El báculo mágico (#2 saga Siete Rosas)

Capítulo 29 - El cielo y el sol

No jures, aunque tú eres mi alegría.

Este pacto de amor en esta noche

no me contenta, es demasiado rápido,

demasiado imprevisto y temerario.

Este botón de amor con el aliento

de las respiraciones del verano

tal vez dará una flor maravillosa

cuando otra vez tú y yo nos encontremos.

¡Adiós! ¡Adiós!

(William Shakespeare, Romeo y Julieta)

 

Desperté varias veces durante aquella noche en la que vencimos a Samvdlak, y en todas seguía estando en el bosque. Shieik tampoco parecía tener fuerzas para moverse.

El cielo ocupó nuestros pensamientos durante aquellas horas de oscuridad, rutilante y cargado de tristeza y felicidad, recordándonos que había una historia que aún no había sido contada. Acabábamos de ganar una batalla, pero la guerra había empezado hacía muchísimo tiempo. No sabíamos precisamente si estábamos en el principio o en la mitad, pero ambos éramos conscientes de que de ninguna manera aquel sería el final. Con esos pensamientos en mente, todavía en los brazos del otro, fuimos testigos de un nuevo amanecer: el principio de un día más para los humanos, para los frarlkunstess, y el final de una terrible noche para nosotros.

Mirándolo a los ojos, me dije que por fin podía descansar.

Cuando desperté por última vez, me dio la impresión de que había dormido durante mucho tiempo. Al principio di pasos vacilantes en mi habitación, sin estar segura de lo que había pasado. Tenía la impresión de encontrarme en medio de un sueño… pero al ver una rosa blanca a los pies de mi puerta, y sobre su tallo un pequeño papel plegado, me convencí con alivio de que todo había sido real. Esta vez la rosa se deshizo en estrellas de diamantes y plata.

 

Todo final, viene acompañado de un nuevo comienzo.

Nos veremos pronto, •ndu roksa derzye dlimus.

Li-edvyijfgwlo

 

–Todo final –susurré.

Y, por primera vez, la frase todo terminó comenzó a tomar una forma concreta y concisa en mi mente.

Desde ese momento me propuse arreglar todos los pormenores colaterales. Primero que nada, me presenté ante los directivos, quienes curiosamente habían recibido una carta de mi padre anunciando que mis deberes habían sido exitosamente cumplidos y que ya podía reintegrarme. Aunque se hizo una excepción extraordinaria al dejarme recuperar dos meses de clases en una semana, recibí un creativo sermón acerca de la importancia de no suspender mi escolarización. En los días siguientes estuve tan ocupada leyendo y estudiando para llegar a rendir los exámenes finales que no tuve tiempo de pensar en otra cosa.

Logré que Mélanie y Tarha me perdonaran por no haberles dado señales de vida en tanto tiempo, y ambas se desvelaron noches enteras para ayudarme. Al final aprobé todo con un rasposo excelente que podría defender ante mi padre. Mis amigos estaban de lo más contentos con la noticia. Muy entusiasmados, insinuaron que no habría mejor manera de festejar que con otro campamento.

Por supuesto, mi respuesta fue un rotundo no.

Envié una carta a Kevyn pidiéndole disculpas por haber desaparecido luego de haberlo puesto sobre alerta con todas mis cartas anteriores: expliqué que aquellos sucesos extraños no volverían a acosarme, y le rogué que no me hiciera preguntas sobre el tema. También le agradecí por el consejo que me había dado, el cuál recordaba de mi viaje a aquel sitio creado por Amalia.

En cuanto a mi padre, le dije que Sazae se había mudado al norte de Hatenayasko (un lugar donde sabía que él nunca iría de excursión) y que antes de irse me había contactado y explicado que iba a casarse con un profesor de lucha. También envié algunas cartas a Gabriel, pidiéndole que por favor no le hablara a nadie sobre Shieik y yo, y le pregunté cómo habían resultado las cosas. Aunque su respuesta tardó un poco en llegar, el corazón se me llenó de alivio al saber que solo le quedaba encontrar a la familia de Selene. Había arreglado la relación con su padre y el año siguiente viajaría a Jaisami para empezar su educación. Por supuesto, prometí ayudarlo en todo lo que necesitara.

Al final, resultó ser cierto que nunca nadie se enteró de que me había fugado de la escuela.

Érick no volvió. Algunos se preguntaban por él, pero pronto lo olvidaron. Excepto yo. Aún con la visión borrosa y el cerebro embotado por la cantidad de información que intentaba procesar en tan poco tiempo, mi corazón nunca se quedaba quieto. Como una pequeña y cálida corriente que ni siquiera se percibiría en el océano, mis pensamientos jamás abandonaban a Shieik.

¿Dónde estaría? ¿Qué estaría haciendo?

A veces, durante la noche, percibía ligeramente su aura fuera de mi ventana. No me atrevía a buscarlo, ni siquiera a mirar, en parte porque Mélanie dormía junto a mí. También porque, si él quisiera hablarme, lo habría hecho.

Me había pedido que lo esperara y eso iba a hacer.

Pero, aunque no lo viera, lo presentía: vigilándome y velando por mí. La emanación de su aura se percibía inquieta, confundida y ansiosa. A veces no era capaz de discernir si era real o si lo soñaba despierta. Prefería creer lo primero porque, cuando las pesadillas querían emerger y la oscuridad se tornaba aterradora, su aura aparecía junto a mí y me tranquilizaba. Pocas veces me sentía desamparada.




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