El báculo mágico (#2 saga Siete Rosas)

Capítulo 25 - Nuestro único baile

 

Los placeres violentos terminan en la violencia

y tienen en su triunfo su propia muerte,

del mismo modo que se consumen el fuego y la pólvora

en un beso voraz.

(William Shakespeare, Romeo y Julieta)

 

 

El camino hasta el claro fue el doble de largo que otras veces. O, quizás, a mí me pareció más extenso.

El viento silbaba con furia en los espacios abiertos, pero entre los árboles soplaba con más calma. Además, estos frenaban con éxito el constante y violento ataque de la lluvia. Intenté reducir la velocidad para poder observar mejor mi alrededor y evitar llevarme algo por delante: la corteza rugosa de los árboles, los helechos húmedos, las piedras cubiertas de musgo. Pero cuanto más se definía el paisaje, penumbroso, más consistentes se volvían los hechos.

El bosque tenía un aspecto más siniestro que en las estaciones frías a pesar de los silbos y graznidos de los pájaros, el zumbido de los insectos y el correteo de los ratones que buscaban refugiarse entre los arbustos. Sabía que eso se debía únicamente al hecho de que estaba sola, pero racionalizarlo no mermaba los efectos. Cuanto más me adentraba en el bosque, mayor era el desasosiego.

No me di verdadera cuenta de lo mucho que había avanzado hasta que tropecé con una raíz que cruzaba el camino de lado a lado. Con una brusquedad que me desorientó, traspasé el último arco formado por los inmensos árboles y, abriéndome paso entre los pastizales que me llegaban hasta las rodillas, entré en el claro.

El lugar no resultaba tan apabullante sin la luz del sol, pero seguía siendo sereno y muy hermoso. Las flores que se ocultaban al ras del piso, y la mullida hierba verde, no parecían haberse dado cuenta del clima mortal que pendía sobre ellas: se balanceaban al soplo de la corriente como si fueran las olas de un pequeño y taciturno océano.

Crucé el claro y me dejé caer de rodillas allí mismo, a los pies del sonrosado corazón del bosque, e intenté respirar con un ritmo que alejara estos nuevos sentimientos: estas emociones con las cuales no sabía ni quería lidiar.

La primera vez que había estado allí, el claro era un espacio circular lleno de sombras. Los árboles lo rodeaban como soldados congelados en el tiempo, y en el centro había una mota negra del tamaño de un salón de clases. En ese entonces buscaba a mis amigos, víctima del extraño sentido del humor de Mélanie.

La última vez que había estado allí, fue para descubrir que el hombre de mis pesadillas era un príncipe, el príncipe de la oscuridad, y que no solo había matado a mi hermana, sino que también quería matarme a mí. Fue para descubrir que la realidad no era como me la pintaban, ni siquiera como aquella que los artistas pretendían desdibujar.

Ahora… ¿Por qué estaba aquí ahora?

Contemplé el bosque que se extendía a mi alrededor, buscando una respuesta a esa pregunta. Mi hogar estaba tan cerca, pero tan lejos al mismo tiempo. La vida sin magia estaba a unos pasos de distancia, pero se trataba de una vida falsa. Ya no había forma de volver atrás.

De hecho, jamás la hubo.

Inspiré hondo y enseguida reconocí ese olor tan embriagador: era el olor de las mentiras descubriéndose ante la verdad, una esencia que olía a dolor y prosperidad.

Los recuerdos se hicieron conmigo a su merced, poseyéndome con la fuerza de una leyenda ancestral que había estado dormida durante milenios. Como una melodía en un idioma desconocido, que mi alma traducía a shata, justo en el momento en que toqué con mi mano el cuerpo inmóvil del adelái.

***

Érase una vez, hace mucho tiempo…

 

Ait autem amen dico vetus historia

fallat fairy fabula incipit

Luna plena nox erat et exploding faces etiam in aeri.

 

…una princesa encerrada en un gran castillo, que miraba las estrellas y el horizonte con la esperanza de un día escapar. Ella era delicada y hermosa como una rosa, no tenía maldad. Anhelaba conocer el mundo, ver el mar y acariciar la luz del sol.

Un día cualquiera, en un momento cualquiera, alguien logró abrir las puertas de su destino.

 

Et princeps viderunt lumina, partes et indumenta,

sed subito vidit autem primum appropinquanti sibi.

Et fecerunt...

 

Y a partir de entonces comenzó el juego: la gran aventura que ella nunca esperó tomar, la desviación que encaminaría su vida al sendero de la verdad. Todo comenzó aquella noche de Año Nuevo.

 

Vos autem illi manum

Tulit gradum prius vos: ¿saltare velis?

Tunc coepit vices,

et adventures, in gaudium, et in timore...

sed etiam tunc vidit illam et minus.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.