuanto llegó, fue directamente a mi escritorio para recoger el globo terráqueo. Desde entonces ha permanecido quieto en el mismo sitio, haciendo girar el globo terráqueo con su mano para luego colocar su dedo en un lugar al azar de éste.

-Déjalo tranquilo, puede que esto sea una especie de estrategia licantrópica.-murmuro a Sam mientras que mi mirada permanece sobre Alex, quien es completamente ajeno a nuestra conversación. Sam me mira perplejo.

-¿técnica licantrópica?-repite atónito.-¿En serio? ¿Eso existe?

Aprieto la mandíbula.

-Probablemente.

Sam suspira mientras se descruza de brazos, dejándolos caer a sus costados. Parece más adulto y cansado, a pesar de su excelente físico, su mirada ya no es tan energética y brillante como antes. Sus párpados tiene pronunciadas ojeras y parece más delgado. El no encontrar a Tara nos está afectando a ambos, y para ser dos años menores que Alex, él se ve con la energía y la capacidad de alguien de nuestra edad.

-Ya es suficiente.-dice Sam finalmente acercándose a Alex antes de que pueda detenerlo, y haciendo caso omiso a mis intentos de detenerlo.

Le coloca una mano en el hombro para hacerlo voltear hacia él.

-Oye, im...

Alex reacciona a tal velocidad que en un abrir y cerrar de ojos veo a Sam en el suelo, con su brazo enredado entre la pierna de Alex mientras que este lo presiona contra el suelo. Lo miro boquiabierta.

-Lección número uno.-dice Alex tranquilamente, como si no pudiera romper el brazo de Sam con un solo movimiento de su pierna.- Si quieres atacar por la espalda, procura que tus ataques sean precisos y sigilosos. 

Mueve ligeramente su pierna y Sam se retuerce de dolor. Me acerco a Alex.

-Alex, para.-le digo, pero él no me responde, se limita a mirar a Sam con rabia, hasta podría decir que lo ve con una mirada asesina. Podría jurar que escucho unos suaves gruñidos...

Pongo una de mis manos en su mentón y lo obligo a mirarme. Sus ojos azules se volvieron amarillos intensos, de su boca sobresalen sus caninos afilados, y suelta leves gruñidos que pensaba había imaginado. Me obligo a mantenerme serena ante su escalofriante apariencia.

-Alex, ya basta.-le digo, lo más firme que puedo. Mantenemos nuestras miradas sobre el otro. Era como si pudiera saber lo que pensaba por medio de su mirada, tan fría y mortal, a tal punto que sentía que me helaba el alma. Permanezco firme que sus ojos se vuelven azules de nuevo, sus caninos se retraen a un tamaño normal y finalmente, suelta a Sam, quien se levanta rápidamente, mirando a Alex como si le estuviera quemando vivo.

-Debería de golpearte hasta que no puedas caminar.-le ladra Sam, acercándose tanto a él, que sus narices se topan. Alex le devuelve la mirada más relajado que antes, pero con una rabia contenida que en cualquier momento puede sobresalir a la superficie como un volcán activo e impredecible

-Corrígeme si me equivoco pero acabo de libertarte de haberte inmovilizado en el suelo con un solo movimiento.-su voz es como un cuchillo filoso acariciando con suavidad la tensa superficie del ambiente.-Casi te rompo el brazo antes, pero si lo prefieres....

-Basta.-les digo, interponiéndome entre ellos. Ninguno opone mucha resistencia a separarse, pero mantienen su mirada fija sobre el otro, taladrándose con ella. Suspiro.-Alex, discúlpanos un momento.

Tomo a Sam de la mano, y lo saco de la habitación.

 

Kiara

-Eres una perra.

-Es una curiosa elección de adjetivo, puesto que ambas somos parte de la ascendencia del perro.-Exclama Karina, paseándose por la habitación con un aire petulante. Siempre había notado que se daba aires de grandeza, pero ahora que se ha quitado la máscara, no tiene problemas para siempre andar con esa actitud petulante y descarada, algo tan suyo. Me enferma...

Karina suelta una carcajada amarga con mis gruñidos hacia ella, mirándome con enfermiza diversión.

-Solo fanfarroneas.-le digo, mirándola con asco.-¿Por qué no me sueltas y acabamos finalmente con esta guerra? ¿Te da miedo que pueda vencerte y tener el poder?

El semblante burlón de Karina parece crisparse por un segundo antes de recuperar su aspecto sereno. Parece que encontré una debilidad...

Su ego.

-Tus palabras no me afectan, Kiara.- susurra Karina con una tranquilidad ensayada, mientras su mano aprieta mi mentón, clavando sus zarpas en mi piel. Yo diría que si le afectan, pero quizá solo sean imaginaciones mías...-¿Qué podría saber una licántropa sin manada como tú sobre el poder? No, harías que nuestra manada cayera en desgracia.

Me suelto de un tirón de sus zarpas, sin importarme que el movimiento tan brusco mezclado con la fuerza con la que me sujetaba provocara que las heridas se volviesen más profundas, y mi propia sangre corriera por mi cuello, empapando la blusa nueva. 

-Si tú sigues al mando, toda nuestra especie caerá en desgracia.

 

Elvira

-¡¿Qué demonios estás haciendo?!-exclama Sam, mientras lo conduzco por la sala hasta llegar a la puerta principal de la casa. La abro y lo empujo fuera.-¡¿Elvira...?!

-Tienes que irte.-Termino por decirle. Sus cejas fruncidas se arquean hacia arriba en una expresión de sorpresa, y su boca se entreabre en una O. Algo que podría llamarlo mi mayor temor, es la impotencia de no poder hacer nada cuando alguien esta sufriendo o sucede algo malo. Una cosa similar es ser la responsable de su dolor. Jamás podría soportar ser la causa del sufrimiento de alguien que amo si puedo evitarlo.




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