El Barrio Delouis

Cap.6. Las Calles

Yoika

Sentía el cuerpo pesado y una de mis manos apretada. Abrí lentamente mis ojos para percibir la luz y como consecuencia moví los músculos de mis piernas para estirarme, para mí sorpresa, dejé escapar un suspiro y con eso, abrí por completo los ojos. Frente a mí reconocí el cabello colocho mal peinado y la pierna morena, era Mark.

— Por un momento pensé que te habías drogado y por eso no despertabas – me abrazó levemente y me incorpore en la cama. Ayer Mark no se había quedado conmigo, joder ¡Ayer!

— Tú no estabas… – me di cuenta de mi error y lo observé con pánico.

— Lo sé, fue Paulito quien me encargó quedarme contigo.

— ¿Dónde está? – Mark frunció el ceño y de nuevo, me di cuenta de mi error muy tarde – Es que…

— Déjalo, lo llamo Terkan – sonaba algo molesto – y por eso se fue. Yoi vuelve a la realidad tienes que levantarte, te necesito aquí – señaló con sus manos – hay un problema y el jefe te estaba buscando, ayer te fuiste sin más y hoy te estaba buscando.

— Si, perdón. Vamos.

Me senté en la orilla de la cama y observé mi ropa, llevaba el mismo pantalón, pero la camiseta no era la misma. Más allá de haber llorado en el baño junto al detective, no recordaba nada más. Seguro me había quedado dormida, pero con la misma camiseta… alto, si ese idiota me había tocado de alguna forma no se lo iba perdonar.

— ¿Pasa algo? – Mark me habló desde el marco de la puerta.

— No, nada. Andando.

Bajamos las escaleras y salimos por la puerta principal, en el camino saludamos levemente a mi mamá y busqué a mis primos con la mirada, pero no los encontré. Esos se comportan más idiotas de lo normal y me preocupaba.

Caminamos entre callejones y personas, incliné mi cabeza para ver el cielo, pero los cables tapaban mi vista y así como esos cables, la pandilla opacaba mi vida, si es que tenía una propia. Esto era lo que no quería para mis primos, pero no entendían. Mientras pasábamos las miradas, noté que los colegas estaban nerviosos y tensos, había algo en todo esto que no encajaba.

Subimos los mismos malditos escalones y entramos a esa casa que resguardaba a uno de los líderes de una pandilla, una de muchas. Está vez no cruzamos la cortina de caracolas sino que seguimos hasta un cuarto cerrado, con cuatro paredes sin pintar, nos alumbraba una bombilla colgante color amarillo, una silla y una mesa de plástico adornaban el lugar. No esperaba mucho, pero este era un sitio más privado de lo normal y nunca había estado en una de esas reuniones, así que supuse que el asunto era verdaderamente serio.

La primera mirada que recibí fue de Terkan parecía molesto como casi siempre, sus ojos me estudiaron de arriba hasta detenerse en mi brazo específicamente en la cortada y sus ojos cambiaron por un microsegundo, parecía ¿Preocupado?. Pronto se acercó y me mostró una foto, la foto del niño.

— Dime su nombre. – lo estaba exigiendo sin exaltarse.

— Marcelo. – un nudo se hizo en mi garganta.

— Su apellido era Manolio. Mataron al hijo de Reish Manolio. Eso implica un problema, pero dime algo, ayer te fuiste sin decir nada y tenían algo que cuidar ¿Dónde estabas? – no quería responder su pregunta y sabía que con “cuidar” se refería al detective.

— ¿Qué quieres que te confirme primero? – seguro me cuelgan, pensé.

— Tan astuta como siempre, – me tomó de la barbilla – mejor confirma donde estaba el detective. Él dice que salió de su casa para venir aquí ¿Es eso cierto?

El corazón palpitaba tan fuerte que por un momento sentí que se salía de su sitio. No sabía qué decir o si confirmar o no esa versión, bien podía ser una trampa del jefe, pero también podía ser verdad. Así que me fui por lo seguro.

— ¿Ya no confías en mí que ahora crees que no hago mi trabajo bien? – no quite mis ojos de los suyos y por un leve momento, dudó, pero luego sonrió.

— Felicidades – dijo suavemente pero lo suficiente para que todos escucharán – tendrás más respeto, pero tienes que cuidar tus pasos, como siempre. – dió unas carcajadas, maldito bipolar y levantó las manos – Que le digan a todos que iré a la playa, tenemos que celebrar que al fin te estás tomando esto en serio. Los Manolio vendrán, estén preparados, ¡Cómo van, muevanse!

— ¿Qué pasará con Marcelo?

— ¿No me oíste, Omega? Ellos vendrán por venganza, solo debemos estar preparados, este era el momento que habíamos estado esperando, un ataque directo para acabar con todos ellos y apropiarnos de su territorio. ¿Algún problema con eso?

— No. – Omega se alejó un solo paso.

Giro para ver al detective, este estaba rojo de la cólera, pero no entendía porque demonios lo tenía aquí si solo era para confirmar la identidad del niño, ¿Qué más quería del detective? Nuestras miradas se cruzaron y una punzada de incomodidad me abordó. Dos colegas se adelantaron a avisar la decisión de Terkan. Ir a la playa, eso significaba, armas...

Así que era el hijo de Reish. Marcelito no era culpable de las atrocidades que cometía su padre, pero si Omega sabía quien era ¿Por qué darme crédito? No, dudo que Omega lo supiera. Ese loco no era capaz de planear algo tan meticuloso para ponerme en primer lugar y a él en segundo. Ni pensarlo, me odiaba y no me daría esa “oportunidad”.

Escoltamos a Terkan por el barrio. Las personas se hacían a un lado y procuraban no vernos demasiado, pero claro, era inevitable. Algunos saludaban con la vista al jefe y otros agachaban la cabeza en señal de sumisión o respeto, un respeto basado en muertes y amenazas. No era raro, lo raro era ver qué el detective nos seguía con una distancia prudente. Los colegas ya se habían dado cuenta pero como el jefe no había dado ninguna orden para eso, lo dejamos pasar. A mí en lo personal me estaba poniendo algo tensa.

Seguimos caminando hasta atravesar la carretera y al fin llegamos a la playa. Algunos se metieron al agua junto con el jefe, otros nos quedamos a cinco metros y algunos más en la orilla de la carretera por los, pocos vale recalcar, autos que pasaban. Yo me quedé sentada viendo de lejos.




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