Los días pasaron como si estuviera en un vórtice de cambios. Empecé a hacer cosas que antes nunca hubiera considerado. Comencé a asistir a una clase de yoga por las mañanas, aprendí a cocinar comidas saludables y me inscribí en un taller de pintura en el centro cultural de la ciudad.
Cada noche, el dios del agua aparecía en mis sueños, observando silenciosamente desde lejos. Nunca decía nada, pero su presencia era como una luz de faro en la oscuridad, guiándome a través de mi nueva vida.
Una tarde, después de una de mis clases de pintura, decidí sentarme en un café cercano. Mientras bebía un capuchino y hojeaba un libro de arte, una voz me sacó de mi ensimismamiento.
"¿Es este el libro de la nueva exposición en la Galería Prado?", preguntó un hombre que estaba de pie junto a mi mesa. Lo miré, sorprendida. Era alto, de pelo oscuro y llevaba unas gafas redondas que le daban un aspecto intelectual. Pero lo más impresionante eran sus ojos, un azul intenso que me recordaba al dios del agua.
"Sí, es ese", respondí, sonriendo. "¿Estás interesado en el arte?"
"Soy un artista", dijo, devolviéndome la sonrisa. Se presentó como Daniel y me contó que estaba en la ciudad para su próxima exposición. Charlamos durante un rato, compartiendo nuestros puntos de vista sobre el arte, la vida y la búsqueda de la felicidad.
Daniel era diferente a Alejandro. Era tranquilo y reflexivo, y parecía disfrutar realmente de mi compañía. Me invitó a la inauguración de su exposición la próxima semana y, aunque normalmente habría dudado, esta vez acepté sin pensarlo dos veces.
Esa noche, el dios del agua volvió a visitarme en mis sueños. "Pareces feliz", dijo, su voz resonando con un toque de alegría. "Estás en el camino correcto."
"¿Daniel es parte de esto?", pregunté, mirando al dios del agua con curiosidad.
"No puedo decirte eso", respondió él, su rostro se volvió serio. "Tú eres la que debe descubrirlo."
Cuando desperté, me sentí llena de esperanza. Por primera vez desde mi ruptura con Alejandro, me sentí verdaderamente emocionada por lo que vendría. Sabía que todavía tenía un largo camino por recorrer, pero también sabía que estaba lista para enfrentarlo, con el dios del agua a mi lado.