"Daniel", comencé, mi voz llena de un inesperado fervor, "no puedes simplemente decidir por todos. Hay personas que dependen de ti. No todos tienen el lujo de encontrar la felicidad en las pequeñas cosas como dices."
Hubo una ligera sorpresa en sus ojos, seguida de un silencio que se extendió entre nosotros, resonando con mis palabras. Entendía su deseo, su anhelo de una vida normal conmigo. Pero también comprendía el impacto de su elección. ¿Cómo podía renunciar a su responsabilidad, a la esperanza que otorgaba a las personas cada día con su poder?
"Sofía", dijo finalmente, sus palabras cargadas de tensión. "No estoy ignorando las responsabilidades que tengo como dios del agua. Pero también debo considerar mi felicidad, la vida que deseo."
Le devolví la mirada, el eco de sus palabras vibrando en el aire entre nosotros. "Pero la felicidad a expensas de los demás, ¿es realmente felicidad, Daniel?"
Las palabras colgaban en el aire, un reto, una súplica. Daniel me miró, su rostro atormentado mientras luchaba con las contradicciones de su deseo y su deber. Podía ver la lucha en sus ojos, el dolor de la decisión que debía tomar. Y mientras el silencio se estiraba entre nosotros, solo esperaba que, sin importar su elección, encontráramos una manera de superar este desafío juntos.