El aullido: El legado

Mi palabra

Sam

Mis padres hace mucho que salieron camino al funeral, pero yo ni siquiera he podido salir de la cama. Me siento agotado, mis ojos se sienten hinchados y secos. Mi garganta está seca y desgarrada de tanto gritar y sollozar sin parar. Se supone que los hombres no lloran, pero aquí estoy, un hombre de diecisiete años tirado en su cama desde hace dos días, sin hacer más que sollozar, ya que no me quedan lágrimas para derramar. Me siento adormilado a pesar de no haber dormido nada los últimos días. Mi estómago me duele reclamando comida, pero todo lo que como lo siento insípido, como si estuviera masticando plástico en vez de mi plato favorito.

Me siento muy molesto, aunque no sé exactamente por qué. Quizá porque no debería ponerme así siendo el chico no? los hombres deberíamos ser los soportes de las chicas en nuestra vida. Así debería ser ¿verdad? Siempre firmes y fuertes...

Quizá también esté molesto con Elvira. Ella hizo que mantuviera la fe en algo con bajas probabilidades después de tanto tiempo de desaparición. Era algo improbable y ella me dio esperanzas...

No, no era justo tomarla contra ella, más sabiendo que ahora mismo está igual, o mucho peor que yo.

Cierro los ojos en la oscuridad que las cortinas de mis ventanas le proporcionan a mi habitación. No quiero ir al funeral. No quiero escuchar el montón de cosas que sacerdote vaya a decir cuando a Tara siempre le pareció un montón de palabras vacías. No quería ver a los Ventura llorando sobre el ataúd de su hija, que a pesar de no ser de su sangre, siempre la consideraron como si lo fuera. No quería ver a Lucy...Dios, la pequeña Lucy. No puedo verla probablemente vestida con la pijama que Tara le regaló una navidad, con los ojos brillantes como el cristal y llorando en los brazos de su mamá. 

Si la muerte de Tara me destrozó el corazón, ver todo eso simplemente me haría polvo.

La pantalla de mi celular se enciende por décima vez en la última media hora. No sé quien me estará llamando, y tampoco me interesa averiguarlo. Estoy seguro que no es Elvira, rompió su celular cuando se lo lanzó a la cabeza a Alex y en vez de darle a él, se estrelló contra la pared. 

Alex se fue luego de eso. Tengo la sensación de que sigue cerca, aunque no sé por qué.

Vuelve a encenderse la pantalla. Esta vez recojo el celular, pero en vez de responder, lo pongo boca abajo, antes de girar sobre mi mismo en mi cama. 

Solo quiero descansar...

Elvira

La garganta comienza a escocerme cuando me bebo el quinto trago de Ron de la última hora. Pocas veces he tomado alcohol, pero nunca he tenido mucha resistencia con este. Solo con dos tragos, estoy que me desmayo, ahora mismo ni sé como estoy de pie. 

Mis papás no fueron al funeral conmigo porque tenían una cirugía programada para esa hora, pero me pidieron que les ofreciera a los Ventura mis condolencias. Estoy de pie junto a unos mis compañeros de clase, José creo que se llama, aunque al verlo tras mis gafas de sol, creo que en realidad es Ernesto, por su cabello rubio...¿o es castaño rojizo?

No puedo ver con claridad con mis ojos llorosos, a pesar de tenerlos así por el alcohol y no por llanto ¿o es por ambos?

En cuanto la hermana de la señora Ventura comienza su discurso, comienzo a bostezar. Su llanto hipócrita me provoca lanzarle mi botella de "agua" por la cabeza. Ella nunca apoyó a su hermana en la idea de adoptar, y nunca quiso conocer a Tara. Sus palabras son más amargas que el sabor del Ron a fuego ardiente.

-Que bellas palabras.-susurra una chica a mis espaldas, sorbiendo su nariz.

-Cierra la boca- le escupo

-¿Disculpa?

Pongo los ojos en blanco antes de voltearme hacia ella. Luce un vestido negro con brillantes en todo el cuerpo, corto y muy ajustado. Es como si solo hubiese venido para poder usar el vestido. 

-Lo que oíste.-le respondo, tratando de no arrastrar las palabras, y de no perderlas de vista a ella y a su gemela; quienes no paran de moverse.-Cierra la boca.

-¿Quien te crees que eres? No tienes derecho...

Me muevo tan violentamente que todo a mi alrededor comienza a girar con rapidez. Siento la bilis subir por mi garganta, pero me obligo a tragármela. No vomitaría allí, aunque si soy sincera podría hacerlo, ya nada me importa.

-Si que lo tengo.-le susurro entre dientes.- Yo crecí con esa familia y sé que lo que hablo, tu no sabes nada de ellos, ni siquiera te interesa, solo viniste para usar tu vestido caro, así que no me vengas con esas idioteces, ¿de acuerdo?

La chica se calla, de hecho hace mucho que lo hizo, y no me está viendo, mira por detrás de mi. Me vuelvo y me doy cuenta que todos nos observan. Mierda ¿habré dicho todo en voz alta y no me di cuenta? Era lo más probable. Murmuro una disculpa y me voy tambaleándome de allí. 

Vaya genia, El.

-Eso no salió muy bien ¿verdad?-dice una voz, a mi lado.

Suelto un resoplido. 

-¿No te bastó que te lanzara mi celular a la cabeza?-le pregunto, sin parar de caminar y sin mirarlo, sintiendo sus pasos detrás de los míos.-Lo único que tengo a la mano ahora es esta botella, y aunque es de plástico podría provocarte un buen golpe.

-No tengo duda de eso.-me responde, antes de rebasarme y ponerse frente a mi. Enarca una ceja.-¿Por que usas lentes de sol?

-No te importa...

Antes de que pueda terminar o de poder reaccionar, me arranca los lentes de la cara, haciendo que la luz del sol me de directamente en los ojos, provocando que los cierre violentamente.

-¿Elvira, estas ebria?

 

Alex

Elvira hace lo que puede para arrancarme los lentes de la mano, antes de volvérselos a poner.

-No es tu problema, Alex, ya déjame tranquila.-me ruge con furia, pero arrastrando las palabras, lo cual hace que su réplica pierda fuerza.




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