"El amor nunca muere: solo cambia de piel y se hace eterno en la memoria."
La montaña quedó en silencio. Donde antes había fuego y ruinas, solo quedaban cenizas y el murmullo suave del viento. Los dioses habían desaparecido, sus cuerpos fragmentados en estrellas que brillaban en el firmamento. Y en el centro de aquel vacío, el recuerdo del sacrificio seguía latiendo.
La luna volvió a elevarse, pálida, incompleta. Ya no era la misma. Su resplandor tenía una melancolía nueva, un dolor impregnado en cada rayo que tocaba la tierra. Los hombres, al verla, no lo sabían, pero contemplaban la herida abierta de un amor que había muerto para salvarlos.
Y en lo profundo del bosque, entre las sombras que aún olían a ceniza, algo despertó.
Un lobo blanco emergió de la penumbra. Su pelaje era níveo como la nieve virgen, y sus ojos brillaban con un azul profundo, como dos fragmentos del cielo. Se movía con calma, con un aura distinta: no era el lobo negro renacido, pero llevaba en sí su herencia, su eco, su sangre convertida en nueva esperanza.
Alzó la cabeza y miró hacia la luna. No la miraba con odio ni con dolor, sino con una serenidad que estremecía. Cuando abrió el hocico y dejó escapar su aullido, no fue un grito de rabia ni de condena: fue un canto suave, un susurro de amor eterno.
Los animales del bosque lo escucharon, y el aire mismo pareció detenerse para grabar aquel sonido. En ese instante, todos comprendieron: la historia del lobo y la luna no había terminado. No era un final, sino un legado.
Porque cada aullido de aquel lobo blanco recordaría a los hombres, a las bestias y a las estrellas, que el amor prohibido no había sido en vano. Que aunque los dioses lo intentaron destruir, había renacido en otra forma, en otra piel, en otra vida.
La luna lo contempló desde lo alto. Sus lágrimas brillaron en el resplandor nocturno, pero por primera vez desde la muerte de su amado, no lloraba de dolor, sino de esperanza.
Y así, el ciclo continuó. El lobo negro y la luna habían muerto juntos, pero su sacrificio había dejado una semilla: la certeza de que ningún amor, por más imposible que fuera, muere del todo. Siempre encuentra la manera de regresar.
pero esto...es otra hermosa pero dolorosamente historia,de como los mortales,hacen sangrar a los dioses...
PROXIMAMENTE : ÉL LEGADOR.
FIN ARCO I:EL LOBO Y LA LUNA..