El ayudante de Santa

El ayudante de Santa

Cuando era pequeña, como todos los niños siempre creí en Santa, en noches de Navidad, me pasaba toda la noche con los ojos muy abiertos observando de par en par hacia las afueras de la ventana de la sala, apoyando mi torso al respaldo del viejo sofá verde. Esperaba ver a Papá Noel, pero sólo veía la fría y blanca nieve caer y las calles casi vacías de transeúntes y coches.

En una ocasión sí vi algo, pero a mi padre cuando volteé hacia la chimenea, éste había dicho que se había levantado a tomar agua pero se hallaba cargado de regalos, a pelos de dejarlos al pie del arbolito de navidad.

_¿Qué haces?- Interrogué.

_Santa me los ha entregado... Me los ha enviado por encomienda desde el Polo Norte ya que éste año se encuentra enfermo.- Explicó atropelladamente.

_¿O sea que eres el ayudante de Santa?-Interrogué emocionada. Y él asintió, suspirando como de alivio.

Años después, cuando tuve 11 años, dejé de creer en Santa, pero una noche a causa de haber dormido demasiado durante la siesta y triste por problemas de la juventud y el colegio, etc, quedé hasta tarde en el sofá, escuchando canciones y dormitando.

En ese momento no sé si fue un sueño, pero escuché un ruido extraño, como de un motor y levanté la mirada hacia la ventana, la nieve caída pero vi algo aún más extraño, algo muy real para ser un sueño. ¡Vi un trineo! Y el trineo se suspendía sobre el aire. Abrí los ojos aún más con incredulidad y sin poder pensar ni en tomar fotografías (Cosa que me reprendí después), simplemente observé tan sorprendida como me era posible, creyendo que éste era como uno de los tantos sueños que soñamos y parecen reales.

Luego vi a Santa ¡A Santa! Tenía la barba blanca enrollada sobre su cintura y su nariz se hallaba tan roja como la del reno que dirigía el trineo. Rodolfo, supuse, y supuse que Papá Noel se hallaba así por gripe, ¡Por gripe de recorrer todo el mundo a pesar del frío! Y supuse que del cambio climático también, ya que en América Latina ahora era verano, un caluroso verano y luego volvía hacia España, etc... Recorrer todo el mundo en una noche y en un trineo ¡Por supuesto que le iba a dar gripe!

Papá Noel estornudó y una cuerda fue lanzada hacia por encima del techo de mi casa, y un chico, con enorme abrigo negro y un gorro rojo comenzó a subirse con dificultad. Me escundí detrás del espacio que había entre el sofá y la pared y observé en silencio, en silencio sostenido. Deseaba lanzarme al trineo y recorrer el mundo, conocer a Santa y a su ayudante, a sus renos y al líder de los renos.

Pero volviendo a la realidad, a la realidad de mis sueños o de la realidad realidad, vi al ayudante de Santa caer torpemente frente a mi chimenea y comenzar a poner todos los regalos. Cuando volvió a tomar la cuerda para comenzar a trepar lo tomé de su gran abrigo.

Su rostro de pánico me llenó de pánico a mí, y se sarandeó de mis manos de forma nada amable y me pregunté cómo un sueño podría ser tan vivído. Podía ver sus ojos a detalle y sus cabellos azabaches escaparse de la gorraa roja.

_Eres el verdadero ayudante de Santa...- Susurré. Él formó una fea mueca y se despidió con algunas palabras. Años más tarde pude investigar que Papá Noel vivía hacia los polos, que quizá su idioma era finés, supuse que su ayudante también.

Nunca supe si el sueño fue real, nunca lo supe, hasta hoy en día lo dudo, pero para mí fue real. Mis padres dicen que me habían encontrado dormida en la alfombra y yo recordé haber llegado hasta allí por el ayudante de Santa. ¡Menuda coincidencia!

Esperé cada año la navidad con impaciencia, pero quizá Santa había dejado de ser imprudente, y esperaba hasta que todos los niños del mundo quedasen dormidos profundamente para salir a recorrer.

Pero años más tarde, aún intrigada por el sueño que no logré olvidar llegué a Finlandia, dispuesta a averiguar todo y de paso observar la aurora boreal.

No encontré rastros del trineo ni de Santa, me pregunté si Santa se disfrazaba de persona corriente y se afeitaba durante los demás demás días. Supuse que no, si se afeitase su barba no sería tan larga como para enrrollarla sobre su panza.

_¡Hey!- Grité. Cuando me distraje de mis pensamientos y apoyada en la pista de patinaje de Fintalndia vi a un chico de gorra roja. Él, a pesar de quizá no entender mi idioma volteó, y cuando él volteó, mi corazón paró unos segundos ¡No podía ser! Chupé aire y me deslicé decidida a atraparlo, esta vez no le dejaría huir.

Él se deslizó con más facilidad que yo y arrojó sus zapatos corriendo por la nieve. El motivo es obvio, es ayudante de Santa, su trabajo es secreto y yo lo averigué, o simplmente corría porque yo, en ese momento lucía como una loca de 16 años corriendo tras él.

Él cayó despatarrado en la nieve, y sólo por eso pude llegar hasta él. Sus labios temblaban quizá por el frío de estar solo en calcetines de lana que ni siquiera eran del mismo color.



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En el texto hay: fantasia romantica, ficcion juvenil, navidad para todos

Editado: 19.12.2018

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