El aullido: El legado

Dos Kilómetros

Tara

Una sacudida firme en mi hombro me hace abrir los ojos abruptamente, sin poder evitar sacar mis zarpas y lanzar una zarpada hacia lo que sea que me sujeta junto a un gruñido sin siquiera saber realmente la identidad de esta persona o criatura. 

Kiara logra sujetar mi muñeca a centímetros de su rostro, justo cuando mis zarpas rozan ligeramente sus pestañas, apuntando a sus ojos. Ladea su cabeza hasta lograr hacer contacto visual conmigo, alzando una de sus comisuras en una media sonrisa.

-Veo que las mini sesiones de entrenamiento con Isac han servido.-comenta, soltando mi mano.

Retraigo con rapidez mis zarpas, tragando saliva con nerviosismo. Pude haberla matado...

-Kiara, yo...

-Descuida, Tara.-me corta, antes de que pueda continuar.-Es bueno que estés alerta. Sobre todo ahora que estamos en guerra.-Me quedo en silencio, limitándome a asentir.-De todas formas, no te desperté para comprobar los resultados de tu entrenamiento, por grata sorpresa que sea. Hay que irnos.

-¿Qué sucede?-le pregunto, levantándome con su ayuda. Lanzo una mirada detrás de Kiara, observando como los gemelos están platicando a un par de metros de nosotras, listos para seguir avanzando.

-Isaác encontró un rastro de aroma de una manada cerca.-me explica, ya caminando hacia ellos. La sigo pisándole los talones, antes de mirar con los ojos muy abiertos a Isaác.

-¿De verdad?-le pregunto, recibiendo una cabezada afirmativa de parte de él, quien mantiene un semblante serio y sereno.

-Pero es muy débil. Debemos movernos si queremos alcanzarlos.

 

Alex

Morgana extiende sus manos sobre la mesa de madera frente a ella, dejando salir de entre sus dedos la especie de humo marrón de antes, el cual vuelve a cubrir toda la superficie. Sus ojos se tensan bajo los parpados cerrados al fruncir el ceño en señal de concentración, y el ambiente se vuelve frio de repente. 

La mirada de Elvira permanece fija sobre Morgana, con una expresión seria en su rostro, pero hay un brillo en sus ojos que nunca había visto. Sam no parece realmente consciente de lo que sucede, su rostro está lleno de cansancio, con ojeras remarcando debajo de sus ojos, haciéndolo ver más pálido. Son pocos los días que se ha visto realmente bien durante el tiempo que llevo conociéndolo. 

El viejo está de brazos cruzados a un lado de Sam. Nunca había intentado ponerse a mi lado, y agradecía que no lo intentara. No me responsabilizaría de lo que le hiciese si lo intentara. 

El humo marrón sobre la mesa se mueve haciendo remolinos lentamente girando de acuerdo a las manecillas del reloj, aparentando ser inofensivo, pero a pesar de que a este punto todos confiábamos en Morgana, ninguno podía evitar mantener distancia de la mesa. 

De pronto, los ojos de Morgana se abren, revelando la escalofriante imagen de sus ojos completamente negros, dando la sensación de poder absorberte hacia una eterna y gélida oscuridad. Es imposible poder acostumbrarme a esa escena tan atemorizante. 

-¿Ves algo?-pregunta Elvira, en un suave susurro, como si temiese quebrar el ambiente místico con el sonido de su voz.

"No puedo verlos aún" se limita a responder Morgana en la mente de todos, sonando algo forzada su voz, como si le costara el doble de esfuerzo articular palabra "Parece que han aumentado la velocidad desde la última vez que los vimos."

-¿Estarán huyendo de algo o alguien?-pregunta Sam, sonando inseguro, mientras aprieta sus brazos cruzados contra su pecho. Niego con la cabeza en su dirección.

-Lo dudo. Los licántropos solo escapamos cuando la situación es critica, es decir que alguno de nosotros salga terriblemente herido, y por lo que veo...-dirijo una mirada a Morgana, quien ha vuelto a cerrar los ojos, frunciendo el ceño con fuerza.-se mueven a una velocidad que no podrían ir si estuviesen heridos.

-Sin embargo, no creo que debamos descartar la posibilidad de que estén siendo perseguidos.-me replica el viejo, quien mira hacia el humo marrón sobre la mesa, pensativo.-Quizá no han tenido una confrontación directa todavía, pero si sepan que alguien les pisa los talones y por tanto, están desesperados por tomar distancia.

 

Elvira

-Si ese es el caso.-hablo de nuevo, recuperando la firmeza de mi voz, pero sin atreverme a elevar demasiado el volumen.-¿Adónde se dirigen? Digo, deben de tener algún lugar al cual están yendo, ¿no? porque de lo contrario, no importa cuánta distancia pongan entre ellos y quien sea que los persiga, sino tienen un lugar al cual ir, los alcanzarán tarde o temprano.

-Estoy de acuerdo.-responde Alex frotándose la barbilla con la palma de su mano.-Deben de estar siguiendo alguna especie de plan de contraataque, o si podrían estar dirigiéndose a alguna parte. 

-¿Una manada tal vez?-propone Leorio. Alex asiente en su dirección.

-Es probable. Tal vez buscan que alguien los resguarde.

-No lo entiendo. Se supone que Tara estaba con la manada de Kenneth en Brasil, ¿por qué irse a buscar otra hasta Bolivia?-pregunta Sam, enarcando las cejas interrogante.

-Hace mucho que perdimos conexión con la actividad de las manadas.-responde Leorio suspirando.-Pero si optó por irse de la manada que por derecho le pertenece, entonces algo debió hacerla marcharse.

-¿Hay alguna manada en Bolivia?-pregunto, tratando de encontrar alguna pista que hayamos pasado por alto

-No que yo...-Alex se interrumpe en media frase, y observo como su rostro pasa de sorpresa a completo nerviosismo, que oculta bajo una expresión sombría.-Si, hay una.

-¿Qué?-pregunta Leorio, confuso.-¿Cuál? ¿Quién es el alfa?

Alex le lanza una mirada a su padre, sin decir nada, pero expresando todo a través de sus ojos. Aún no estoy segura de qué fue lo que provocó el odio de Alex hacia su padre, pero a pesar de que Morgana mencionó que ocurrió hace muchos años, no parece haber sido aplacado por el tiempo después de todo.




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