Jueves, 16 de mayo de 2019
Tomados de las manos se dirigieron al árbol que se situaba en la cima de una pequeña colina. Alejados de la arboleda mientras se miraban a los ojos con cierto encanto, soltando una que otra risa, juguetona entre ellos. Entonces aquella criatura de largos y negros cabellos la tomó de las mejillas para luego acariciarlas con cierta suavidad y ternura.
Porque el Autor era una mujer. Se mostraba como una al estar frente a él.
Ella, por su parte, solo sonrió al sentir el tacto de sus manos. Cálidas como siempre cuando las tomaba seguidamente. Ahora aquel con apariencia de hombre la tomó de la cintura, apresándola contra su cuerpo, para luego deslizarlas hasta la espalda baja de su contraria.
Cerca, muy cerca... demasiado para el gusto de aquel par.
El viento soplaba y agitaba las hojas de los árboles como también los cabellos de dichos amantes que estaban bajo la comodidad del gran árbol. No hacia falta palabras entre ellos, claro que no. Sus miradas y movimientos mutuos eran más que suficientes.
¿Quién daría el primer ataque?
— Oh, cariño.
Se dejaron llevar sellando su encuentro con uno de esos besos que hace mucho necesitaban. Encendiendo el fuego de sus corazones como también el de sus cuerpos. El Autor mordía con suavidad los labios de su contrario queriendo saber que esto no era uno más de sus tantos sueños.
Mientras tanto, aquella criatura, solo clavaba sus uñas en dicha zona, aferrándose y apegándose aún más a su contraria.
Como tratando de decir...
— Hey- canturreó—, estoy aquí.
La hizo retroceder en ese vaivén de besos fogosos, haciéndola chocar contra el tronco del viejo árbol. Se separaron por un segundo volviéndose a mirar, jadeantes y tomándose un pequeño respiro para después volver a su acción inicial.
A este punto del relato, te estarás preguntando, ¿y por qué? El Autor y el Elfo, si bien son criaturas completamente diferentes, sus sentimientos eran los mismos.
¿Era acaso un pedimento para amar?
— No ~
Y el Autor le respondió a la Luna, mientras estaba siendo besada de una forma muy atrevida. Produciendo que sus mejillas nuevamente se sonrojen y revuelva los cabellos azabaches de este. La Luna, testigo de su amor, comenzó a asomarse con cautela mientras su luz arrasaba con todo a su paso dando una suave caricia. Y cuando dicha estrella llegó a su límite, los suspiros, como también los infaltables jadeos, cesaron. Aquel con apariencia de hombre sabía que tenía que irse.
El Autor no quería, pero claro, nunca se lo diría.
Los lobos comenzaron aullar con cierta melancolía, los tambores comenzaron a sonar y el Elfo...
— Huye.
Habló con suavidad acariciando su mejilla entregándole su capa para que este se cubra. Su contrario, ante tal gesto, se acercó, la tomó de sus mejillas y depositó un suave beso sobre los labios de su contraria como agradecimiento. Posterior a ello, le sonrió para luego alejarse e irse.
El Autor, solo lo vio marcharse.
Quería llorar.