Elvira
Me despierto con el impulso de mi propio cuerpo para vomitar a un lado de donde me encuentro acostada, mirando borroso por pequeñas lágrimas que me dificultan la visión junto a mis mareos. La luz es tenue y sobresale a un costado, como si saliera de una ventana a la altura de mi rodillas. Comienzo a recuperar mi visión poco a poco, siendo consciente de mi alrededor. Me encuentro en una habitación con paredes de madera color turquesa y un techo de madera marrón ceniza, acostada en una pequeña y vieja cama acomodada a una esquina de la habitación, con una pequeña mesita de noche de caoba negra, con una única lámpara vieja sobre ésta, sin mencionar la mancha de vómito que decoraba a la perfección, cortesía mía. Me siento lentamente sobre la cama, poniendo mis pies en el suelo, respirando por la boca tratando de controlar la náusea y disipar el dolor de cabeza. El resto de la habitación se limitaba a un armario que era parte de la pared, un cuadro bastante bonito de un pescador en una enorme laguna con una enorme montaña verde frente a él, y en el centro una única puerta marrón.
Me coloco los zapatos, que están colocados a un lado de la cama cuidadosamente, antes de levantarme y dirigirme a la puerta. Giro el pomo encontrando resistencia en el movimiento. Está cerrada con llave. ¿Por qué no me sorprende?
Le doy la espalda a la puerta para volver a echar un vistazo a la habitación, esperando encontrar algo útil que me ayude a descubrir donde estoy o mejor aún, el cómo carajos salgo de aquí. Pero solo encuentro las mismas 4 paredes y las pocas cosas que ocupan espacio en la habitación. Es como si nadie viviera allí, como si solo fuera de paso, tal y como un hotel. Pero no parecía una habitación de hotel, quizá era un hotel que alquilaba pequeñas cabañas. Pero ¿Cómo carajos llegué aquí?
Intento abrir la ventana mientras intento hacer memoria de lo que pasó antes de despertar aquí. Cerrada.
Mi mente también parece un rincón sin salida, pues lo único que recuerdo es el estar bebiendo demasiado, el haber estado en el funeral, el rostro de Alex muy cerca del mío...
Maldita sea, ¿Quién me manda a andar merodeando ebria en las calles sola? Estúpida, estúpida.
Tenía que salir de allí, de cualquier forma. No podía desaparecer así, mucho menos a tan pocas horas de enterrar a mi mejor amiga 6 metros bajo tierra. Era algo que simplemente no les podía hacer a los Ventura, a mis padres, a Sam...
No, de ninguna manera, no iba a morir de ninguna puta manera.
Abro el armario de par en par, mientras saboreo el amargo sabor de mi propio vómito en mi boca, buscando algún objeto para romper la ventana o para abrir la puerta. Nada.
Comienzo a acercarme al cuadro que está colgado en la pared pensando que a lo mejor me sirva para atravesar la ventana o simplemente para tener una estaca de arma cuando la puerta marrón se abre abruptamente. El susto me hace retroceder hacia la pared contraria con gran velocidad hasta estrellarme contra ella, encogiéndome como una niña pequeña. Trato de respirar con serenidad, pero el corazón me late a mil por hora.
Un hombre, enorme y fornido, de tez morena y el cabello negro siendo casi una pelusa sobre su cuero cabelludo. Me sonríe levemente, con una sonrisa que parece más una mueca tensa y forzada a una sonrisa agradable.
-Veo que ya se despertó, señorita.-me saluda, con una voz gruesa y potente.-Acompáñeme. La estamos esperando en la sala.
Trago saliva.
Mierda...
Mierda....
¡Mierda!
Sam
-Mira, saca la cabeza- le digo a Alex mientras abro la ventana de lado del copiloto, pisando el acelerador al fondo. Alex se me queda viendo fijamente con una mirada asesina. Hace mucho que no me echaba esas miradas, creo haber echado de menos lo escalofriantes e intensos que se vuelven sus ojos transformados en los de casi un lobo.
-¿Tengo cara de tu perro?-me reclama, casi en un gruñido.
-¿Qué? ¿Así no funciona?-le pregunto igual de brusco.-¿El tener la cabeza afuera olisqueando el aire no va a ayudarte a encontrar mejor a Elvira?
-En primer lugar, cuando intentas respirar con la cabeza fuera de la ventana de un auto en movimiento, la presión del aire disminuye el oxígeno, ¿Cómo esperas que pueda percibir algo si ni siquiera podría respirar?-Me responde, mirando hacia el camino con el ceño fruncido, frustrado.-En segundo lugar, si eso realmente funcionara, ¿No crees que ya lo habría hecho?
Hago una mueca chasqueando los dientes, escuchando como Alex suelta un gruñido claramente como el de un lobo a su vez, mientras que desenrolla el suéter de Elvira que la señora Sánchez nos había dado, dejándolo extendido en su regazo.
Su expresión se ensombrece, y su mirada ya no mostraba enojo, sino...angustia. De alguna manera, a pesar de que no podía ver bien su rostro, podía notar que estaba asustado, lo sentía. Sentía mi propio miedo reflejado en él.
Mi miedo de quizá volver a llegar demasiado tarde.
Elvira
Sigo al hombre por la puerta que se abre a una pequeña sala que esta conecta a una pequeña cocina con desayunador. Las paredes y el suelo son idénticas al de la habitación, como si realmente apenas hubiesen tocado aquella casa. En la cocina estaba una niña, de cabello color negro, lacio y sujeto en una muy fuerte trenza alta tras su cabeza. No parecía ser mayor de once años, pero se movía con bastante naturalidad en la cocina, moviendo trastos y demás. Apenas voltea hacia nosotros cuando nos escucha salir de la habitación, mientras que la enorme mole me "invita" a sentarme en uno de los sofás.
Me siento en el más lejano y procuro observar cada detalle de la habitación. A lado de la cocina hay un pequeño recibidor con una puerta que supongo debe de ser la salida, también hay una ventana a mi derecha, pero no creo poder abrirla y salir por ella antes de que el grandullón me pudiera sujetar y quizá partirme en dos. No hay nada útil que pueda usar como arma u obstáculo que consiga darme tiempo a escapar, solamente frente a mi se encuentra una pequeña y vieja mesa de café con nada encima de ella. Miro por el rabillo del ojo hacia la ventana y confirmo que tiene un seguro sin manija. Maldita sea, tengo que pensar en algo pronto...