El azul de sus ojos

Capítulo 10: El Encuentro con el Mar

Las semanas pasaron, cada día más inquietante que el anterior. El mar rugía con furia, y los vientos soplaron con una intensidad creciente. Era como si todo el mundo se estuviera preparando para algo monumental.

 

Un día, mientras Daniel y yo estábamos en la playa, una ola gigantesca se alzó frente a nosotros. Pero, en lugar de estrellarse contra la orilla, se detuvo, quedando suspendida en el aire. Me quedé sin aliento ante la maravilla de aquel espectáculo, mi corazón latiendo fuertemente en mi pecho.

 

"Madre," murmuró Daniel, con una mezcla de sorpresa y alegría en su voz. Se adelantó y levantó una mano en un gesto de saludo.

 

La ola se transformó de repente, adquiriendo la forma de una mujer. Su piel brillaba con el reflejo de la luna y sus cabellos parecían ser de agua, fluyendo y moviéndose como si fueran algas marinas. Sus ojos eran azules como el océano en un día despejado, y me miró con una expresión que solo podía describir como maternal.

 

"Sofía," dijo, su voz era como el murmullo de una corriente de agua. "He oído mucho sobre ti."

 

Me quedé muda, asombrada por la majestuosidad de su presencia. Aquí estaba, cara a cara con la madre de Daniel, el Mar. ¿Qué se supone que debo decir? ¿Cómo se saluda a una diosa?

 

"Es un placer conocerte, señora," dije finalmente, inclinándome en un gesto de respeto.

 

Ella sonrió, un gesto que parecía tan natural y cálido que casi olvidé que estaba hablando con un ser divino. "El placer es mío, Sofía. Gracias por cuidar de mi hijo."

 

Esas palabras me dejaron sin aliento. ¿Yo, cuidando de Daniel? Si algo, siempre había sentido que era él quien cuidaba de mí.

 

"Sí, madre," respondió Daniel, con una sonrisa. "Sofía ha sido mi luz en este mundo."

 

Nos quedamos allí durante lo que pareció una eternidad, hablando con la madre de Daniel, sintiendo la brisa marina en nuestros rostros, escuchando el rugido suave del mar. A pesar del temor que sentía por la inminente tormenta, ese momento fue uno de los más hermosos que había vivido. Aunque no pude evitar preguntarme, ¿por qué el Mar había venido a visitarnos ahora?




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