Una agencia enorme, oculta entre cerros y árboles, con grandes salas y hangares. En uno de ellos aterrizó un helicóptero. Al terminar de descender, bajaron tres personas, con armaduras rotas y cascos en sus brazos. Se notaban lastimados, heridos con mucha sangre
—Mierda… no puedo más… a este ritmo—Dijo un centinela al otro
—Cada vez se hace más difícil—Dijo el otro—No sé cómo poder seguir
De repente uno de ellos se cayó al suelo
—¿Estás bien?—Dijo un centinela al otro
—Mi cuerpo… no responde… me duele
—Llévenlo a enfermería—Dijo una voz a lo lejano
En la enfermería, una enfermera, aplastó una venda ensangrentada contra el suelo con frustración. El aire de la enfermería era denso, a limpio y a sangre fresca.
—Maldita sea… —murmuró—. ¿Cuánto más pueden aguantar?
—No te preocupes, siempre vuelven —dijo otra, sin levantar la vista de su trabajo.
—Sí, pero… ¿Y si un día no vuelven?
Otra enfermera estaba recogiendo una bandeja con instrumentos usados, se detuvo en seco cuando la voz firme de su jefa, sonó a sus espaldas.
—Emma. Necesito que le hagas el chequeo a Félix.
—¿A Félix? Hay mucho trabajo que hacer, además Félix nunca se lastima—Dijo Emma en queja
—Es protocolo, Emma. Él es el activo más valioso. Además, podemos con esto. Y no ponga esa cara, que hasta los héroes más fuertes tienen que llenar formularios.
—Está bien, ya voy.
—Deja de quejarte Emma, sé que te agrada Félix como él a ti
—Si sí, como diga jefa— Dijo Emma con una sonrisa mientras se retiró del lugar
Emma caminó hasta la camilla asignada, donde Félix estaba sentado junto al casco de combate sobre la camilla. Tenía ese aire relajado, casi insolente. No presentaba rasguños visibles, lo que irritaba a los demás y fascinaba a Emma. Su cansancio solo se leía en los ojos.
—Hola, Emma. Me dijeron que me tocaba con la mejor. Espero que los rumores sean verdad.
Emma revisó su gráfica sin mirarlo. —Si esperas descuento por simpatía, Centinela, te aviso que los héroes pagan tarifa completa—Dijo con una sonrisa
—Y yo que vine sin mi credencial de héroe…—Félix simuló tristeza
Emma sonrió apenas mientras deslizó el escáner médico sobre su brazo.
—Estás bien, físicamente, como siempre. No sé si es, por suerte, habilidad… o ese don para desafiar la lógica.
—Un poco de todo —Respondió, pero su sonrisa se desvaneció. La mirada azul se le nubló—. No todos corrieron con la misma suerte. Perdimos a Marco y a Lyra.
Emma lo notó. Su tono profesional se suaviza.
—Lo siento…
—Estoy agotado. Me vendría bien algo de… vida normal. Pizza y charla. ¿Qué haces esta noche?
Emma se detuvo, levantando una ceja.
—¿Eso se lo decís a todas las enfermeras?—Se mostró algo enojada
—¿Todas? ¿Hay otras? Siempre eres tú la que me revisa, cosa que no me molesta
Silencio breve. Emma bajó la mirada al dispositivo de firmas.
—Firma acá y terminamos.
Félix se puso de pie, su expresión era ahora seria, sin rastro de burla.
—Emma, no estoy coqueteando. No sé cómo se hace eso. Si quieres saber si hablo en serio, confía en mí: dale este código a la Operadora 210. Ella te explicará por qué te pido que salgas conmigo así.
Emma arrugó el ceño. —¿Por qué tanta vuelta?
—Confía en mí. Si decidís llamar… me alegraría. Ahora, la Capitana me espera.
Félix le entregó un pequeño papel con el código y se alejó sin mirar atrás. Emma se quedó en silencio, con el papel en la mano y el corazón latiendo más rápido de lo que le gustaría admitir.
—Imbécil—Murmuró Emma mientras guardaba el papel
Pasaron las horas, todos los centinelas fueron curados. Ya era hora de salir
Emma caminó hacia el centro de mando hasta que 2 guardias la detuvieron
—Disculpe señorita, no puede avanzar
—Lo sé, pero Félix me dio este papel para que se lo entregue a la operadora 210—Dijo Emma mostrando el papel
Los guardias dudaron al inicio hasta que llamaron por radio. Unos minutos tarde salió una chica, con auriculares en su cabeza
—Hola —Dijo la chica con un tono cansado y una tablet en la mano
—Disculpa. ¿Eres la operadora 210? Félix me dio esto —Dijo, entregando el papel arrugado.
La operadora alzó la mirada, divertida. —¿Félix hizo esto? Qué raro. —Puso el código en el sistema—. ¿Emma? Ah, sí. La Emma de la que siempre me habla —Dijo, sonriendo.
—¡¿Habla de mí?!
—Sí. Dijo que eres la única que le pregunta cómo está en lugar de preguntarle si puede ir a la próxima batalla. Pero mira esto —Evelyn tecleó rápidamente y apareció el gráfico de sueño.
—Su cronograma. Investigan si la falta de luminis es conductual. Mira sus horas de descanso.
Emma observó los datos. Se mostró que Félix dormía solo entre tres y cuatro horas diarias.
—¿Por qué querría mostrarme esto?
—Félix no tiene vida, Emma. No es que no quiera socializar; es que cree que no tiene derecho. Te dio un código en lugar de un teléfono porque quiere que veas la verdad antes de que le digas que sí. Te eligió para que veas el precio que paga, para que sepas por qué está tan jodido. Es su manera de pedir permiso para bajar la guardia.
—Gracias… no sabía…
—Él no lo va a decir. Pero te eligió a vos.
—Gracias… por cierto, no me gusta llamarte “operadora”. ¿Cómo te llamas?
—Evelyn. De nada, Emma.
Emma se retiró de la agencia. En el taxi, pensó en la gráfica de sueño. Al llegar a su casa, tomó el teléfono y lo llamó.
—Hola, Félix. Sé que es tarde… pero, si aún quieres, podríamos cenar juntos.
—Hola, Emma. Me encantaría. Si quieres, paso por tu casa con unas pizzas.
—Me parece bien. Te espero.
Una hora después, Félix llegó a la casa. Emma abrió la puerta en pijama, el cabello recogido. Se sentaron a comer la pizza en el sofá, el silencio no era incómodo.
—Estás muerta de sueño, ¿verdad? —Preguntó él, tomando otra porción.