Viernes, 4 de octubre de 2019
Los rayos del sol se asomaban con cautela entre el arboleda, acariciando con su luz todo lo que encontraba a su paso. Las abejas, por su parte, salían a hacer su trabajo. Era uno de esos días, el Autor, se encontraba fuera de su hogar, sentado en su mecedora mientras dejaba brotar una que otra lágrima. Ese día, el de cabellos largos dejó una carta, disculpándose con lo que expresaba en ella y en el dolor futuro que generaría en su amada.
— Ya lo veía venir, supongo que no me sorprende en lo absoluto...- susurró para luego dejar caer dicha hoja a sus pies.
Estaba ligeramente temblando, miles de cosas abarcaron su mente a diestra y siniestra.
Sin piedad, sin compasión.
Por otro lado, un enjambre de abejas no tardó en hacerse presente en su pequeño jardín. ¡Las flores del Autor eran las más hermosas! Estaban muy bien cuidadas, y siempre permanecería así sin importar su estado de ánimo.
Las flores son como las personas o quizá como los sentimientos. Cualquiera que fuese la opción, las dos necesitaban cuidado y amor.
— Claro, no todas.
Y desapareció.