"Yo... no quiero perderte, Sofía", confesó Daniel, su voz sonaba quebradiza, sus ojos rebosaban de una emoción desgarradora. "No puedo imaginar un mundo sin ti, no después de conocerte."
Sus palabras resuenan en el aire, llenándolo de un eco silencioso de dolor, miedo y amor incondicional. El calor de su confesión reverberó a través de mí, mi corazón golpeaba con fuerza contra mi pecho, resonando con su miedo.
"Daniel...", mi voz se desvaneció, mientras intentaba encontrar las palabras correctas para aliviar su miedo, para aliviar nuestro miedo.
"Ya te he perdido una vez, Sofía", continuó, su voz apenas audible en el silencio que nos envolvía. "Cuando te vi en esa fuente, supe que debía protegerte, cuidarte. No... No puedo soportar la idea de perder esa posibilidad, la posibilidad de estar contigo, de amarte."
Me acerqué a él, una necesidad instintiva de consolarlo. Sus ojos me miraron, llenos de miedo y esperanza, y sentí cómo mi corazón se retorcía con amor y dolor por este hombre, este dios, que había cambiado mi vida de formas que nunca hubiera imaginado.
"Déjame intentar algo, Daniel", susurré, envolviendo mis manos alrededor de las suyas. "Déjame intentar encontrar una solución que nos permita estar juntos sin que pierdas tu inmortalidad."