El báculo mágico (#2 saga Siete Rosas)

Capítulo 1 - Un imán para los problemas

Dos horas durará en nuestro escenario

esta historia: escuchadla con paciencia,

suplirá nuestro esfuerzo lo que falte.

(Shakespeare, Romeo y Julieta)

 

   Sazae, Shieik, Neko y yo iniciamos el viaje cuando todavía era de día.

   En el claro del bosque, e incluso entre la primera hilera de abedules, yo me sentía a salvo; pero fuera de los dominios de la escuela avanzaba con cautela. Cuando entramos en la muralla arbolada que protegía la propiedad, Neko saltó del hombro de Shieik y caminó unos pocos metros hasta descubrir que el suelo era resbaloso y que estaba lleno de irregularidades, luego volvió a su lugar junto al cuello de su amo. El bosque se iba haciendo menos espeso conforme nos acercábamos a la salida.

   "Volveré a ver a mis amigos y a mi familia", intenté convencerme mientras me obligaba a no mirar atrás. "Esta guerra no puede durar para siempre. Algún día, cuando estén a salvo, volveré"

   Echando los hombros atrás, miré hacia el frente, hacia donde se extendían territorios rurales y otros desconocidos. No había ni siquiera un atisbo de huellas humanas por el camino que habíamos empezado a recorrer, pero a mí me seguía preocupando. Nadie que pudiera reconocerme podía ver a la princesa de Shiteho caminando como si nada con dos personas tan llamativas. Era poco probable que algún turista se apareciera en ese camino, pues era una ruta muerta que las lluvias y la vegetación comenzaban a devorar; sin embargo, una vez fuera de los últimos vestigios del bosque, el sendero se dividiría en varias carreteras que con muy mala suerte podían atraer a un viajero extraviado.

   Caminábamos en silencio, concentrados en la marcha. A pesar de que Shieik me había sanado, las heridas de la batalla en el bosque aún dolían en los puntos donde el ataque de Samvdlak se había concentrado con mayor éxito, de modo que empecé a hablar con Sazae para no fijarme en el malestar.

   – ¿Qué pueden hacer exactamente los frarlkunstess? –pregunté–. Algo además de hacer fuego de la nada o que las cosas se muevan por sí solas.

   Sazae rio. Sus ojos brillaban mientras acariciaba un broche que ella atesoraba desde pequeña, el cual sostenía su coleta. En lo personal, me parecía mucho más hermosa con el cabello suelto.

   –Desgraciadamente, sé muy poco comparado con lo que me gustaría saber. Cuando estuve en Frarldur, me entrenaron para que me hiciera pasar por una humana; eso incluía no revelar mis poderes, pero sí tener las habilidades necesarias para protegerla. Aprendí un poco, por supuesto, pero mi conocimiento es muy limitado. Al igual que para usted, señorita Elízabeth, la magia siempre ha sido un misterio para mí.

   –Bueno, puedes decirme lo poco que sepas.

   Sazae empezó por explicar cuáles eran los siete elementos de la naturaleza y sus diferentes roles en el mundo.

   –Verá señorita Elízabeth, nosotros los frarlkunstess tenemos algo a lo que llamamos aura. Por ella somos capaces de hacer cosas como volar, materializar objetos, acelerar el crecimiento de las plantas o sanar un cuerpo. Incluso podemos teletransportarnos, aunque eso es un tipo de magia muy avanzado. Nuestra energía sirve también para proteger seres vivos o herramientas físicas, cubriéndolas para que no se lesionen o para que inflijan mayor daño.

   – ¿Eso es lo que ustedes hacían durante la pelea con Samvdlak? –pregunté, recordando el resplandor claro que recubría la espada de Shieik cuando atacaba y el fulgor intenso de las flechas de Sazae.

   –Exacto.

   – ¿Y en tu mundo todos pueden hacer esas cosas que has dicho?

   –Sí, y no. Nuestras naturalezas no son simplemente una consecuencia topográfica, Elízabeth. Cada reino fue dado a luz por uno de los siete grandes dioses, a excepción de Ayatea que tiene a Alha y Dejho. Estos dioses definieron también la naturaleza de los primeros seres humanos y frarlkunstess, y a ellos heredaron la afinidad con el elemento que representan. Los hombres y mujeres puros de Ayatea, por ejemplo, tiene mayor tendencia a ser mejores sanadores que las otras razas. Los puros de Hatenayasko, como yo, somos propensos a ser los mejores guerreros por nuestra destreza y ferocidad; no tanto así por nuestra fuerza y resistencia, como sí lo serían los guerreros de Tsuinarra. Está en nuestra sangre.

   – ¡Eso quiere decir que yo podría llegar a tener habilidades para la sanación! –dije en un arrebato de entusiasmo.

   –Probablemente, con un buen entrenamiento –aclaró.

   Sazae continuó su disertación: los cinco elementos que normalmente podían manejar los frarlkunstess eran el fuego, el agua, la arena, la tierra y el aire. La luz y la oscuridad implicaban controles desconocidos para ella y para casi la totalidad de Frarldur, al menos mientras Sazae aún vivía allí. Según tu naturaleza, había ciertos elementos que podían representar una complejidad. En mi caso, siendo mi naturaleza principal la luz y la secundaria el agua, me sería mucho más difícil aprender a utilizar la oscuridad y el fuego. Para ella, en cambio, el agua representaba todo un desafío. Para Shieik, explicó, sus rivales serían la luz y la tierra.

   Así mismo, dijo que la arena era un elemento casi neutro, quizás un poco conflictuado con el agua. Era el más complicado de aprender debido a su ubicación: debías estar en la playa o en el desierto para poder practicarlo, a menos que te tomaras el trabajo de crearla tú mismo con grandes cantidades de rocas y minerales. Yo la interrumpía constantemente para hacerle preguntas, y Sazae parecía complacida. Pasaron las horas sin que lo notara mientras conversábamos.




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