El aullido: El legado

Más te vale...

Tara

Las rodillas ceden ante mi peso, incapaces de sostenerme por mucho tiempo, cayendo como peso muerto, rebotando contra la soga que me ata las manos, provocándome un dolor intenso en la espalda y un grito de dolor y sorpresa.

-Mierda...

Isac me ayuda a recuperar mi postura, mientras observo a Kiara, quien me mira a su vez fijamente, con los brazos cruzados.

-Ve despacio, Tara.-me regaña nuevamente.-De nada va a servirte que quieras apresurar algo que toma su propio tiempo sin importar tus propios deseos.

Respiro profundamente, tratando de que mi frustración no me domine por completo. Isac me da un pequeño golpe en la nariz, chasqueando sus dedos contra ella, sacándome la lengua, siendo esa su forma de darme ánimos. Le sonrío levemente antes de volver a colocar los pies en el suelo, apoyando parte de mi peso sobre ellos. 

Aunque las heridas de mi espalda finalmente han cerrado, el daño del tejido nervioso y muscular aún no se ha curado lo suficiente como para dejarme siquiera pararme derecha sobre el suelo, y ni hablar de caminar o siquiera permanecer de pies sin necesidad de la cuerda. Durante 4 horas diarias me la paso intentando soportar mi propio peso durante una cantidad de segundos que conforme lo voy logrando, aumenta la cantidad de tiempo en la que aguanto sobre mis pies. Sin embargo, apenas puedo soportar un total de 5 minutos, antes de que mis rodillas se dobleguen por completo, lo que significa que en el momento en que debamos de continuar nuestro camino, no seré más que un ancla para el resto.

El tiempo no está a nuestro favor, y conforme éste transcurre, Karina se abre paso ganando aliados a su causa y eliminando posibles aliados a la nuestra. 

Tengo que hacerme más fuerte, y tengo que hacerlo ya. Porque aunque Kiara tiene razón, y no importa que tanto me esfuerce, el cuerpo sanará en el tiempo que el decida, el resto de licántropos, ni Kenneth, tienen el lujo de darle ese tiempo.

Kiara sale de la habitación y nos deja a mi y a Isac solos un momento. En cuanto Kiara cierra la puerta, una ligera brisa fría entre por la habitación, refrescando mi piel ligeramente, la cual se estremece levemente ante la sensación.

-¿Aún te duele mucho?-me pregunta Isac, acariciando suavemente mi espalda, observando detenidamente las cicatrices, sin expresión alguna. A pesar de que es una ligera caricia, puedo sentir las yemas de sus dedos contra mi piel como si estuviera tocándome con una lija. 

-No del todo.-le respondo, ignorando la sensación que me deja su contacto.-Estoy bien, en serio.

Me sonríe burlonamente como siempre, haciendo que le sonría de vuelta, relajándome al instante. El tener a los gemelos de vuelta con nosotras es un tremendo alivio. No solo por la sensación de familiaridad que provoca su compañía, sino también por su insistencia en siempre mantener una actitud juguetona y relajada ante las cosas. No es que no sepan ponerse serios cuando el momento lo requiere, pero tienen la capacidad de bajarle la intensidad a las cosas cuando se ponen demasiado pesadas o asfixiantes. 

Y las cosas no podían estar más asfixiantes.

Un estruendo fuerte nos pone alerta ambos de repente, tensándonos de pies a cabeza y provocando que la primera reacción de Isac sea colocarme detrás de él, preparado para lanzarse sobre lo que sea que apareciera en la puerta. La voz de Isaác es la única que nos devuelve la tranquilidad, pero sin dejar escuchar atentamente a cualquier indicio de problemas. Kiara aparece por la puerta caminando apresuradamente seguida por Isaác, quien le pisa los talones pero no llega a alcanzarla. Para siempre presumir ser el licántropo más veloz de la manada junto a su hermano, me parece que Kiara lo está dejando muy mal yendo a un paso bastante lento. 

Kiara parece muy alterada por algo, pero se va tan rápido como regresó que no sabría describir su expresión. Cierra la puerta tras de si, cerrándola en las narices de Isaác, quien se frena de golpe, sosteniendo su cabeza entre sus manos.

Isac hace un sonido burlón de derrota con sus labios, mirando a su apesadumbrado hermano.

-Qué duro, hermanito.-se burla, haciendo que Isaác lo voltee a ver fulminándolo con la mirada. Isac lo mira enarcando las cejas.-No me mires así, te lo dije. Debiste decirle.

-Decir ¿Qué cosa?-pregunto. Isaác sale tras Kiara sin responderme, por lo que volteo a ver a Isac, quien se limita a encogerse de hombros.

-Digamos que no habrá luna de miel.

 

Elvira

-El.-la voz de Sam llegan a mis oídos en un susurro a mi lado por tercera vez. Aprieto la mandíbula con fuerza mientras lo ignoro deliberadamente como las últimas dos veces que ha intentado hablarme, mientras observo como Morgana da vueltas a nuestro alrededor, dejando a su paso un rastro de un polvo negro que parece ser carbón pulverizado. Sam y yo nos encontramos sentados sobre nuestras rodillas frente a un una estrella de cinco puntas encerrada en un círculo a la que Morgana le decía pentáculo, mientras que sobre ella habían 3 velas blancas colocadas en los puntos cardinales correspondientes.

No es que no entienda la confusión y la ansiedad que ha de provocarle esta escena a Sam, teniendo en cuenta que no tuve oportunidad de explicarle todo lo que Morgana y Leorio me habían explicado mientras Sam y Alex llegaban.

En cuanto Leorio me enseñó la marca del aullido en su antebrazo, supe que él y Alex estaban relacionados de alguna forma. Pero no sabía determinar si al final aquello resultaba ser algo bueno o no. Hice lo que pude para mantenerme inmutable, pero al ver la marca no pude evitar abrir los ojos sorprendida, dándole indicios a Leorio de que lo había reconocido. 

-Imagino que lo has visto en la espalda de Alexander.-me comentó, volviendo a cubrirse su propia marca, y recostándose de nuevo en el respaldo del sillón.-Supongo que esto te dejará más tranquila.




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