Me desperté sobresaltada, el sueño todavía flotaba en mi mente como una neblina matutina. Me levanté de la cama, sintiendo el frescor de la mañana y el olor del café que se filtraba desde la cocina. Mientras me vestía, el recuerdo del sueño empezó a desvanecerse, como hacen los sueños, hasta que solo quedó la sensación de algo grande y misterioso.
Llegué a la oficina, mi cabeza todavía girando con los vestigios de la noche anterior. El jefe me entregó una pila de informes para revisar, pero mis pensamientos estaban en otra parte. Los recuerdos de Alejandro, la tristeza, el sueño extraño, todo se mezclaba en mi cabeza como una melodía distorsionada. Pero en medio de todo eso, una cosa era clara: no podía seguir así, necesitaba cambiar algo en mi vida.
Esa tarde, después del trabajo, me encontré nuevamente frente a la fuente. Sostuve otra moneda en mi mano, pero esta vez, en lugar de pedir un deseo, hice una promesa. "Haré todo lo posible para encontrar mi felicidad", susurré al viento, y lancé la moneda al agua.
Esa noche, volví a soñar con el dios del agua. Esta vez, estaba parada en una playa de arena blanca, el agua azul oscuro y calmado frente a mí. El dios del agua estaba allí, con su brillante cabello flotando a su alrededor como algas en el océano.
"Has hecho una promesa", dijo, su voz era como el mar, profundo y misterioso. "¿Estás lista para enfrentar lo que viene?"
"No sé qué es lo que viene", confesé, mirándolo a los ojos. "Pero sé que estoy lista para enfrentar cualquier cosa, si eso significa encontrar mi felicidad".
El dios del agua sonrió, su expresión era suave, pero en sus ojos vi un destello de desafío. "Entonces, comienza tu viaje", dijo, y levantó una mano, el agua del mar se elevó en una ola gigante. Sin embargo, en lugar de miedo, sentí una extraña emoción. Mientras la ola caía sobre mí, en lugar de ahogarme, me sentí elevada, como si estuviera volando.
Cuando desperté, sentía una nueva energía en mi interior. Tenía un propósito, una misión. Decidí que iba a dar un paso a la vez, a enfrentar mis miedos y mis dudas. No sabía si el dios del agua era real, o si todo esto era solo el producto de mi imaginación. Pero en mi corazón, sabía que había algo en esos sueños que me estaba guiando.
Ese día, en lugar de pasar la hora del almuerzo encerrada en mi oficina, decidí salir y caminar por el parque cercano. Mientras el sol brillaba sobre mí y la brisa revolvía mi cabello, no pude evitar sonreír. Sí, todavía me dolía la ruptura con Alejandro, pero también sabía que había un mundo de posibilidades esperándome.
Estaba dispuesta a explorarlo y encontrar mi felicidad. Porque al final, eso era lo que importaba. Mi felicidad, mi viaje. Y estaba lista para emprenderlo, con el dios del agua como mi misterioso guía.