Una sirena roja y parpadeante inundó de inmediato la sala de control de la AMuCoD. Las voces de la operadora sonaban distorsionadas por la urgencia.
—Alerta a todas las unidades. Cuatro invasiones simultáneas: Argentina, Brasil, Paraguay y Francia.
—Nivel de amenaza —Exigió la Capitana Charlotte Miller, su carácter como una pared de hielo.
—Argentina, Brasil y Paraguay: Nivel 2. Pero… Francia… Nivel 5.
El silencio se hizo denso. Nivel 5, nunca antes visto, era sinónimo de extinción localizada. Los ojos de la Capitana, grandes y firmes, recorrieron la sala.
La Capitana miró a Félix, que estaba listo en la zona de despegue. Su voz, aunque firme, contuvo una pesadez terrible.
—Félix. Lo vas a hacer solo. Francia. Nivel 5 es prioridad.
—Sí, Capitana.
—No pierdas el tiempo, Centinela. Mata rápido y despega de vuelta. Esta dispersión de fuerzas es una táctica. Algo no cuadra.
Félix asintió y el suelo se hizo añicos bajo sus pies. Volaba a una velocidad inhumana. Llegó a la zona de invasión en Francia. El portal, un vórtice púrpura, seguía abierto.
—¿Hay alguien ahí? —Preguntó con tono burlón.
Una lanza gigante surgió del portal a toda velocidad. Félix la bloqueó, pero otra apareció desde otro ángulo y destruyó varias casas cercanas. Se confió, y lo sabía.
—Hijo de puta… —Murmuró, con los dientes apretados.
—Te confiaste —Respondió una voz desde el interior del portal. Una voz que no rugió, sino que enunciaba cada sílaba con frialdad. Félix frunció el ceño. Ningún demonio de incursión había hablado con tal claridad. Esto era distinto. Peligroso
—¡Sal de ahí! —
Del portal surgió la criatura. No era grotesca. Era una silueta de casi diez metros, esbelta, con cuernos oscuros que coronaban un rostro casi humano, de facciones frías. Vestía una especie de armadura ceremonial de obsidiana, y blandía una lanza envuelta en energía negra. Se veía perfecto, antiguo y arrogante.
—Félix, el Centinela más fuerte —Dijo el ser, su voz clara y profunda, sin el rugido bestial de los otros—. Con ese traje y esa máscara… pareces inofensivo.
—Eres distinto.
—Lo sé. Soy más… la evolución.
El demonio alzó la mano. Concentró una esfera negra que disparó al cielo; al explotar, creó un domo de energía opaca que encerró toda la zona de combate. Era una jaula de energía opaca que brillaba con hostilidad.
—¿Qué carajo es esto? —Pensó Félix, nervioso—Bloqueó la comunicación…—Se percató al tomar su transmisor
—Es un regalo para que tengas toda mi atención, Centinela. ¿Y? ¿Vas a atacar, estúpido humano?
Félix cayó en la provocación y lanzó un ataque a una velocidad sobrehumana. Logró herir al demonio, que retrocedió sorprendido.
—Pegas fuerte… veamos si aguantas esto.
La lanza del demonio brillaba con un aura negra. Félix no encontraba un punto débil. Se vio obligado a retroceder.
—¿Cómo es posible que exista un demonio así? ¡Sus movimientos no tienen sentido! ¡Concéntrate, maldita sea!
Félix se lanzó con todo lo que tiene. Con un movimiento casi un parpadeo, apareció detrás del demonio y le asestó una brutal patada que lo lanzó contra el domo. Aprovechó y con su propia arma, le rebanó el brazo que sostenía la lanza. El demonio aulló, pero en un acto reflejo, emitió un destello de luz sucia que ciega a Félix. El demonio agarró su lanza con la mano restante y huyó, su silueta estaba desvaneciéndose en el portal.
—Pegas fuerte para un humano… —Dijo el ser, su voz, un hilo de hielo—. Pero mi misión no era ganar. Era entretenerte. Ya te retuve el tiempo suficiente.
El domo cayó. Félix activó el comunicador.
—¡Operadora! ¡Operadora, responde!
—¡Félix! Perdimos la conexión. Tienes que volar a Brasil ya. Te paso coordenadas. Los Centinelas están cayendo. Rápido.
Félix volaba con todo lo que tiene, canalizando la desesperación en pura velocidad. Su corazón late con la promesa que hizo a Emma resonando en cada latido.
Al llegar, el horror no estaba en el combate, sino en el silencio antinatural. La escena lo detuvo en seco:
El aire olía a sangre dulzona y a ozono. Las siluetas oscuras contra el cielo nocturno. Sus compañeros, empalados en estacas de hueso negro. Cuerpos inertes atravesados por la misma energía corrupta. Era una exhibición. Un mensaje.
Y frente al portal, otro demonio, una réplica exacta del que acababa de combatir.
—Llegas tarde, “héroe” —Se rio con crueldad, antes de desaparecer por el portal, que se cerró como una boca satisfecha.
La magia se disipó. Los cuerpos cayeron al suelo como muñecos rotos.
—No… no… —Murmuró Félix, cayendo de rodillas. No había ni un Centinela con vida.
En la agencia, había silencio. Nadie pudo creerlo.
Félix se levantó lentamente. La visión de sus compañeros empalados era una herida abierta. Félix alzó la cabeza al cielo. Un grito desgarrador, animal, rompió el silencio del desastre.
—¡¡CARAJOOOOO!! —La rabia y la culpa corrieron por su rostro, mezclándose.
“Los vengaré… lo juro. Uno por uno. No va a quedar ninguno vivo.”