El Barrio Delouis

Cap.3. Vivir para luego Morir

— ¡Así que decide, Yoika!

Era la primera que me trataba por mi nombre de pila y más allá de una orden, se escuchaba y sentía diferente, casi como una obligación y él era quien tenía esa obligación, no yo. Gire levemente hacia los papeles sobre la mesa apolillada y conecte puntos importantes.

— Entonces, deja que viva y cuando llegue el momento usaremos su información para acabar con los Manolio, estoy segura que todo lo del sobre no es lo único que sabe. ¿Estás de acuerdo?

Silencio.

Carcajadas de Terkan.

Desconcierto.

— ¡Excelente! – sonrió de lado – Todos vean, esa, es la mente ingeniosa que necesito, aprovechar las oportunidades cuando se presentan. – llegó hasta donde estaba y pasó su brazo sobre mi hombro como si fuéramos amigos, lo cuál era lo último que deseaba – Ahora volando, más te vale mantenerte cerca Paulito y no hacer ninguna tontería.

Se llevaron al detective más lento de lo normal y su mirada era decepción, claro, si apenas hace unas horas lo había salvado de la deshidratación y ahora lo condenaba al mundo donde pronto sería asesinado. Lo salvé para dejarlo morir, no sabía si era una clase de consideración oculta o una forma silenciosa de matarlo. En cualquier caso, lo mataría porque sabía demasiado, tal vez era mejor que muera de golpe en DeLouis a qué lo persigan por meses, lo torturen y lo maten lentamente.

No era extraño tener policías en el barrio, desde luego que ya habían venido otros, pero Terkan los había sobornado con dinero, drogas o una noche “relajante” con una de las mujeres que se presentaban para ganar dinero. Todos esos eran policías corruptos y siempre caían en la tentación, pero este detective no había caído en ninguna y tampoco tenía miedo de la pandilla o al menos eso aparentaba, tal vez su tiempo con los Manolio le había enseñado.

La diferencia entre los Manolio y nosotros, es que nosotros aprovechamos las oportunidades. En mi intento por salvar al detective, terminé condenando su vida a muerte.

— Estoy harto de esto.

— Llevamos en esto desde los trece y ¿Aún no te acostumbras?

— Me interesaría más si… espera, ¿Ese no es tu primo, Luis? – gire a mi espalda y sí, era Luis hablando con Omega, sabía que solo por una cosa podían estar hablando y estuve estática sin saber que hacer – Podemos ir si quieres, dudo que Paulito haga algo si sabe que lo vigilamos.

— Iremos cuando Omega se vaya.

Esperamos cerca de tres minutos, sí, estaba contando el tiempo de lo nerviosa que me sentía. Cuando ya no vimos a Omega cerca, noté que Luis sonreía y casi podía jurar que estaba feliz. Dejamos nuestro puesto de vigilancia y mi primo ya nos había visto, con cara de susto, echó a correr.

¿Por qué huía de mí? ¿En qué mierda andaba metido? Corrimos unas tres o cuatro calles hasta que subió a una vieja casa abandonada, corrió hasta el segundo piso y entró tirando la puerta, ahí estaba Carlo. Qué demonios estaba pasando, Luis le pasó algo por detrás y hasta que recupere el aliento, pude intervenir.

— ¿Qué es eso? ¿Luis, en qué estás pensando al hablar con alguien como Omega?

— Nada. – me acerqué y lo tomé de la camisa – ¡Nos está pagando por vigilarte!

— ¿Qué? – lo solté, desconcertada.

— Omega nos ofreció dinero si le decíamos cuántas veces llegabas a casa, con quién estabas y si te acercabas más de la cuenta al gringo ese.

— Pero, Carlo ¿Por qué aceptaron?

— Nos ofreció dinero, tal vez podamos salir de aquí. No te preocupes por ti porque un 70% que le decimos es mentira, es difícil seguirte el paso.

— Son más imbéciles de lo que parecen – bufó Mark de brazos cruzados.

— Dame ese dinero, no saben lo que hacen – Carlo me pasó el dinero, enojado. Saqué un encendedor de mi bolsillo y le prendí fuego.

— ¡¿Qué hiciste?! ¿Qué te pasa Yoika? – grito Luis.

— ¿A ustedes qué les pasa? Si hacen un trato con Omega, nunca dejarán de chantajearlos. ¿En serio quieren que las personas los vean cómo a mí?

— ¡Tú estás dentro!

— ¿Por qué nosotros no? ¡Queremos irnos, nadie lo sabría...!

— ¡Nadie saldrá nunca! ¡No fue mi decisión quedarme aquí! – grité eufórica – ¡No quiero esta vida para ustedes! No pueden seguir haciendo esto, sobre mi cadáver. Ahora larguense a casa y ni una palabra a nadie o podrían terminar muertos ¡Muevanse!

— ¡Ya no somos niños! Nos sabemos cuidar. – insistió Luis.

— ¡Claro, por eso nos dimos cuenta! Omega es un maldito psicópata que los puede matar solo por decirle mentiras ¿Eso quieren? ¿Matar la poca vida que tienen aquí? váyanse y disfruten de SU vida, y agradezcan que aún tienen una.

Se fueron sin decir nada y sabía que una parte de ellos ya me odiaba. No me importa si me odian y me dejan de hablar, pero no dejaré que maten su humanidad día con día al estar dentro de la pandilla, eso es cosa mía. Sí, tal vez querían salir, pero nadie lo hace y quienes lo hacen, pagan un enorme precio. Si yo pude sacar a mi hermana fue a cambio de algo, aquí nada es caridad.

No pudimos volver a vigilar porque había un problema con un colega y claro, tenía todas las ganas del mundo, nótese el sarcasmo. Joder.

Adam estaba pálido, tenía la boca cosida y sangre seca en su cara, el pelo mal cortado, los pies descalzos y su camisa rasgada que resguardaba su pecho con una “M” marcada con un cuchillo, el sello de nuestro enemigo natural, los Manolio.

Hace unas semanas se había ido al territorio de los Manolio para conseguir información sobre sus compradores, pero al parecer no había tenido mucho éxito.

Lo observamos y la boca cosida solo significaba una cosa, había conseguido lo necesario pero ahora no podría decir nada. Durante estos años una ya podía deducir las cosas sin que te las expliquen. Todos estaban nerviosos, mirándose unos a otros, pero yo buscaba al moreno con alma de demonio, al culpable del odio de mis primos y no estaba.

Esperamos a que Terkan saliera de su cabeza para ver cuál era el siguiente paso. La expresión del jefe no decía nada, no estaba impaciente, no parecía fastidiado y seguro estaba molesto, pero no lo demostraba, una de sus muchas cualidades. Está faceta era muy mala, los peores problemas se habían desencadenado de esta actitud tan calmada y aparentemente tranquila, tomó un par de tragos del whisky que mantenía “oculto” y sonrió con malicia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.