El aullido: El legado

Una ilusión...

 

Elvira

Sam me abre la puerta de su habitación vestido únicamente con un pantalón de algodón gris, dejando al descubierto su torso sudoroso por el arduo ejercicio que realizaba antes de que yo apareciera. Se limita a abrir la puerta, lanzarme una mirada inexpresiva, y regresar a lo que estaba haciendo. Suspiro agotada, debe estar demasiado enojado todavía.

Entro a su habitación, sentándome en su cama, observando como se acuesta en el suelo y comienza a hacer flexiones una y otra vez, tensando sus músculos por debajo de su piel. No me mira ni una sola vez, pero sé que está esperando a que le diga lo que tengo que decirle. No hace falta tanta explicación, siempre ha sido así.

-Hay que volver con Alex y los demás...

-Y una mierda.-me suelta en un resoplido, antes de levantarse de un salto, mirándome furioso.

-Sam, escucha...

-¡No, tú vas a escucharme ahora!-exclama, tomando mis manos para tirar de mi hacia él, haciéndome callar de golpe. Todo su cuerpo está en completa tensión, y su respiración es bastante acelerada y fuerte, la cual roza la piel de mi frente con bastante fuerza. Guardo silencio, y me limito a asentir suavemente, dejándolo proseguir. Me suelta y se endereza.-Sé que ellos son el camino más rápido hacia Tara, lo sé muy bien...pero mierda Elvira, ¿no tienes orgullo?-lo observo con los ojos entrecerrados, algo dolida.-Es decir, después de todo lo que Morgana dijo sobre ti ¿solo vas a llegar con la cola entre las patas? 

-Sam...

-No, Elvira.-me interrumpe de nuevo, alzando una mano en el aire.-Así como ellos aparecieron, de seguro aparecerán otras alternativas para encontrar a Tara.

-¿Y cuánto tiempo crees que nos tomará encontrar esa alternativa?-le pregunto suavemente. Sam se limita a mirarme en silencio. Sé que no tiene una respuesta para eso, pero tampoco va a retractarse de su decisión.

No había podido dormir la noche anterior. Sabía que el temperamento de Sam y su reacción ante las palabras de Morgana serían un gran problema hoy, sobre todo porque su orgullo se vio afectado aquí, no solo el mío. Es difícil lidiar con un hombre al cual le han herido su orgullo.

-Samuel, lo que dijo Morgana si pegó en mi orgullo.-le admito, haciendo una mueca cuando sus palabras resuenan en mi mente.-Pero Morgana no nos insultó; ella solamente nos dijo la verdad.

-No, nosotros no somos malos amigos...

-No, somos humanos.-le respondo, esta vez siendo yo quien le interrumpe a él.-Y también somos jovencitos de 15 y 17 años. No somos idiotas, solo somos ignorantes en muchas cosas todavía, así como también tenemos bastante conocimiento de otras.-le acaricio la mejilla con suavidad, girando su rostro hacia mi, pidiendo sutilmente que me mire. Sus ojos tienen marcas oscuras bajo los párpados inferiores, y su expresión tiene pequeños matices de cansancio por encima de todo el enojo y frustración. Parece que no fui la única que no pudo pegar ojo anoche...-¿Recuerdas aquella frase que Tara nos enseñó como parte de las enseñanzas de su padre?-asiente.-"Siempre debes dar por hecho..."

-"...que la persona con la que estés hablando, sabe algo que tú no."-termina por mi. Asiento con la cabeza, y Sam se limita a suspirar.-¿Estoy siendo un cabeza hueca, no?


Me río, volviendo a asentir. El término "cabeza hueca" lo usábamos de pequeños para hablar de los niños mayores que se creían mejor que nosotros por su edad y por saber leer y escribir en cursiva. Que creían saberlo todo y que no podían aprender más.

Abrazo a Sam sin importarme lo cálida y pegajosa que está su piel por el sudor y el ejercicio extenuante, dejando que él me rodee con los brazos de la misma manera.

-No somos malos amigos, Sam.-le susurro, más para convencerme a mi que a él.-Lo que nos haría malos amigos es saber que estamos pensando mal, y de todos modos seguir pensando de esa forma.

 

Alex

Morgana extiende sus manos encima de la mesa con las palmas hacia arriba, y de ellas comienza a brotar una especie de humo marrón, cubriendo toda la superficie. Sus ojos se cierran con fuerza durante un minuto, antes de volver a abrirse, dejando ver que el iris y esclera de sus ojos desaparecieron, y su pupila se ha extendido por todo el ojo, cubriéndolo todo con un negro intenso. 

Elvira y Sam habían llegado hacía poco, disculpándose con Morgana y el viejo, quienes aceptaron las disculpas sin ningún tipo de rencor, y aclarando que finalmente habían comprendido lo que querían decir ellos el dia anterior, para luego ir dentro de la casa y hablar sobre cómo daríamos el siguiente paso. 

Sobre la mesa y entre el humo marrón, comienza a formarse una imagen tenue y borrosa, que poco a poco va tomando claridad a los ojos de todos.

-¿Qué es eso?-pregunta Sam por lo bajo, inclinándose un poco sobre la mesa, pero manteniendo una prudente distancia. 

-Cuando Elvira localizó a Tara, Morgana aprovechó para dejar un hechizo sobre ella.-explica el viejo, siendo observando por los dos pares de ojos muy atentos de los humanos.-Éste le permite localizar a Tara donde quiera que esté.

-¿Cómo lo hace?-pregunta esta vez Elvira. Unas inmensas ganas de responderle me inundan por completo, pero me limito a observar como el viejo le responde.

-Por lo que me explicó, el hechizo funciona muy similar a nuestro olfato.-comienza a explicar.-Elvira logró localizar a Tara por medio de su subconsciente sobre estimulada por la poderosa magia de Morgana, quien a su vez, estaba dentro de la mente de Elvira.

"No sé con certeza cómo explicarlo bien, ya que el mundo de la magia es inmenso y mi conocimiento sobre él es casi nulo, pero en resumen, para que el hechizo funcione, tiene que haber visto por lo menos el aspecto de esa persona, y al ver a Tara en tu subconsciente, Morgana logró dejar el dichoso hechizo sobre ella, que le permite encontrarla en cualquier parte del mundo."




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