El Aullido Prohibido

capítulo 1: EL ECO EN LA NIEBLA.

"No todo lo que se escucha en el silencio está muerto; a veces es el amor buscando un lugar donde existir."

La noche había caído como un sudario sobre el pueblo. Las lámparas se apagaban temprano, y las calles quedaban sumidas en una oscuridad húmeda, apenas rota por la neblina que se alzaba desde el río. Adrien caminaba sin rumbo, con las manos hundidas en los bolsillos y los ojos perdidos en las sombras. El insomnio lo perseguía como un enemigo invisible, y solo en la quietud de la madrugada encontraba un respiro.

Esa noche, sin embargo, la calma era distinta. Había algo en el aire, un murmullo suave que parecía deslizarse entre las paredes de piedra. Adrien se detuvo. Sus oídos captaron un sonido que no pertenecía al viento ni a los animales del bosque. Era una voz.

Al principio pensó que era un sueño, el eco de su propia mente fatigada. Pero no. Las palabras estaban ahí, flotando, quebradas, cargadas de un dolor imposible de fingir.
—…¿por qué nadie me escucha…? —susurraba.

Adrien sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El corazón le golpeaba en el pecho, pero no de miedo: de fascinación. Se adentró en las callejuelas más oscuras, siguiendo el rastro de la voz como si lo guiara una cuerda invisible. El camino lo llevó hasta los límites del pueblo, hasta el cementerio antiguo, olvidado por todos menos por los muertos que dormían bajo su tierra.

La voz se hizo más clara allí. Era femenina, tenue, como el suspiro de alguien que ha llorado demasiado.
—…si tan solo alguien… alguien pudiera recordarme…

Adrien avanzó hasta la verja oxidada y apoyó las manos en el metal frío.
—Te escucho —murmuró, sin entender por qué respondía, sin importarle si estaba perdiendo la razón.

El silencio lo envolvió un instante, como si el mundo entero contuviera el aliento. Y luego, la voz regresó, sorprendida, temblorosa.
—¿Tú… me oyes?

Adrien cerró los ojos. El miedo intentó atraparlo, pero algo más fuerte lo empujó a continuar.
—Sí —dijo con firmeza—. Te oigo.

Y así, en medio de la niebla, en un cementerio olvidado, dos mundos se tocaron por primera vez. Un humano y un espíritu. Carne y eco. Presente y memoria.

Lo que Adrien no sabía era que, al responder a esa voz, había roto un silencio de siglos… y había sellado su destino.




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