El Aullido Prohibido

capitulo 10:EL JUICIO DE LA LUZ.

"No hay amor sin castigo, ni castigo que no nazca del amor."

El cielo despertó antes que el sol. Un resplandor dorado cubría el valle, tan intenso que las sombras huyeron del suelo. Elyra abrió los ojos y supo que había llegado el momento.
Los custodios descendían otra vez, trayendo consigo el peso del juicio divino.

El aire temblaba con cada uno de sus pasos. No hablaban, pero sus voces resonaban dentro de su mente: un coro sin palabras, un eco que dolía.
Elyra sintió el corazón de Adrien latir con violencia en su pecho prestado.

—No temas —susurró él, desde dentro—. Ellos no entienden lo que hicimos.

—Y si lo entienden —respondió ella—, entonces solo les queda destruirnos.

Los custodios la rodearon. La luz era tan fuerte que el río se evaporó a sus pies.
Uno de ellos alzó su lanza.
—Elyra del alma errante —dijo—, fuiste creada para recordar, no para sentir. Has robado la chispa de la vida, y con ella, alterado el orden de los cielos.

Ella alzó la mirada, con lágrimas que ardían como fuego.
—No robé nada. Solo amé lo que me fue dado.

El suelo se agrietó bajo su voz. Un resplandor brotó de su pecho, el mismo símbolo que había marcado a Adrien.
Los dioses observaban desde arriba, silenciosos, expectantes.

Elyra dio un paso al frente, sus manos brillando con el mismo fuego divino que antes la condenó.
—Si mi amor es una falta, que mi castigo sea recordarlo por toda la eternidad. Pero no borraré su nombre. Ni su voz. Ni su alma que vive en mí.

El primer rayo cayó. La luz la envolvió.
Por un instante, su silueta fue pura energía, y los custodios retrocedieron. Dentro de ella, Adrien gritó su nombre, y ese grito partió el firmamento.

El resplandor se expandió, cegador, hasta cubrir todo el valle.
Y cuando la calma regresó, Elyra no estaba.
Solo quedaba una pluma blanca flotando sobre el río, y el eco de un corazón que seguía latiendo entre los planos.

Los dioses callaron. No sabían si habían vencido… o si habían liberado algo que jamás podrían volver a contener.

Desde la luna, una sombra observaba en silencio.
Y su aullido rompió la noche.

Era el anuncio del siguiente ciclo.




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