El Barrio Delouis

Cap.1. Desconocido

Hate mi pelo en dos trenzas y escondí la navaja en mi pantaloneta. Salí de la habitación que compartía con mi hermana, pero pronto sería solo mía y emprendí mi camino. Pase por el pequeño cuarto de la abuela, quien aún dormía, el cuarto de mis primos que hace rato escuchaban el partido en la radio y por último, el cuarto que compartía la señora con mi hermano quien seguro ya había salido a su trabajo.

Baje las escaleras y el olor a huevos fritos inundó mi nariz, el estómago me exigió comida, pero me negué. Me acerqué al grifo de agua y me serví en una taza, la verdad es que no me importaba, solo necesitaba beber agua.

- Toma. – gire y ahí estaba mi hermana con un plato de comida.

- No gracias, cómelo tú, – sonreí a su abdomen – lo necesitas más.

- Por favor, hay suficiente para todos. – tome un pedazo de pan y le di un mordisco.

- Listo, ahora terminarlo por mi.

- Al menos llévate esta fruta para el camino – se acercó mi madre con su mandil puesto al escucharnos.

- No me esperes en la noche, – le di un abrazo y su sonrisa desapareció – tengo guardia.

- Si tu padre estuviera…

- Pero no lo está, – la corte de inmediato – voy a estar bien.

- Cuídate.

- Sí señora.

Camine lejos de la casa, o al menos eso pretendía hacer, el sol sonreía como un 90% del tiempo y la mañana estaba atorada de penas y miedo. Miraba a las personas pasearse con prisa, pues el poco trabajo que había era muy exigente y para los que no trabajaban, huían de su propia casa, algunos mantenían un negocio barato y se les notaba nervioso, lo cierto es que nadie quería que personas como yo entrasen a su negocio, siendo franca, yo tampoco.

Miradas asesinas, susurros a mi espalda, uno que otro niño señalando y claro que no faltaba la persona que le temblara la voz al verme, esto más que respeto era miedo, no los culpo, yo también me tendría miedo si formaba parte de la pandilla del barrio. Por un segundo gore a la muchacha que sostenía a su bebé y ella no paraba de llorar, no quise involucrarme y como tampoco aceptaría mi ayuda, me fui hacía mi destino.

Lance el corazón de la manzana en un bote oxidado y agujereado que suponía hacer de bote para basura y me limpie las manos ligeramente. Subí los escalones de cemento grueso y en algunas partes se notaban ciertas rajaduras y manchas de lo que supondría fue sangre en su momento, pase saludando con la vista a varios de los colegas y algunos otros hasta me hablaron, pero no más allá de un saludo. Entre a la casa, había un poco de bullicio, a ratos olor a hierba hasta que en ocasiones se veían pasar los tipos con escopetas, todo indicaba que mi objetivo estaba detrás de ellos.

Ahí estaba, con una camiseta verdosa, pantalón de lona rota por lo gastado y una sonrisa perturbadora, quien para no lo conociera diría que era una sonrisa real. Se acomodó en el sofá y noté que su segundo se mantenía parado al otro lado del mueble, sobre el marco de la puerta que daba a la terraza, si es que así podíamos llamarle.

- Yoi, preciosa, te extrañamos en la fiesta de anoche – señaló con su mano el sillón individual con agujeros de polilla y cubierta decolorada, y procedí a sentarme.

- Mi abuela enfermo. – Mentí.

- Bueno, siempre puedes venir cada jueves, serás bienvenida. Mándale mis saludos a tu abuela.

- Claro.

Jueves, para la pandilla ese era el día feliz, pues se vendía la mercancía a un sujeto X de la ciudad que recogía el paquete casi debajo del puente con vista a la playa. Ósea que no sólo imponemos el nombre del barrio en “alto” sino que el sujeto X pagaba muy bien y los bolsillos de los participantes se llenaban, en especial los bolsillos del jefe y eso era lo que se celebraba, al menos durante y después de la compra, significaba pasadas las 10:00 de la noche.

- Mark ya me habló del objetivo, – ignore su invitación – pero hay otro asunto.

- Ya veo – se levantó y sacudió sus manos – a ver ¡Volando todos! Y Omega cierra la puerta – su segundo hizo caso y empecé a hablar.

- No me has dado la identificación de mi hermana.

-Eso, – se acercó a un mueble viejo y sacó un sobre que me lanzo – ahí está todo, el hombre que la llevará a la ciudad se llama Eduardo, es de confianza. Viene hoy a las 9:30 p.m.

- ¿Qué significa esa palabra en ese lugar?

- ¡Jaja! Tienes razón, pero si no confías en mí no estarías pidiendome esto y si yo no confiara en tí, no te lo estaría dando.

- Bien, gracias. Mañana te paso el informe de hoy.

- Averigua de una vez por todas que hace ese gringuito en un lugar como este. – Los músculos de su cara se tornaron serios y amenazantes, pero no conmigo sino con el tipo.

- Claro.

- Omega lo recogerá a la media noche, asegúrate de tenerlo listo y llevenlo a la cancha a ver si sobrevive la noche.

- Cómo digas.

...

Horas más tarde llegué a casa y mi hermana ya estaba lista, todos se despidieron de ella y yo procedí a ayudarla con las dos únicas maletas. La monte en el auto, inspeccione al sujeto y me asegure de que llevaste el teléfono desechable para decirme si había llegado segura. Nos abrazamos, y le desee un buen viaje a Ana…

Las calles eran silenciosas y algunas personas todavía paseaban, las pocas casas con luz aún las mantenían encendidas y los perros vagaban hambrientos como todos. Cruce la esquina y llegué al callejón de encuentro, ahí estaba Mark con un cigarro en la mano y apoyado en la pared.

- ¿Todo bien con tu hermana?

- Sí, ya se fue solo espero su llamada.

- Bien, vamos a trabajar.

Salimos del callejón para dirigirnos al otro lado del lugar. DeLouis se caracterizaba por tener un territorio, relativamente, grande y por eso habían lugares donde solo andaban los de la pandilla, para salvaguardar la “seguridad” pero en realidad era para que nadie desconocido entrara y alguien importante saliera con temor a lo que hacíamos aquí, sí, hablo en plural porque este era mi mundo, aquí pertenezco. Un lugar donde nadie entraba y quién estaba dentro ya no podía salir.




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